Por qué mucha gente apoyó a los militares

La “juventud maravillosa” no defendía la democracia ni los derechos humanos. No eran los únicos; eso formaba parte de una cultura política arraigada: en la Argentina, la democracia, con todo su contenido, sólo se convirtió en un valor relevante en 1983, luego de la sangrienta dictadura.

Por Ceferino Reato (Buenos Aires)

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Por Ceferino Reato.- Treinta y cinco años atrás, en las vísperas del derrocamiento de la presidenta Isabel Perón, no había encuestas ni sondeos que registraran qué pensaba la opinión pública, pero los diarios y revistas de la época sugieren que la mayoría de la gente estaba harta del gobierno peronista. Claro que en estos tiempos de crispación y periodismo militante, y tan bien pago, alguien podría impugnar esta presunción con el argumento de que la prensa era golpista, en tanto integrante de un supuesto “eje del mal” que viene desde el fondo de nuestra historia, junto con la oligarquía y sus aliados transnacionales, los militares, la Iglesia Católica, los políticos y sindicalistas traidores y la clase media conservadora. Sin embargo, aquella sensación de vacío de poder, de un gobierno que no podía controlar la situación, se reflejaba también en un diario de centroizquierda como La Opinión, de Jacobo Timerman, para no hablar del vespertino La Tarde, dirigido por su hijo, Héctor Timerman, el actual canciller, que era abiertamente golpista. La Opinión daba algunos datos desoladores: cada cinco horas se producía un asesinato político y cada tres estallaba una bomba; la presidenta había nombrado un ministro cada 25 días, y la inflación llegó al 38% en marzo de 1976 y al 98,1 en los tres primeros meses del año. Testigos confirman el estado de ánimo de la opinión pública. Por ejemplo, el periodista inglés Robert Cox, que dirigía el Buenos Aires Herald y luego, en la dictadura, se convertiría en un destacado defensor de los derechos humanos. “El 24 de marzo fue un día soleado, «peronista», como se decía. La mayoría de la gente estaba contenta pensando que las cosas iban a mejorar. Después sí vino el gran silencio”, me dijo en una entrevista para el libro Operación Primicia . Cox agregó: “Todo 1975 se vivió como una tragedia griega, que desembocó en el golpe. Desafortunadamente, muchos argentinos estaban siempre buscando a los militares para que entraran al gobierno, ordenaran el país y dieran luego elecciones. Pasaba ahora también con gente de la izquierda: recuerdo que con mi mujer nos encontramos en una recepción en la embajada de Egipto con un periodista de El Cronista Comercial, que militaba en la izquierda, y con su esposa, que estaba embarazada. Ellos confiaban en que un gobierno militar pondría en marcha una represión más legal que la del gobierno de Isabel Perón, en el que aparecían cuerpos carbonizados en zanjones”. Precisamente, una de las tesis de mi libro es que muchos argentinos recibieron el golpe con alivio por dos razones. Por un lado, por la ineficacia y pérdida de legitimidad del gobierno, que había convertido en insolubles los problemas de la inflación, el desabastecimiento y la violencia política, y por la dramática debilidad del liderazgo de la viuda de Perón, que hasta se deprimía seguido. Más inquietante es la segunda razón: todos los actores relevantes colaboraron, en forma directa o indirecta y por diferentes razones, en la caída de Isabel, salvo, lógicamente, la presidenta y el puñado de políticos y sindicalistas que todavía la respaldaban. Según el kirchnerismo, el golpe fue uno de esos momentos en que la hidra del mal coaguló para abortar los sueños y los ideales de los sectores populares, que eran fielmente interpretados por la “juventud maravillosa” de los años 70, de la cual el gobierno actual se considera el heredero legítimo. Y sin embargo aquella “juventud maravillosa”, al menos quienes siguieron integrando Montoneros, resultaron en parte responsables del golpe y del respaldo popular que recibió a los militares. Es que en aquel momento, el “objetivo político principal” de Montoneros era “el deterioro del gobierno de Isabel Martínez”, que era visto como un velo, un obstáculo, para que el pueblo respaldara a la guerrilla en su marcha triunfal hacia la patria socialista, según un documento interno de 1977 (“Curso de Formación de Cuadros del Partido Montonero Comandante Julio Roqué”). El propio Mario Firmenich confesó, en 1977, en una entrevista con Gabriel García Márquez, que “desde octubre de 1975 nosotros sabíamos que se gestaba un golpe militar para marzo del año siguiente” y “no tratamos de impedirlo”. Los guerrilleros, en general, habían llegado a la conclusión de que el golpe los favorecería porque, puestos a elegir, los argentinos los respaldarían a ellos en su lucha contra los militares. Por eso crearon el Ejército Montonero, que debutó el 5 de octubre de 1975 con un ataque al cuartel de Formosa. La “juventud maravillosa” no defendía la democracia ni los derechos humanos. No eran los únicos; eso formaba parte de una cultura política arraigada: en la Argentina, la democracia, con todo su contenido, sólo se convirtió en un valor relevante en 1983, luego de la sangrienta dictadura. Culpas repartidas, aunque no en la misma proporción, de una historia que resiste el estrecho e interesado molde del relato oficial.

Fuente: diario La Nación, 24 de marzo de 2011. Ceferino Reato, periodista, es autor de Operación Primicia.

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