“Proposiciones” del Sínodo sobre la Eucaristía (1-10)

Publicamos las primeras diez «proposiciones» entregadas por el Sínodo de los obispos sobre la Eucaristía a Benedicto XVI.

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 24 octubre 2005 (ZENIT.org).- Publicamos las primeras diez «proposiciones» entregadas por el Sínodo de los obispos sobre la Eucaristía a Benedicto XVI. El Papa ha permitido la publicación de una versión provisional en italiano, oficiosa y no oficial, en la que se basa esta traducción de trabajo. En los próximos días, Zenit seguirá publicando traducciones de las «proposiciones» restantes.


Introducción

Proposición 1

Documentos que se presentan al Sumo Pontífice

Se quiere presentar a la consideración del Sumo Pontífice, además de los documentos sobre la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia, relativos a este Sínodo, o sea los «Lineamenta», el «Instrumentum laboris», las ponencias «ante y post disceptationem» y los textos de las intervenciones, tanto los presentados en el aula por escrito, como las ponencias de los círculos menores y sus discusiones, sobre todo algunas propuestas específicas que los padres han considerado de especial relieve. Los padres sinodales piden humildemente al Santo Padre que valore la oportunidad de publicar un documento sobre el sublime misterio de la Eucaristía en la vida y en la misión de la Iglesia.

Proposición 2

La reforma litúrgica del Vaticano II

La Asamblea Sinodal recordó con gratitud el influjo benéfico que la reforma litúrgica realizada a partir del Concilio Vaticano II ha tenido para la vida de la Iglesia. Ésta ha puesto de relieve la belleza de la acción eucarística que resplandece en el rito litúrgico. En el pasado se verificaron abusos, no faltan ni siquiera hoy, aunque han disminuido mucho. Sin embargo, tales episodios no pueden oscurecer la bondad y la validez de la reforma, que contiene todavía riquezas que no están totalmente exploradas; más bien interpelan a una mayor atención respecto al «ars celebrandi», el cual favorece la «actuosa participatio».

Primera parte

El pueblo de Dios educado en la fe en la Eucaristía

La fe en la Eucaristía

Proposición 3

La novedad del misterio pascual

Al instituir la Eucaristía, Jesús creó una novedad radical: cumplió en sí mismo la nueva y eterna alianza. Jesús inscribe, en el contexto de la cena ritual judía, que concentra en el memorial el acontecimiento pasado de la liberación de Egipto, su importancia presente y la promesa futura, su entrega total. El verdadero Cordero inmolado se sacrificó de una vez por todas en el misterio pascual y es capaz de liberar para siempre al hombre del pecado y de las tinieblas de la muerte. El Señor mismo nos ofreció los elementos esenciales del «culto nuevo». La Iglesia, en cuanto esposa y guiada por el Espíritu Santo, está llamada a celebrar el convite eucarístico, día tras día, «en su memoria». Inscribe el sacrificio redentor de su Esposo en la historia y lo hace presente sacramentalmente en todas las culturas. Este «gran misterio» se celebra en las formas litúrgicas que la Iglesia, iluminada por el Espíritu Santo, desarrolla en el tiempo y en el espacio. En la celebración de la Eucaristía, Jesús, sustancialmente presente, nos introduce mediante su Espíritu en la pascua: pasamos de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad, de la tristeza a la alegría. La celebración de la Eucaristía refuerza en nosotros este dinamismo pascual y consolida nuestra identidad. Con Cristo, podemos vencer el odio con el amor, la violencia con la paz, la soberbia con la humildad, el egoísmo con la generosidad, la discordia con la reconciliación, la desesperación con la esperanza. Unidos a Jesucristo, muerto y resucitado, podemos llevar cada día su cruz y seguirlo, con vistas a la resurrección de la carne, siguiendo el ejemplo de los mártires de la antigüedad y de nuestros días. La Eucaristía, como misterio pascual es prenda de la gloria futura y de ella nace ya la transformación escatológica del mundo. Celebrando la Eucaristía, anticipamos esta alegría en la gran comunión de los santos.

