“Por voluntad de Jesús su Iglesia necesita del ministerio sacerdotal”

Se trata de la homilía de Corpus Crhisti del obispo Carlos Franzini, cuya misa se celebró frente a la Catedral San Rafael de Rafaela ante una multitud de fieles de distintos lugares de la diócesis de Rafaela. ¿Son realmente las Caritas de nuestras comunidades, u otros servicios solidarios, expresión cabal del compromiso comunitario con los hermanos más pobres, débiles y sufrientes?

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Homilía Corpus 2009

(Ex 24,3-8; Sal 115; Heb 9,11-15; Mc 14, 12-16.22-26) Queridos hermanos: Iluminados por la Palabra que se acaba de proclamar, nos encontramos esta tarde convocados como comunidad de la Nueva Alianza, memoria, presencia y profecía de la Pascua de Jesús. Queremos expresar nuestra fe en el Don recibido y renovar nuestra respuesta gozosa, libre y comprometida al Señor que nos amó y se entregó por nosotros. Contemplamos con admiración y estupor un Misterio que nos desborda. Sólo balbuceamos pobres palabras que nunca llegarán a expresar la riqueza que dicho Misterio encierra. Por eso nuestra fe se hace oración y canto, alabanza y adoración, testimonio y servicio. De las muchas cosas que podríamos decir frente a este sublime Misterio sólo me animo a proponer algunas pocas ideas que nos sugiere esta celebración diocesana, en este lugar tan significativo para nuestra Iglesia particular, en este año en el que estamos preparándonos a vivir nuestra próxima Asamblea Pastoral y a pocos días de comenzar con toda la Iglesia el Año Sacerdotal especial, propuesto por Benedicto XVI. El próximo viernes, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el Papa dará solemne inicio en Roma a un año especialmente dedicado a dar gracias a Dios por el don del sacerdocio ministerial, don inestimable que Jesús ha querido dejar a su Iglesia, junto con la Eucaristía. En la Carta Pastoral de Pascua les decía:”… Sin sacerdotes no hay Eucaristía y sin Eucaristía no hay Iglesia. Para afianzar la presencia sacramental del Resucitado en medio de su pueblo necesitamos absolutamente del ministerio sacerdotal; por ello quiero invitarlos a hacerse cargo de esta necesidad que es de todos, pero más sentida allí donde no hay presencia habitual de pastores que hagan sacramentalmente presente al Buen Pastor…” Efectivamente, mis queridos hermanos, hasta que todos no nos hagamos cargo de esta verdad central de nuestra fe no habremos terminado de captar plenamente el misterio cristiano. Por voluntad de Jesús su Iglesia necesita del ministerio sacerdotal, por eso convocó a los Doce e instituyó los sacramentos de la eucaristía y el sacerdocio la noche de la Pasión. Se trata de un misterio grande y desconcertante que el Señor haya querido quedar sacramentalmente presente en medio y al frente de su pueblo a través de estas pobres “vasijas de barro” que somos los pastores. Tanto más desconcertante para nosotros cuanto más conocemos nuestras miserias e incoherencias. No obstante nos alienta la consoladora Palabra que el mismo Señor dirigió a San Pablo: “Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad” (2 Cor 12,9). Y a todo el pueblo ha de darle confianza la certeza de que los pecados de unos pocos, maliciosamente ampliados por sectores interesados, no llegan a desdibujar la generosa entrega de multitud de pastores que desde hace veinte siglos han dado –y siguen dando- su vida por el rebaño. Al mismo tiempo, en este Año Sacerdotal, a la gratitud por el don se añadirá la súplica insistente al Señor para que cuide y renueve constantemente en la fidelidad a quienes ha llamado al ministerio sacerdotal. A esta súplica, para que sea sincera, tendremos que acompañarla con la cercanía, el cuidado y la colaboración con nuestros sacerdotes. En la misma Carta Pastoral los he invitado a rezar, a cuidar y, cuando sea necesario, a corregir a sus pastores. En esta solemne circunstancia quiero renovar este pedido, haciéndolo casi una súplica humilde y confiada. Además el Papa nos recuerda que de este Año especial se espera también un renovado florecimiento vocacional. Sacerdotes entusiastas y convencidos, alegres y llenos de un ardor apostólico contagioso son el camino más eficaz para una fecunda pastoral vocacional. Quiero comprometer a todas las comunidades de la diócesis a procurar un renovado compromiso de oración por las vocaciones sacerdotales y de especial consagración. Les recuerdo cuanto ya les decía en la Carta Pastoral: “…Un signo de la madurez de nuestro trabajo pastoral será su capacidad de suscitar en los jóvenes de la diócesis la inquietud y la disponibilidad para acoger el llamado que ciertamente Dios está haciendo a muchos para consagrarse en la vida sacerdotal, religiosa y misionera…”
Al concluir la procesión, que haremos como testimonio público de nuestra fe eucarística, el presbiterio diocesano renovará las promesas que hacemos los sacerdotes el día de nuestra ordenación. Sea éste un sencillo pero elocuente gesto que expresa el compromiso sincero de cada uno de los presbíteros de nuestra Iglesia particular por vivir fielmente y hasta el extremo la fidelidad sacerdotal. Ante Jesús Sacramentado, el Testigo Fiel, y ante todo el pueblo de Dios aquí presente, queremos manifestar la alegría de reconocernos llamados y la disposición a responder cotidianamente con opción libre y generosa a esta vocación. De esta manera –con sencillez- intentamos encarnar el lema que para este Año nos ha propuesto Benedicto XVI: “Fidelidad de Jesucristo, fidelidad del sacerdote”.

