Peor que el caso Skanska

¿Cómo pudo salir de Venezuela ese avión con 800 mil dólares? ¿Qué sistema de control rige en Caracas? ¿Los amigos de Chávez gozan de los ilimitados privilegios de toda elite gobernante bajo un sistema autoritario? ¿Cuántas veces viajó Uberti a Caracas en los últimos tiempos? ¿Para qué lo hizo en cada caso? ¿Fue inspeccionado siempre por funcionarios de la Aduana? ¿Cuántas veces alquiló Enarsa un avión privado para que sus ejecutivos viajaran cómodamente a Venezuela?

Por Joaquín Morales Solá

Compartir:

Es, simbólicamente, peor que el ya grave caso Skanska. Los ilegales petrodólares del aeropuerto estaban expuestos en una valija indudable, mientras el eventual sobreprecio de los gasoductos debe ser comprobado aún por la Justicia. Esa es la rutina de Kirchner en los últimos meses: siempre la última novedad es peor que el incendio que todavía no se apagó. A este ritmo, las certezas electorales del oficialismo comenzarán en algún momento a trocar en incertidumbres. Cada escándalo significa, además, una sangría política. Esta vez la muerte súbita lo fulminó a Claudio Uberti, el promotor clave de toda la relación, pública y privada, entre la Argentina y el gobierno de Hugo Chávez. Hasta los empresarios argentinos con intereses en Venezuela debían inclinarse ante el otrora todopoderoso operador. Uberti reportaba directamente al Presidente y al ministro de Planificación, Julio De Vido, aunque éste último debió cumplir con la ingrata misión del sepulturero. Uberti, dicen, no ofreció resistencia cuando percibió que lo aguardaba, fatalmente, el disfavor y el descrédito.

Más pronto que tarde, el escándalo de la caudalosa valija ha puesto en terapia intensiva un sistema de gobierno, aquí y allá. No hay ideas iguales entre Kirchner y Chávez, aunque a veces dicen discursos similares para confusión de propios y extraños. Pero existe una misma manera de gobernar: el personalismo absoluto, el dominio de los recursos públicos como si fueran propiedad privada y el temor reverencial que provocan entre amigos y colaboradores. La conclusión es, en el caso argentino, que miles de millones de pesos del presupuesto nacional son administrados por muy pocas manos. Casi siempre, sólo se necesitan las dos manos del Presidente.

¿Cómo pudo salir de Venezuela ese avión con 800 mil dólares? ¿Qué sistema de control rige en Caracas? ¿O, acaso, los amigos de Chávez gozan de los ilimitados privilegios de toda elite gobernante bajo un sistema autoritario? El gobierno argentino pone el énfasis en el aumento satelital del comercio bilateral entre los dos países (subió casi diez veces en los últimos años), pero se detiene poco en los riesgos políticos de una relación muy estrecha con un militar tan poco afecto a cualquier mecanismo institucional. Sólo en Uruguay o en Chile hubieran caído algunos ministros ante un trasiego de dinero seguramente ilegal entre funcionarios de dos gobiernos.

El núcleo del problema no es sólo de Chávez, sino también argentino. El gobierno se muestra ofendido con el líder caraqueño. Pero ¿cómo andamos por casa? ¿Por qué sería la primera vez que Antonini Wilson intentó ingresar en la Argentina fortunas dentro de una valija? Doce veces entró y salió del país en los meses de este año. El jueves le mintió al diario La Nación, por teléfono, que se encontraba en Buenos Aires. La oficina de migraciones argentina tiene documentado que abandonó la Argentina el martes con destino a Montevideo, donde estaba Chávez, y nunca más volvió a ingresar en el país.

¿Qué destino tenía ese montón de dinero con valores del “imperio”, los dólares de los Estados Unidos, país sobre el que Chávez martillea casi todos los días? El juez Jorge Ballestero decidió no cerrar el caso ni delegarlo sólo en el fuero penal económico. El dato tiene su importancia: Ballestero es juez federal y, por lo tanto, tendría jurisdicción sobre el delito en el caso de que se tratara de sobornos. En el fuero penal económico se investigará, en cambio, si se trató de lavado de dinero o de una simple infracción aduanera.

Funcionarios de tribunales señalaron que, por ahora, Ballestero tiene una carpeta vacía. Pero comenzará a llenarla con las respuestas a varias preguntas que hará. Por ejemplo: ¿cuántas veces viajó Uberti a Caracas en los últimos tiempos? ¿Para qué lo hizo en cada caso? ¿Fue inspeccionado siempre por funcionarios de la Aduana? ¿Cuántas veces alquiló Enarsa un avión privado para que sus ejecutivos viajaran cómodamente a Venezuela? ¿Qué razones hubo en cada caso? La sola retahíla de preguntas podría poner a la luz pública el lado oscuro de la Luna en la relación con Venezuela.