Proposición 4

La Eucaristía es un don que brota del amor del Padre, de la obediencia filial de Jesús llevada hasta el sacrificio de la cruz, hecho presente para nosotros en el sacramento, de la potencia del Espíritu Santo que, llamado sobre los dones por la oración de la Iglesia, los transforma en el Cuerpo y en la Sangre de Jesús. En ella se desvela plenamente el misterio del amor de Dios por la humanidad y se cumple Su designio de salvación marcado por una gratuidad absoluta, que responde sólo a Sus promesas, cumplidas más allá de toda medida. La Iglesia acoge, adora, celebra este don con trémula y fiel obediencia, sin arrogarse ningún poder de disponibilidad que no sean los que Jesús le ha confiado para que el rito sacramental se realice en la historia. Bajo la cruz, la Santísima Virgen se une plenamente al don sacrificial del Salvador. Por su inmaculada concepción y plenitud de gracia, María inaugura la participación de la Iglesia en el sacrificio del Redentor. Los fieles «tienen derecho a recibir abundantemente de los sagrados pastores los bienes espirituales de la Iglesia, sobre todo las ayudas de la Palabra de Dios y los sacramentos» (LG 37; cf. CIC can. 213; CCEO can. 16), cuando el derecho no lo prohíba. A tal derecho, corresponde el deber de los pastores de hacer todo lo posible para que el acceso a la Eucaristía no sea impedido en la práctica, mostrando a este respecto solicitud inteligente y gran generosidad. El Sínodo aprecia y agradece a los sacerdotes que, incluso a costa de sacrificios a veces grandes y arriesgados, aseguran a las comunidades cristianas este don de vida y las educan a celebrarlo en verdad y plenitud.

Proposición 5

Eucaristía e Iglesia

La relación entre la Eucaristía y la Iglesia se entiende en la gran tradición cristiana como constitutiva del ser y del actuar de la misma Iglesia, hasta el punto de que la antigüedad cristiana designaba con las mismas palabras, «Corpus Christi», el cuerpo nacido de la Virgen María, el cuerpo eucarístico y el cuerpo eclesial de Cristo. Esta unidad del cuerpo se manifiesta en las comunidades cristianas y se renueva en el acto eucarístico que las une y las diferencia en Iglesias particulares, «in quibus et ex quibus una et unica Ecclesia catholica existit» (LG 23). El término «católico» expresa la universalidad proveniente de la unidad que la Eucaristía, celebrada en cada Iglesia, favorece y edifica. Las Iglesias particulares en la Iglesia universal tienen así, en la Eucaristía, la tarea de hacer visible su propia unidad y su diversidad. Este lazo de amor fraterno transparenta la comunión trinitaria. Los concilios y los sínodos expresan en la historia este aspecto fraterno de la Iglesia. Por esta propia dimensión eclesial, la Eucaristía establece un fuerte lazo de unidad de la Iglesia católica con las Iglesias ortodoxas, que han conservado la genuina e íntegra naturaleza del misterio de la Eucaristía. El carácter eclesial de la Eucaristía podría ser también un punto privilegiado en el diálogo con las comunidades nacidas con la Reforma.

Proposición 6

La adoración eucarística

El Sínodo de los Obispos, reconociendo los múltiples frutos de la adoración eucarística en la vida del pueblo de Dios, en gran parte del mundo, anima con fuerza a que esta forma de oración –tan frecuentemente recomendada por el venerable siervo de Dios Juan Pablo II–, sea mantenida y promovida, según las tradiciones, tanto de la Iglesia latina como de las Iglesias orientales. Reconoce que esta práctica brota de la acción eucarística la cual, en sí misma, es el mayor acto de adoración de la Iglesia, que habilita a los fieles a participar plena, consciente, activa y fructíferamente, en el sacrificio de Cristo, según el deseo del Concilio Vaticano II, y a la misma remite. Concebida así, la adoración eucarística mantiene a los fieles en su amor y servicio cristiano hacia los demás, y promueve una mayor santidad personal y de las comunidades cristianas. En este sentido, el reflorecimiento de la adoración eucarística, incluso entre los jóvenes, se manifiesta hoy como característica prometedora de muchas comunidades. Por esta razón, con el fin de favorecer la visita al Santísimo Sacramento, hay que tener cuidado, siempre que sea posible, de que las iglesias en las que está presente el Santísimo Sacramento permanezcan abiertas. Que la pastoral ayude a las comunidades y movimientos a conocer el puesto adecuado de la adoración eucarística con el fin de cultivar la actitud de maravilla ante el gran don de la presencia real de Cristo. En este sentido, se anima a la adoración eucarística incluso en el itinerario de preparación a la Primera Comunión. Para promover la adoración, es conveniente hacer un reconocimiento especial de los institutos de vida consagrada y a las asociaciones de fieles que se dedican de modo esencial a ella de varias formas, y ayudarles para que la devoción eucarística sea más bíblica, litúrgica y misionera.