Una segunda idea que nos sugiere esta celebración del Corpus Christi está ligada a la coincidencia de esta fecha con la Colecta nacional para Caritas. Providencia de Dios que nos ayuda a captar mejor la íntima relación que existe entre una genuina vida eucarística y el servicio a los hermanos más pobres. En efecto, Caritas es la Iglesia que se organiza y va al encuentro del Señor que nos espera en cualquier hermano que pasa necesidad. La colecta es –o debería ser- una expresión más del empeño firme y perseverante de toda la comunidad cristiana por responder solidariamente a las necesidades de los hermanos pobres, débiles y sufrientes. Por ello en este día eucarístico en que somos invitados a mirar con ojos de fe al Señor presente en el Pan consagrado, también somos invitados a reconocer con mirada creyente al mismo Señor que nos dice: “…tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; estaba de paso y me alojaron; desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron; preso y me vinieron a ver…” (Mt 25, 35-36).

Pero esta disposición solidaria no puede reducirse a un gesto aislado, por más generoso que éste sea. La ocasión de la Colecta debe llevarnos a revisar nuestro compromiso permanente con los más pobres, sobretodo a través de la silenciosa y perseverante tarea que realiza Caritas en nuestras Comunidades. Por ello les decía en mi Carta Pastoral de Pascua: “… La Iglesia primitiva, a la luz de la Pascua, no sólo tuvo conciencia misionera sino que también tuvo clara conciencia de su responsabilidad para con los más pobres de la comunidad (cfr. Hch 2, 42-47). Por otra parte nuestra experiencia cotidiana nos confirma que hoy –y siempre- el mundo es particularmente sensible al testimonio solidario de tantos hermanos y hermanas que han sabido encarnar en sus vidas el mensaje de Jesús en el Evangelio según San Mateo (25, 31ss). La Beata Teresa de Calcuta ha servido a la misión mucho más que innumerables programas y proyectos misioneros vacíos de espíritu solidario… ¿No será entonces éste un camino para nuestra misión? ¿Son realmente las Caritas de nuestras comunidades, u otros servicios solidarios, expresión cabal del compromiso comunitario con los hermanos más pobres, débiles y sufrientes? ¿El cincuentenario de la diócesis no podría celebrarse con gestos concretos de solidaridad por parte de las comunidades parroquiales y la comunidad diocesana toda?

Mis queridos hermanos: en este día tan singular volvamos a recordar que la auténtica devoción eucarística abre al hermano, sobre todo al más pobre. Si faltara esta apertura estaríamos ante una piedad intimista y alienante, que nada tiene que ver con la genuina piedad cristiana, según nos enseña la multisecular tradición espiritual y pastoral de la Iglesia. Manifestar públicamente nuestra devoción al Señor Sacramentado nos compromete a gestos igualmente públicos de compromiso solidario. Pidamos a Jesús Eucaristía que sepamos nutrir en él nuestro empeño firme y perseverante en favor de los hermanos más pobres, con quienes él mismo ha querido identificarse de manera privilegiada. Finalmente quiero referirme en este día eucarístico a nuestro compromiso como cristianos y ciudadanos en favor del bien común de la Nación. Nos disponemos a celebrar en las próximas semanas y meses elecciones para renovar distintos cargos en el orden nacional, provincial y municipal. Los hombres y mujeres de fe tenemos nuestra mirada puesta en el cielo; nuestro horizonte no es meramente terreno. Sin embargo, precisamente porque somos creyentes y tenemos esperanza queremos construir ya desde esta tierra la civilización del amor que Jesús ha inaugurado con su Pascua. Nutridos en la Eucaristía, memorial de la Pascua, Sacramento de la comunión con Dios y los hermanos, nos sentimos urgidos a construir la patria terrena según los valores del Evangelio. Y en esta construcción ocupa un lugar privilegiado el fortalecimiento de las instituciones republicanas y el ejercicio de las responsabilidades democráticas que a todos nos incumben. Por ello hemos de asumir con plena responsabilidad ciudadana nuestra elección de aquellos candidatos que por su trayectoria personal y por los valores que sostienen sean los que juzgamos más apropiados para responder a las necesidades presentes y futuras de la Patria. También el compromiso ciudadano expresa la genuina devoción eucarística. Pidamos al Señor Sacramentado sabiduría y prudencia en el ejercicio de nuestra responsabilidad cívica, para hacer cada uno su propio aporte al afianzamiento de las instituciones de la República, mediante el diálogo respetuoso, la construcción común y una activa participación en la vida social y política de nuestra querida Patria.

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