Pagar al FMI

Desendeudamiento o la historia del malo que se lleva la plata y de los buenos que se “cantan” de hambre. Viendo a Garrik (*)

Por Juan Carlos Sánchez

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¿A cuánto asciende la deuda externa argentina? ¿170 mil millones de dólares? ¿Más o menos que tal suma? ¿Y a cuánto asciende la deuda interna de la Argentina? En total, ¿cuánto debe la Argentina? La siguiente es la pregunta del día: ¿Pagar algo menos de 10 mil millones de dólares al FMI en 1906 cambia algo la cosa? No ser economista me libra de especulaciones técnicas, pero soy quien hace los mandados en mi casa, quien controla precios y hace las compras y eso me sitúa en la realidad mucho más allá de cualquier cálculo macroeconómico o discurso político. Además circulo por la ciudad cuando me dejan hacerlo las protestas sociales. Y para completar el cuadro, soy periodista informado. Por trabajar en un medio independiente (PyD) que no cobra pautas de ningún organismo del Estado, puedo despreocuparme de la irritación o satisfacción del oficialismo, esto, sin merituar el compromiso con la verdad que desde la subjetividad de “chico de los mandados” pueda tener. Salgo a la calle -esto me hace subjetivo: mirar y ver- y en el primer semáforo (en la esquina de mi casa) ya me piden la primera moneda y así en uno tras otro. Madres y chicos, desocupados, enfermos, ancianos, gente que fue como uno… hoy mendigando con la mirada sin brillo. Son más de la mitad de los argentinos los que perdieron la alegría de vivir. Llego al supermercado para hacer la compra -esto también me hace subjetivo: miro, sumo y comparo- y tengo que gastar mes a mes algo más que el anterior y renunciar a productos que se dispararon. Lácteos y carnes, por ejemplo. Regreso a casa con las bolsas cada vez más livianas, yerba de oferta para mezclar con la de mejor calidad -todavía podemos comprar de la buena, estamos bien…-, leche de segunda, queso con suero, puchero (bolsón canino diría un amigo) y enciendo la compu para leer las noticias. Me entero que pagaremos al FMI pero no el aguinaldo social. Argentina es una Nación injusta y no es por culpa del FMI, basta de culpar a otros. “Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política sabemos que esta es la oportunidad del cambio, de la transformación profunda. El cambio que puede consolidarse no depende de una persona, ni de un grupo de elegidos o iluminados; es tarea colectiva, diversa, plural.” Esto dijo del presidente Néstor Carlos Kirchner ayer en el discurso en el cual anunció el “desendeudamiento” de la Argentina. Admitamos, el cambio es posible desde la tarea colectiva, diversa y plural a la que aludió el presidente, entonces, ¿por qué cargarlo al lomo de quienes menos tienen? ¿Por qué otorgarle a los pobres de la argentina, a los excluidos, a los miserables beneficiarios ¿beneficiarios? de los planes sociales el privilegio de realizarlo? Y vuelvo a los números para relacionarlos con aquellos con los que comencé esta nota. El pago del aguinaldo social insumiría alrededor de 50 millones de dólares, dinero que se volcaría al consumo básico con efecto multiplicador. La Argentina tiene plata para pagar al FMI pero no para los argentinos. Y sigo. ¿Por qué no empezar pagando la deuda interna? La Caridad bien entendida comienza por casa dice el refrán popular. Incrementar las jubilaciones y los sueldos para que en la Argentina nadie gane por debajo o apenas rozando para arriba el umbral de la pobreza. Crear un seguro de desempleo al menos por encima del límite de indigencia. Asegurar la salud, la educación y la seguridad de los argentinos. Devolver algo de lo robado de los ahorros con los sucesivos corrales, corralitos y corralones. Garantizar la jubilación de los futuros pasivos, hoy de dudosa supervivencia. Tal deuda, ¿no merece ser atendida?. ¿Somos de palo los argentinos? ¿No es deuda el 70% del valor adquisitivo del salario que se robaron las dos últimas administraciones nacionales? Pero Kirchner en su mensaje pronunció la palabra mágica: Política. Porque el anuncio de ayer fue político. El FMI canceló hace días el aporte para sostener los beneficios sociales. La Ministro de Economía fracasó en sus gestiones en España. Chávez manipuló -tal es su costumbre- al débil presidente argentino y este no quiso ser menos que Brasil y, además, hay que sacar de las tapas de los diarios la inflación, el desgaste político de Kirchner -que rifó sus últimos magros