Eucaristía y sacramentos

Proposición 7

Eucaristía y Sacramento de la Reconciliación

El amor a la Eucaristía lleva a apreciar cada vez más el sacramento de la Reconciliación, en el que la bondad misericordiosa de Dios hace posible un nuevo inicio de la vida cristiana y muestra una relación intrínseca entre Bautismo, pecado y sacramento de la Reconciliación. La digna recepción de la Eucaristía pide el estado de gracia. Es tarea de gran importancia pastoral que el obispo promueva en la diócesis una decidida recuperación de la pedagogía de la conversión que nace de la Eucaristía y favorezca por esto la confesión individual frecuente. Los sacerdotes, por su parte, han de dedicarse generosamente a la administración del sacramento de la Penitencia. El Sínodo recomienda vivamente a los obispos que no permitan en sus diócesis el recurso a absoluciones colectivas si no es en situaciones objetivamente excepcionales, establecidas en el «motu proprio» «Misericordia Dei», de 7 de abril de 2002, del Papa Juan Pablo II. Los obispos deben procurar, además, que en cada iglesia haya lugares idóneos para las confesiones (cf. CIC 964 § 2). Se recomienda que el obispo nombre al penitenciario. En esta perspectiva, sería necesario también profundizar en la dimensión de reconciliación ya presente en la celebración eucarística (cf. CCC 1436), en concreto en el rito penitencial, para que se puedan vivir verdaderos momentos de reconciliación en la misma. Las celebraciones penitenciales no sacramentales, mencionadas en el ritual del sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación, pueden despertar el sentido de pecado y formar un espíritu de penitencia y de comunión en las comunidades cristianas, preparando así los corazones a la celebración del sacramento. La renovación de la espiritualidad eucarística puede ser ocasión para profundizar la comprensión y la práctica de las indulgencias. Este Sínodo recuerda que los obispos y los párrocos pueden pedir a la Penitenciaría Apostólica la indulgencia plenaria para diversas celebraciones y aniversarios. El Sínodo anima a una catequesis renovada sobre las indulgencias.

Proposición 8

Eucaristía y Sacramento del Matrimonio

En la Eucaristía, se expresa el amor de Jesucristo que ama a la Iglesia como su esposa hasta dar su vida por ella. La Eucaristía corrobora de modo inagotable la unidad y el amor indisoluble de cada matrimonio cristiano. Queremos expresar una especial cercanía espiritual a todos aquellos que han basado sus familias en el sacramento del matrimonio. El Sínodo reconoce la misión singular de la mujer en la familia y en la sociedad y anima a los cónyuges a que, integrados en sus parroquias, o en pequeñas comunidades, movimientos, asociaciones eclesiales, recorran caminos de espiritualidad matrimonial, nutrida por la Eucaristía. La santificación del domingo se pone en práctica también en la vida familiar. Por esto, la familia, como «Iglesia doméstica», debe ser considerada un ámbito primario por parte de la comunidad cristiana. La familia inicia a los niños en la fe eclesial y en la liturgia, sobre todo en la santa Misa.

Proposición 9

Eucaristía y poligamia

La naturaleza del matrimonio exige que el hombre se una definitivamente a una sola mujer y viceversa. En esta perspectiva, hay que ayudar a los polígamos que se abren a la fe cristiana a integrar su proyecto humano en la novedad y radicalidad del mensaje de Cristo. En cuanto catecúmenos, Cristo llega hasta ellos en su situación concreta y los llama a las renuncias y a las rupturas que exige la comunión, que un día podrán celebrar mediante los sacramentos, sobre todo la Eucaristía. Mientras tanto, la Iglesia los acompañará con una pastoral llena de dulzura y firmeza.

Proposición 10

Modalidad de las Asambleas dominicales en espera del sacerdote

En los países en los que la penuria de sacerdotes y las grandes distancias hacen prácticamente imposible la participación en la Eucaristía dominical, es importante que las comunidades cristianas se reúnan para alabar al Señor y hacer memoria del Día dedicado a É, en comunión con el obispo, con toda la Iglesia particular y con la Iglesia universal. Tiene también mucha importancia precisar la naturaleza del compromiso de los fieles en la participación en estas asambleas dominicales. Hay que vigilar para la que la liturgia de la Palabra, organizada bajo el seguimiento de un diácono o de un responsable de la comunidad al que la autoridad competente ha confiado este ministerio regularmente, se cumpla según un ritual específico aprobado a este fin. Para no privar a los fieles por mucho tiempo de la Comunión eucarística, los sacerdotes deben esforzarse por visitar frecuentemente a estas comunidades. Corresponde a los ordinarios y a las conferencias episcopales regular la posibilidad de distribuir la Comunión. Se deberá evitar cualquier confusión entre celebración de la santa misa y la asamblea dominical en espera de sacerdote. Por esto no se deberá dejar de animar a los fieles a que acudan, cuando sea posible, a donde se celebra la santa Misa. Las conferencias episcopales deben preparar materiales adecuados que expliquen el significado de la celebración de la Palabra de Dios con distribución de la Comunión, y las normas que la regulan.

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