“Proposiciones” del Sínodo sobre la Eucaristía (11-20)

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 25 octubre 2005 (ZENIT.org).- Publicamos la serie de «proposiciones» once a veinte entregadas por el Sínodo de los obispos sobre la Eucaristía a Benedicto XVI. El Papa ha permitido la publicación de una versión provisional en italiano, no oficial, en la que se basa esta traducción de trabajo. En los próximos días, Zenit seguirá publicando traducciones de las «proposiciones» restantes.


Proposición 11

Escasez de sacerdotes

La centralidad de la Eucaristía en la vida de la Iglesia hace sentir, con agudo dolor, el problema de la grave falta de clero en algunas partes del mundo. Muchos fieles se ven de esta manera privados del Pan de vida. Para salir al encuentro del hambre eucarística del pueblo de Dios, que frecuentemente y en periodos largos debe prescindir de la celebración eucarística, es necesario recurrir a iniciativas pastorales eficaces. En este contexto, los padres sinodales han afirmado la importancia del don inestimable del celibato eclesiástico en la praxis de la Iglesia Latina. Refiriéndose al magisterio, en especial al Concilio Vaticano II y al magisterio de los últimos pontífices, los padres han pedido explicar adecuadamente a los fieles las razones de la relación entre el celibato y la ordenación sacerdotal, en el pleno respeto de la tradición de las Iglesias orientales. Algunos han aludido a los «viri probati» [ordenación sacerdotal de varones casados de probada virtud, ndt.], pero esta hipótesis ha sido considerada como un camino que no se debe recorrer. Además, hay que tener en cuenta que la calidad cristiana de la comunidad y su fuerza de atracción, tienen un peso decisivo a la hora de ofrecer el don eucarístico a todos los fieles. Se trata en concreto de: –urgir a los pastores a promover las vocaciones sacerdotales; a descubrirlas y a convertirse en sus «heraldos», empezando por los adolescentes y prestando atención a los acólitos; –no tener miedo de proponer a los jóvenes la radicalidad del seguimiento de Cristo; –sensibilizar a las familias, que en algunos casos son indiferentes o incluso contrarias; –cultivar la oración por las vocaciones en todas las comunidades y en todos los ámbitos eclesiales; –que los obispos procuren, implicando también a las familias religiosas, respetando el carisma que les es propio, una distribución más equitativa del clero y que urjan al mismo clero a una gran disponibilidad para servir a la Iglesia donde hay necesidad, incluso a costa de sacrificio.

Proposición 12

Pastoral vocacional

Como respuesta al deber urgente de la Iglesia de ofrecer el don de la Eucaristía de manera habitual a todos los fieles, y dada la escasez de sacerdotes en diversos lugares, dirigimos la mirada al Señor y le pedimos insistentemente que envíe obreros a su mies. Por nuestra parte, proponemos reforzar la pastoral vocacional y la dimensión vocacional de toda la pastoral, especialmente la juvenil y familiar. Pedimos por ello: –constituir grupos de monaguillos y procurarles el acompañamiento espiritual; –difundir la adoración eucarística por las vocaciones, en las parroquias, en los colegios y en los movimientos eclesiales; –estimular a los párrocos y a todos los sacerdotes para que acompañen espiritualmente y formen a los jóvenes, invitándoles a seguir a Cristo en el sacerdocio con su testimonio; –organizar, según las posibilidades, un centro vocacional o un seminario menor en las Iglesias particulares. Obispos y sacerdotes queremos empeñarnos en primera persona en este género de pastoral, dando ejemplo de entusiasmo y de piedad.

Catequesis y Mistagogía

Proposición 13

La secuencia de los sacramentos de la iniciación cristiana

No es percibida suficientemente la estrecha conexión entre Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Es oportuno, por tanto, explicar que somos bautizados y confirmados en función de la Eucaristía. Se ha de favorecer, por tanto, una mejor inserción de la relación entre los tres sacramentos de la iniciación cristiana en la celebración de cada uno de estos sacramentos, independientemente del orden cronológico o de la edad de la celebración de la Confirmación y de la Primera Comunión. En este sentido, una profundización teológica y pastoral de la Confirmación podría ser muy valiosa. Todo esto tendría además un valor positivo en el diálogo ecuménico. Se podría reflexionar de nuevo sobre la edad adecuada para la Confirmación. Habría que considerar también si en la Iglesia latina la secuencia Bautismo, Confirmación, Primera Comunión deba ser observada sólo para los adultos y no para los niños. La tradición latina, que se diferencia de la tradición oriental por la separación de la celebración de la Confirmación de la del Bautismo, tiene una razón de ser y un peso. Por otra parte, las diferencias entre las dos tradiciones no son de naturaleza dogmática. Ambas tradiciones, de hecho, dan una respuesta práctica diferente a la idéntica situación del gran número de bautismos de niños.

