Otra vez la rispidez

Por Joaquín Morales Solá

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Vicente Fox, dolido y desconforme; Lula, distante y diplomático; Ricardo Lagos, consensual y fatigado; Tabaré Vázquez, formal y prudente, y George W. Bush cordial pero decepcionado. Así se fueron de Mar del Plata. El único presidente eufórico resultó ser Hugo Chávez. El balance no es bueno para Néstor Kirchner ni para su política exterior, aunque hay razonables dudas sobre si realmente el presidente argentino tiene una manera definida de relacionarse con el mundo. No está en discusión, en Brasil y en la Argentina, por lo menos, la posición de Buenos Aires sobre el ALCA. Ni Brasil ni la Argentina pueden firmar, en efecto, cualquier tratado de integración hemisférica. Un acuerdo de esa naturaleza debería estar precedido de compromisos recíprocos sobre los subsidios norteamericanos a sus productos agrícolas. El problema estuvo en la carencia de diplomacia y en la forma ríspida y confrontativa que se usó. El presidente brasileño, por ejemplo, no cedió nada ante Bush, en lo esencial, pero creó un clima distendido y amable entre ellos. Ese clima, quizá, lo ayudó a encontrar una fórmula en su reunión con Bush, en Brasilia, sobre el diferendo de Mar del Plata: el Mercosur podría reanudar negociaciones por el ALCA sólo luego de la reunión que se hará en Hong Kong, en diciembre próximo, en el marco de la Ronda Doha de la Organización Mundial del Comercio. El secretario de Comercio norteamericano y Roberto Lavagna habían llegado a la misma conclusión en una reunión en Buenos Aires previa a la de Mar del Plata. Pero ese modo de encarar las cosas no se pudo llevar a las palabras del documento final. Una cosa lo impidió: Kirchner hizo, en su discurso inaugural, un balance histórico del ALCA y de las políticas económicas del mundo, que pertenece a su ideología y que no tenía por qué ser compartido por el resto de los presidentes. Polarizó la cumbre en lugar de buscar las diagonales probables. Antes, Kirchner perdió el equilibrio, que había encontrado tras las elecciones argentinas, cuando los resultados de la reunión con Bush no coincidieron con sus enormes expectativas. Simple: Washington prefiere que las negociaciones de la Argentina con el Fondo Monetario Internacional comiencen entre ellos y se reserva para sí una gestión de mediador sólo en un eventual momento de crisis. A Kirchner le desagrada esa hoja de ruta. Cree que los EE.UU. dejarán, así, que el país se hunda en el agua para tomarlo de los palos y sacarlo a la superficie sólo cuando esté a punto de ahogarse. Le hubiera gustado un compromiso más firme del presidente norteamericano, pero éste tiene sus propias limitaciones: las decisiones del G-7, mandante final del Fondo, son por consenso, y además está la propia estructura del organismo, que por algo está. Fox pudo haberse equivocado en hacer un resumen de lo que pasó (por lo demás, bastante fiel) en un reportaje periodístico. Pero no se le contesta al presidente de México desde una tribuna. El gobierno argentino debería reencontrarse con el viejo sistema para referirse a otros países y a otros presidentes: dar un comunicado oficial con la posición del país. Fox no es Duhalde ni Elisa Carrió. La tribuna de Kirchner ya puso la tensión con Italia al borde de la ruptura diplomática de relaciones (cuando maltrató públicamente a Silvio Berlusconi). Esa ruptura, que fue inminente en un momento aún secreto, la evitó sólo el exquisito profesionalismo diplomático del ex embajador italiano Roberto Nigido. Desde esa tribuna zamarreó también al embajador francés, Francis Lott, por palabras que el diplomático ya había explicado ante la cancillería argentina.


Fox se fue dolido de la Argentina. No tuvo una reunión bilateral con Kirchner, que creía segura. Es grave que la cancillería haya aclarado luego que la reunión fue pedida pero que nunca fue confirmada. Método habitual en la era de Kirchner. Más grave aún fue que el jefe de Gabinete asegurara después públicamente que Kirchner nunca se enteró del pedido ni, mucho menos, de la no respuesta. ¿Hasta qué extremos, entonces, ha dejado de funcionar el Estado argentino? La mirada conspirativa de la historia -y de todo lo que le cuelga- de la administración de Kirchner vio en el acto en Fox a un enviado a los intereses de los Estados Unidos. Hay una información reciente que seguramente Kirchner ignora: Fox les negó inmunidad a las tropas norteamericanas con la misma vehemencia que el presidente argentino. Fox es Fox y México es México, cargando con sus propios aciertos y sus propios errores, como todos los hombres y como todas las naciones. Kirchner está siempre predispuesto a ignorar los deberes de gratitud del país por actos que sucedieron antes de que él reescribiera la historia. Fox fue uno de los pocos líderes del mundo que vinieron a la Argentina en los primeros meses de 2002, cuando el país estaba en el aire y nadie sabía cómo ni cuándo aterrizaría. Tuvo palabras de esperanza y de consuelo para una sociedad carente de anhelos y de consolación. No se quedó en palabras: el comercio con México se duplicó desde 2002 (está hoy en el orden de los 1500 millones de dólares) y tiene un importante superávit en favor de la Argentina. El principal rubro de las exportaciones argentinas a México es el automotriz. Los empresarios argentinos de automotores estaban ayer con una notable preocupación por la tensión creciente con México; temen que esos convenios se caigan en cualquier momento. México tiene un acuerdo firmado de complementación económica con el Mercosur y pidió integrarse como miembro de la alianza económica del sur de América. Lo pidió, no casualmente, cuando Kirchner era el presidente pro témpore del Mercosur; México sabe que tiene en Brasil un rival por el liderazgo de América latina.


Pero la Argentina parece estar preocupada sólo por el ingreso de la Venezuela de Chávez como miembro del Mercosur. Julio De Vido, virtual canciller para el caso exclusivo de Venezuela, lo explicó con claridad en las últimas horas. La posición que Kirchner defendió en Mar del Plata, sobre el ALCA, fue diseñada por Brasil hace mucho tiempo. Brasil también pone las mayores reticencias al ingreso de México en el Mercosur. ¿No debería la Argentina mediar entre los dos gigantes de América latina en lugar de destratar al presidente de México desde una tribuna impropia? El propio Kirchner dijo ayer que hay problemas en el Mercosur. Hubiera sido una hipocresía no reconocerlo. Los amores de Mar del Plata sucedieron un mes después de serios encontronazos entre los socios del sur de América. Brasil nunca dejará de defender sus propias políticas. Uruguay ha planteado su propia relación con los Estados Unidos a través de un tratado particular de inversiones norteamericanas. Paraguay les dio a las tropas estadounidenses la inmunidad que les negaron la Argentina y México. La reunión con Bush no tuvo los resultados que Kirchner esperaba y la cumbre de Mar del Plata fue entendida como un fracaso por todo el mundo. Kirchner reacciona con moderación y sensatez cuando lo arropa el éxito, pero la frustración lo devuelve al furor y la confrontación. Hay, esta vez, una diferencia: muchos puentes que ha roto están en el exterior y su reconstrucción será, necesariamente, más lenta y difícil. Otra política exterior y otras formas deberían suceder, cuanto antes.

Joaquín Morales Solá

Fuente: diario La Nación, 9 de noviembre de 2005.

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