votos en 50 días a contar desde la elección de Octubre-, el conflicto con el sector nacional y popular, las protestas sociales, el descrédito internacional creciente y todo aquello que molesta al oficialismo y entonces… Néstor Carlos Kirchner quiere hacer creer a los argentinos que: 1: Nos desendeudamos y 2: Que estamos en el cambio para mejor. Ni lo uno ni lo otro, lamentablemente amigos, ya verán… Muy bien le vendría a la Argentina que esa suma de dinero se invirtiera en la producción de bienes para el consumo interno y para exportar, en financiamiento barato a los emprendimientos productivos, en fortalecer el mercado, en paliar el hambre y demoler la indignidad de los argentinos. Pero el presidente piensa en términos latinoamericanistas o universales, quiere ser noticia en Le Monde o en el New York Time, copiar a la poderosa economía brasileña, complacer a Chávez y a Castro, castigar a Bush y al FMI. El mundo no es Río Gallegos pero Kirchner no lo sabe. Para el mundo, Kirchner es un mamarracho. Visiten Internet. El presidente no piensa en términos de todos los argentinos. Solamente algunos gozan de su afecto: los delincuentes terroristas -no los ex delincuentes terroristas, los actuales que son los de antes y los nuevos, porque la exclusión y la destrucción de un pueblo es terrorismo delincuencial-, los progresistas, los abortistas, los parientes de desaparecidos, los fanáticos del “Che”. Los otros, los que transitamos las calles y vemos la miseria que invade la “patria del pan”, los abuelos masacrados, los niños violados, los miembros de las instituciones agredidas, los pobres, esos no somos argentinos. Repito, no soy economista, apenas periodista y el “chico de los mandados” de mi familia, pero se me ocurre que esta nueva fantochada sin futuro ni objetivo claro, por ser parte del libreto de un indigente moral, solamente traerá nuevos males a la Argentina. Y porque quiero seguir siendo un hombre libre y un padre que educa en la libertad a sus hijos les confieso, amigos, que no reiré al ver los payasos de este circo, lloraré, que siempre hay un Garrik (*) al que se le escapa una lágrima sin maquillaje. Nota: Aclarando, para quien no es tan viejo… Garrik REÍR LLORANDO Viendo a Garrik —actor de la Inglaterra— el pueblo al aplaudirle le decía: «Eres el mas gracioso de la tierra y el más feliz…» Y el cómico reía. Víctimas del spleen, los altos lores, en sus noches más negras y pesadas, iban a ver al rey de los actores y cambiaban su spleen en carcajadas. Una vez, ante un médico famoso, llegóse un hombre de mirar sombrío: «Sufro —le dijo—, un mal tan espantoso como esta palidez del rostro mío. »Nada me causa encanto ni atractivo; no me importan mi nombre ni mi suerte en un eterno spleen muriendo vivo, y es mi única ilusión, la de la muerte». —Viajad y os distraeréis. — ¡Tanto he viajado! —Las lecturas buscad. —¡Tanto he leído! —Que os ame una mujer. —¡Si soy amado! —¡Un título adquirid! —¡Noble he nacido! —¿Pobre seréis quizá? —Tengo riquezas —¿De lisonjas gustáis? —¡Tantas escucho! —¿Que tenéis de familia? —Mis tristezas —¿Vais a los cementerios? —Mucho… mucho… —¿De vuestra vida actual, tenéis testigos? —Sí, mas no dejo que me impongan yugos; yo les llamo a los muertos mis amigos; y les llamo a los vivos mis verdugos. —Me deja —agrega el médico— perplejo vuestro mal y no debo acobardaros; Tomad hoy por receta este consejo: sólo viendo a Garrik, podréis curaros. —¿A Garrik? —Sí, a Garrik… La más remisa y austera sociedad le busca ansiosa; todo aquél que lo ve, muere de risa: tiene una gracia artística asombrosa. —¿Y a mí, me hará reír? —¡Ah!, sí, os lo juro, él sí y nadie más que él; mas… ¿qué os inquieta? —Así —dijo el enfermo— no me curo; ¡Yo soy Garrik!… Cambiadme la receta. ¡Cuántos hay que, cansados de la vida, enfermos de pesar, muertos de tedio, hacen reír como el actor suicida, sin encontrar para su mal remedio! ¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora! ¡Nadie en lo alegre de la risa fíe, porque en los seres que el dolor devora, el alma gime cuando el rostro ríe! Si se muere la fe, si huye la calma, si sólo abrojos nuestra planta pisa, lanza a la faz la tempestad del alma, un relámpago triste: la sonrisa. El carnaval del mundo engaña tanto, que las vidas son breves mascaradas; aquí aprendemos a reír con llanto y también a llorar con carcajadas.

Juan de Dios Peza

Más información www.politicaydesarrollo.com.ar

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