Oración por la vida y la paz en el día del niño por nacer

Por Luis Fernández.- ¡Oh Dios y Padre nuestro!, Señor de la vida y de la paz, hoy en el día del “Niño por nacer”, te rogamos en esta hora de tribulación, del país y del mundo, reconociendo que Tú nos amas y nos conoces, y que nada de los que nos preocupa se te oculta, te suplicamos que no dejes de mirar con Misericordia, a tantos niños que se les priva nacer, con el horror del aborto, que Tú ternura providente, los asista y acompañe siempre.

Hemos perdido la dignidad, al matarnos unos a otros, en la tragedia de la guerra y del aborto, perdiendo la paz en nuestros corazones,  hemos  traicionado los sueños e ideales de la maravilla que es la “vida”, y el asombro gozoso que causa el sentirnos fraternos, hermanos con todos, formando unidos la verdadera cultura del encuentro de la vida, construyendo cada día, la humanidad nueva.

Vivimos hoy la angustiante experiencia diaria de corazones endurecidos , sin esperanza atropellándonos unos a otros, enfermos ansiosos, llenos de avidez, indiferentes caminamos como autómatas encerrados en nuestros egoísmos, que hacen bulling en la  juventud, y en los mayores capaces de desechar y descartar a los demás, hasta el extremo de matar y decidir quienes tienen que vivir y quienes morir, dejando en el camino a los más débiles  y vulnerables, matando tanto los niños por nacer como con la posibilidad de la eutanasia para los queridos ancianos.

Un mundo que ignora y se olvida de Dios, prefiriendo vivir en la mentira, la agresividad, proponiendo sus verdades en estadísticas, en el poder del dinero, de las armas, mientras la hambruna y crisis social, llega a records cada día más grandes, y la misma consecuencia siempre que los que más sufren son los más indefensos, como los niños por nacer, los que tienen que abandonar su hogar y sus tierras en las guerras, mientras los menos siguen acumulando placer y bienestar, por la venta de las armas. Ayúdanos Señor a no olvidarnos de nuestra casa común, que es la Tierra, el mundo donde vivimos. Por eso te decimos,  ¡Padre Misericordioso perdónanos!

Sabemos Padre que tu no nos abandonas, porque nos enviaste a tu Hijo Jesús, nuestro hermano y amigo, salvador de la humanidad, que vino a “levantarnos”, a darnos la  vida nueva de la Pascua, venciendo el pecado y la muerte resucitando, entregándose por todos, experiencia fuerte en los tiempos difíciles, cuando parece detenerse la vida y un manto de tinieblas cubre el mundo, y la humanidad desorientada pierde su rumbo, como marchando a la nada del sin sentido de la vida, donde todo da lo mismo, “como un cambalache se ve correr la vida”, dice el tango.

El corazón de Cristo, tú Hijo, nacido de la Virgen María, viene a sanar nuestras heridas, y nos pide la “conversión”, un cambio de vida, una nueva mentalidad, capaz de devolvernos la confianza, la alegría y la esperanza, en medio de tanta tristeza y dolor, ante la muerte de los niños inocentes y la locura de la guerra. Padre bueno, que recuperemos la paz, la fraternidad entre los hermanos y los pueblos. Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a escucharnos y perdonarnos, como hizo tú Hijo Jesús en la cruz. A vos confiamos las necesidades y aspiraciones de la familia humana.

Que corra por toda la Tierra el latido del corazón de cada niña y niño, que desde el vientre materno, se vuelva un grito, un llamado, una súplica, de esperanza a vos Padre y a cada uno de nosotros como hermanos fraternos, para que todos unidos convencidos, hagamos una nueva humanidad, sin abortos ni guerras, sino construyendo con gozo, la vida en familia, con trabajo y la alegría de la amistad, dichosos de ser fraternos, solidarizándonos todos por tener buena educación, salud y paz para siempre. Amén.

El autor es el obispo de la diócesis de Rafaela.

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