Proposición 14

Eucaristía, catequesis y formación

La Eucaristía, «mysterium fidei», inscrito en la alianza de Dios con su pueblo, es la fuente de inspiración de toda propuesta de formación pastoral. Ésta debe presentar la íntima relación de la Eucaristía con todos los demás sacramentos, conduciendo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo hacia una vida nueva en Cristo. Con este objetivo, habrá que desarrollar itinerarios catecumenales bien inculturados, en los que se sitúe la presentación del contenido doctrinal y la introducción en la vida espiritual, moral, y en el compromiso social. Todo el pueblo de Dios –obispos y párrocos, según su responsabilidad específica– debe implicarse en esta formación permanente promovida en cada Iglesia particular, especialmente los fieles que actúan en las parroquias y en las comunidades, como los catequistas y los evangelizadores. A los seminaristas especialmente se dará una sólida formación sobre los fundamentos teológicos, litúrgicos y pastorales de una auténtica espiritualidad eucarística. Éstos deben comprender lo mejor posible el sentido de cada norma litúrgica. Las parroquias y las pequeñas comunidades que forman parte de ellas deben ser escuelas de mistagogía eucarística. En este contexto, se buscará la cooperación de las comunidades de vida consagrada, de los movimientos y de los grupos que revalorizan, según sus propios carismas, la formación cristiana. En el marco de la nueva evangelización, reconocemos la necesidad de desarrollar nuevas formas de catequesis adecuadas a las diversas situaciones y culturas. En este contexto, el Catecismo de la Iglesia Católica y las recientes enseñanzas del Magisterio deberán ser puntos de referencia privilegiados.

Proposición 15

Familia e iniciación sacramental

Es necesario asociar la familia cristiana con la iniciación sacramental de los niños. No se debe limitar sin motivo el acceso de los niños a la mesa eucarística. La Primera Comunión, sobre todo, es un paso de gran importancia para una vida empeñada en el camino de la santidad, llena de caridad, de alegría y de paz. Cada familia, apoyada por la parroquia, por los sacerdotes, por las personas consagradas, por colaboradores laicos y, en especial, por la escuela católica, debe favorecer un proceso de educación eucarística. La Iglesia, familia de Dios, crece y se nutre en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo y Sangre de Cristo. La celebración de la Eucaristía debe promover cada vez más a todos los niveles la toma de conciencia y la realización de una «Iglesia familia» a través de la solidaridad, las relaciones familiares y la comunión entre todos los miembros de la comunidad.

Proposición 16

Catequesis mistagógica

La tradición antigua de la Iglesia recuerda que el camino cristiano, sin descuidar la comprensión sistemática de los contenidos de la fe, es experiencia que nace del anuncio, se profundiza en la catequesis, y encuentra su fuente y su cumbre en la celebración litúrgica. Fe y sacramentos son dos aspectos complementarios de la actividad santificadora de la Iglesia. Suscitada por el anuncio de la Palabra de Dios, la fe se nutre y crece en el encuentro de gracia con el Señor resucitado en los sacramentos. La fe se expresa en el rito, y el rito refuerza y fortifica la fe. De aquí la exigencia de un itinerario mistagógico vivido en la comunidad y con su ayuda, y que se funda en tres elementos esenciales: –la interpretación de los ritos a la luz de los eventos bíblicos, en conformidad con la tradición de la Iglesia; –la valorización de los signos sacramentales; –el significado de los ritos respecto al compromiso cristiano en la vida. Sería deseable desarrollar el método mistagógico sobre todo con los niños de Primera Comunión y con los confirmandos.

Proposición 17

Compendio sobre la Eucaristía

Los departamentos competentes de la Santa Sede y/o de las conferencias episcopales deberían considerar un proyecto de Compendio Eucarístico o un instrumento de ayuda pastoral que recoja a la vez elementos litúrgicos, doctrinales, catequísticos y de devoción sobre la Eucaristía para ayudar a desarrollar la fe y la piedad eucarística. Este Compendio podría proponer lo mejor de la enseñanza patrística, la experiencia de la Iglesia latina y de las Iglesias orientales, y oraciones de devoción. Debería incluir una catequesis apropiada sobre la naturaleza y la estructura de las oraciones eucarísticas.