El lavado de dinero o la infracción aduanera quedarán en el fuero penal económico. La primera jueza, Marta Novatti, ya se excusó ante los inmediatos maltratos de otro kirchnerista, el director de la Aduana, Ricardo Echegaray, que la culpó por no pedir la detención de Antonini Wilson. Digan lo que digan, lo cierto es que el gobierno trató de esconder el bulto hasta el martes, durante casi tres días, ante la prensa y ante la Justicia.

En el fárrago, todos se olvidaron de otra pregunta elemental: ¿por qué el Estado argentino le regaló un viaje largo a una persona que dice no conocer? ¿O acaso Antonini Wilson pagó parte del alquiler del avión? El abogado Ricardo Monner Sans le hizo esa pregunta a Enarsa, mediante oficio. Un tercer juicio se avecina.

El gobierno argentino apuesta, rápido y seguro, a que se trató de dinero de Chávez para repartir entre sus amigos políticos argentinos, muchos de ellos pertenecientes a agrupaciones partidarias o sociales cercanas al kirchnerismo. ¿No estaríamos, en tal caso, ante una clara injerencia de un gobierno extranjero en la política local? ¿Qué sucedería si los dólares de Chávez hubieran sido de Bush para repartir entre amigos locales? Hubieran sucedido la denuncia y el escándalo internacional.

Al revés, Kirchner prefirió una reunión hermética con Chávez en Tarija. Nadie sabe de qué hablaron, porque nadie estaba más que ellos dos. Luego ocurrió la única coincidencia que tuvieron en su vida Alberto Fernández y De Vido: le reclamaron al gobierno venezolano que explicara qué pasó con ese cofre. Chávez, poderoso y omnipotente como es desde que el precio del petróleo llegó a las nubes, se negó a hacerlo hasta ahora.

La investigación judicial del dinero hurgará, en efecto, en la posibilidad de que haya sido el intento de donaciones del chavismo a sus amigos argentinos. En tal caso, en el país circularía dinero de origen desconocido y existiría un financiamiento espurio de actividades políticas.

No concluirá ahí; también investigará la posibilidad de sobornos en las operaciones por la compra de bonos argentinos por parte de Chávez, que éste ingresa luego en un sistema donde existe una cotización oficial y otra real del dólar. La diferencia es enorme. Se meterá también en la implementación de los acuerdos sobre compra de fueloil venezolano, que la Argentina paga con productos que luego son sometidos en Caracas a un enrevesado mecanismo de evaluación financiera.

Sea como fuere, y aun en la mejor de las alternativas (dinero de Chávez para amigos argentinos), el gobierno de Kirchner no podrá abandonar, fácilmente al menos, el turbio páramo en el que está desde la madrugada del domingo. ¿Qué pasó en esa madrugada desagradable y fastidiosa para que una delegación oficial fuera sometida a semejante escaneo en el aeropuerto? Lo que importa es el hecho y no las eventuales conspiraciones. Un sector del gobierno, no obstante, pone la lupa sobre probables conjuras.

No hubo un héroe solitario en el aeropuerto, capaz de hacerle frente al arrogante Uberti que amenazó con el despido y el infierno a los aduaneros. Se interpuso una delegación de cinco o seis funcionarios de la Aduana que esperaban ese vuelo. Esto es: sabían que ese avión no era bueno ni mucho menos inocente. ¿Quién, con el poder suficiente, lo delató?

Altos funcionarios oficiales evaluaron la posibilidad de que haya existido la gestión de poderosos servicios de inteligencia extranjeros con buena información sobre los manejos aeroportuarios. No lo creo, pero no lo descarto , dijo un ministro de Kirchner. La segunda y última posibilidad es que se haya tratado de un brutal cobro de viejas facturas en la lucha interna entre funcionarios del propio gobierno. Estarían jugando con el fuego muy cerca , apuntó otro kirchnerista.

El viernes, Kirchner caminaba por las paredes de Olivos en lugar de jugar al fútbol. Su esposa estaba peor que él. Versiones que trascienden. Llegará el momento en que Cristina Kirchner se tendrá que enojar en público, y tomar distancia de las correrías oficiales más allá de los trascendidos, si no quiere estrellarse contra una primavera ingrata.

Por Joaquín Morales Solá

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 12 de agosto de 2007.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *