Padre de 5 hijos con una mirada de fe

Se trata de Darío Kemerer y está casado con Patricia Lombardo. Además, tuvieron otro hijo que falleció cuando tenía 12 días de vida y ahora tendría 5 años. Trabaja en Control Público del Municipio. Es diácono permanente en la parroquia Guadalupe.

Por Emilio Grande (h.)

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“Ser padre es una experiencia linda en una familia numerosa, pero está llena de renuncias en lo personal como estudiar o ir al gimnasio”, aclara Darío Kemerer en una entrevista con este cronista. Tiene 36 años, está casado con Patricia Lombardo y tienen seis hijos: Cristofer de 14, Alexis de 11, Nazareno de 8, Nataniel (tendría 5 años, vivió 12 días y dejó de vivir por una complicación en el embarazo), Tatiana de 4 y Bartolomé de 10 meses. Y agregó: “aprecio el amor de Dios a través de la familia y la generosidad está más en recibir que en dar, por ejemplo cuando me voy a trabajar no paran de darme besos”. Desde 1992 trabaja en Control Público del Municipio y actualmente es coordinador de grupos. Es el único trabajo fijo pero suele efectuar “cosas” extras para llegar a fin de mes. “Como paradoja a la sociedad actual en la que los matrimonios tienen uno o dos hijos y persiguen un cierto nivel económico, no tenemos auto y nos manejamos en bicicletas o en dos remises porque no entramos en uno solo. Hay que subsistir, no es fácil”, bromea.

Diácono permanente

Al mismo tiempo, desde el año último es diácono permanente en la parroquia Guadalupe y colabora en Fátima, ocupándose de casamientos, bautismos, sepelios, proclamar el Evangelio, la comunión y las bendiciones. “La vocación apareció cuando conocí a Patricia en la parroquia de Fátima y sentí un llamado, que se profundizó cuando hice Encuentro con Cristo y luego lo fui trabajando con el presbítero Alcides Suppo, pero la familia me acompaña en mi ministerio y en el trabajo”, expresa. Y realizó un análisis sobre su vida: “Desde lo humano es imposible efectuar tantas actividades, pero si te abandonas en las manos de Dios la cosa es distinta porque no se le puede ganar en su generosidad, contando con la compañía de amigos y personas que me sostienen”. A la hora de hablar de los límites a sus hijos, destaca la figura de su esposa porque “yo me dedico a jugar con ellos. Patricia es un pilar fundamental y lleva adelante la conducción de la casa, de lo contrario sería imposible ejercer el diaconado y trabajar”. Cada uno de los hijos es diferente “con sus dones y defectos; hay que dedicarle un tiempo especial para escucharlos. Entre ellos son muy unidos y tienen valores sin ocultar las peleas normales de cualquier familia, pero se puede dialogar”, precisa. En su aprendizaje de padre descubrió que “les hago correcciones, hay que acompañarlos y hay que decir las cosas con claridad, de lo contrario no te obedecen”. Gracias a su trabajo que realiza haciendo controles en la vía pública, descubrió que “se detectan problemas con los chicos en contacto con la calle. Por eso creo que hay que dialogar con los hijos a su nivel, ya que se aprende mucho si estás abierto a recibir enseñanzas en forma permanente”.

Fue publicado en el diario La Opinión de Rafaela.

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