Segunda Parte

La participación del Pueblo de Dios en la celebración eucarística

La estructura de la celebración eucarística

Proposición 18

De los dos banquetes, el de la Palabra de Dios y el del Cuerpo de Cristo, la Iglesia recibe y ofrece a los fieles el Pan de Vida, especialmente en la santa liturgia. La Palabra de Dios, como todo el misterio eucarístico, no es accesible sino en la fe. Conviene por tanto que las Lecturas sean proclamadas con cuidado, si es posible por lectores instituidos. Debe darse el justo peso a la Liturgia de la Palabra en la celebración eucarística. Existe un lazo intrínseco entre Palabra de Dios y Eucaristía. En la Eucaristía, el Verbo hecho carne se nos entrega como alimento espiritual. Escuchando la Palabra de Dios nace la fe (Cf. Romanos 10,17). Para apreciar, celebrar y vivir mejor la Eucaristía, hace falta un conocimiento profundo de las Sagradas Escrituras proclamadas. «La ignorancia de la Escritura es ignorancia de Cristo» (Cf. «Dei Verbum» 25). El fiel debe ser ayudado a apreciar los tesoros de la Escritura en el Leccionario, mediante el desarrollo del apostolado bíblico, el impulso de grupos parroquiales que preparen la misa dominical con el estudio orante de las mismas lecturas y prácticas litúrgicas como el silencio o unas pocas palabras de introducción que ayuden a una mejor comprensión. Además el pueblo de Dios debe ser educado a través de una catequesis fundada en la Palabra de Dios. Amar, leer, estudiar, meditar y orar la Palabra de Dios es un fruto precioso de la práctica de la «lectio divina», de los grupos de estudio y de oración bíblicos en familia y en las pequeñas comunidades eclesiales. A causa de la intrínseca relación entre la liturgia de la Palabra y la eucarística, la Palabra de Dios debe ser venerada y honrada (cf. «Dei Verbum» 21), en especial los Evangelios, como signo de la presencia del Verbo encarnado en la asamblea de los fieles (Cf. «Instrumentum Laboris» 46). Ha de buscarse una expresión para la oración de los fieles que se relacione mejor con la Palabra de Dios, con las necesidades de la asamblea y más ampliamente con las de toda la humanidad.

Proposición 19

La homilía

La mejor catequesis sobre la Eucaristía es la misma Eucaristía bien celebrada. Por esto se pide a los ministros ordenados que consideren la celebración como su principal deber. En especial deben preparar con cuidado la homilía, basándose en un conocimiento adecuado de la Sagrada Escritura. Que la homilía ponga la Palabra de Dios, proclama en la celebración, en estrecha relación con la celebración sacramental (Cf. «Sacrosanctum Concilium» 52) y con la vida de la comunidad, de modo que la Palabra de Dios sea base y vida de la Iglesia («Dei Verbum» 21) y se transforme en alimento por la oración y la vida cotidiana. La homilía conformada por las enseñanzas de los Padres de la Iglesia es una verdadera mistagogía, o sea una verdadera iniciación a los misterios celebrados y vividos. Ha sido además sugerida la posibilidad de recurrir, partiendo del leccionario trienal, a homilías «temáticas» que, a lo largo del año litúrgico, puedan tratar los grandes temas de la fe cristiana: el Credo, el Padre Nuestro, las partes de la Misa, los Diez Mandamientos y otros argumentos. Estas homilías temáticas corresponderán a lo que ha sido de nuevo autorizadamente propuesto por el Magisterio de la Iglesia en los cuatro «pilares» del Catecismo de la Iglesia Católica y en el reciente Compendio. Con este objetivo, se ha propuesto también elaborar un material pastoral, basado en el leccionario trienal, que ponga en relación la proclamación de las Escrituras con las doctrinas de la fe que brotan de las mismas.

Proposición 20

El ofrecimiento del trabajo humano

El pan y el vino, frutos de la tierra y del trabajo del hombre, que ponemos sobre el altar como expresión de la ofrenda de la vida de la familia humana, significan que toda la creación es asumida por Cristo Redentor para ser transformada en su amor recapitulador, y ser presentada al Padre. Subráyese cada vez más que la dignidad del trabajo de los hombres y de las mujeres de todo el mundo, a través de la celebración eucarística, está estrechamente unida al sacrificio redentor de Cristo Señor.

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