Nuestras instituciones, bajo cuidados intensivos

Se trata de un documentado elaborado por la Comisión de Desarrollo Humano Integral de la Diócesis de Rafaela.

Compartir:

La pandemia que desde hace año y medio atravesamos pone al descubierto una endemia, distinta y mucho más antigua. Es otro tipo de enfermedad que viene aquejando nuestra sociedad, sus instituciones y sus normas con un nivel de circulación comunitaria que logró contagiar a gobiernos de diferentes signos políticos y atravesó diversas capas y sectores sociales. Esta realidad pone en riesgo la salud de nuestra vida democrática, a la que estamos llamados a resguardar como «sistema político más coherente con la dignidad de la persona humana, sustentado en la realidad de ser pueblo»1.

Diagnóstico

La fragilidad jurídica e institucional de nuestra nación, que arrastra varias décadas, se manifiesta en la dificultad de alcanzar «acuerdos básicos y duraderos, mediante un diálogo que incluya a todos los argentinos»2. Instituciones débiles son una causa del subdesarrollo, favorecen la falta de transparencia y las maniobras de corrupción. La falta de previsibilidad y los continuos cambios de reglas de juego generan un clima de incertidumbre que desanima la inversión extranjera y local (síntomas de esta desconfianza, son el deterioro del valor de la moneda nacional y la cantidad de bienes y capitales que los mismos argentinos tienen en el exterior).

Otra expresión de abulia institucional, es el creciente recurso en los medios y en las redes sociales a la condena popular, a las fake news, a los métodos de escrache que exponen la vida íntima de las personas o las estigmatizan por su modo de pensar; corrientes de pensamiento que fomentan una perspectiva maniquea y sectaria del mundo y del otro.

La amistad social y la mirada fraterna ayudan a descubrir «la opinión constructiva del otro, nuevos aspectos y dimensiones de la realidad, que no se alcanzarían a reconocer en el aislamiento y la obstinación»3. Por ese motivo, y sobre todo en tiempos pre electorales, es urgente  «cicatrizar las heridas,  evitar las concepciones que nos dividen entre puros e impuros, y no alentar nuevas exasperaciones y polarizaciones»4.

El retroceso del Estado de derecho se percibe también en la aparición de zonas liberadas donde reina la inseguridad (en los grandes centros urbanos de nuestra provincia el fenómeno se agudiza con las disputas entre bandas de narcotraficantes que montan una estructura para-estatal y se valen de niños y jóvenes como mano de obra para la delincuencia). No sólo en las grandes ciudades, en las pequeñas y en las colonias que forman nuestro territorio diocesano siguió muy activo el narcotráfico (aún en los períodos de cuarenta) lo cual abre un fuerte interrogante sobre el rol de las fuerzas del orden público, sea por negligencia en la acción o por omisión cómplice. Estas situaciones se ven fogoneadas por los lentos y burocratizados procesos judiciales (que llevan a intentos de hacer justicia por mano propia) y por la deficitaria estructura del sistema carcelario y de las instituciones de minoridad que se ven desbordados en su misión de recuperar y reinsertar socialmente a quien ha delinquido.

Es necesario que el Congreso y las legislaturas locales recuperen su pleno funcionamiento para asegurar el balanceo armónico de pesos y contrapesos entre los poderes del Estado, propio del sistema republicano. El sistema de contralor lo refuerzan también instituciones que han de funcionar con  autonomía como el Banco Central, el Consejo de la Magistratura, el Ministerio Público Fiscal. En relación a estos dos últimos, es de vital importancia promover la elección de jueces y fiscales probos e independientes como reaseguro para toda la sociedad, sabiendo que en sus manos descansan decisiones relacionadas con la seguridad, la libertad, los bienes, los derechos y garantías de los habitantes5.

Todas estas realidades, que no corresponden a un solo gobierno o agrupación política y que llevan años instaladas en nuestra sociedad, nos duelen pero también nos cuestionan como Iglesia, ya que en ellas se han visto involucrados  muchos bautizados. Esta situación nos lleva a replantear la necesidad de una formación moral, cívica y ciudadana más incisiva en los fieles para evitar un divorcio entre la vida y la fe.

Anticuerpos y posibles tratamientos

Por otro lado, se ven signos alentadores en la renovación generacional de dirigentes (esperamos que los jóvenes no repliquen viejas prácticas negativas). Necesitamos generar un nuevo liderazgo que, desde la mística del servicio, tenga la capacidad de promover el desarrollo integral de la persona y de la sociedad 6.

Existen valores culturales muy apreciados en la actualidad que pueden ayudar en este proceso de recuperación, como la pluralidad y la inclusión: es muy importante que puedan trasladarse al campo de la política para superar intolerancias y favorecer un marco de diálogo y consenso7. Es indispensable que los principales candidatos, previo a las elecciones, alcancen acuerdos básicos a nivel legislativo y un modo de hacer campaña respetuoso de las formas de una democracia madura.

Resulta interesante impulsar una reforma en el sistema electoral que permita a los ciudadanos seleccionar los candidatos de la misma o de distintas agrupaciones políticas que más lo representen en sus valores y convicciones, o por su capacidad e idoneidad. De esta manera, preservando la estructura y mediación partidaria, llegarán a ser legisladores aquellos que mejor expresen la voluntad de los electores, evitándose el efecto lista-sábana8. En este sentido, es positivo propiciar la práctica de mecanismos de democracia indirecta, ya previstos en la Constitución Nacional (consulta popular, iniciativa popular).

Otro elemento positivo importante de nuestro tiempo es la conciencia del respeto a los derechos humanos. Esto nos desafía a avanzar y a dar el paso de habitantes a ciudadanos responsables; es decir, a ser capaces, además de exigir derechos, de cumplir con nuestros deberes (en particular, aquellos con mayores responsabilidades sociales)9.

Otro fenómeno auspicioso es la creciente participación de instituciones intermedias y ONGs en la vida social. En el anterior comunicado de esta Comisión (que releva la situación sanitaria de nuestra Diócesis10) se destacó la positiva acción articulada (especialmente en las pequeñas poblaciones y colonias) entre las instituciones públicas y las fuerzas vivas. Sería un modelo importante a replicar a escalas más grandes y en modo estable (es decir, no sólo en momentos puntuales de emergencia). Se puede verificar cómo tantas iniciativas solidarias y del voluntariado son creativas, flexibles y logran adaptarse rápidamente para responder a las necesidades, como un valioso complemento de las acciones del gobierno. Por ello es importante que cuenten con apoyo social y respaldo jurídico que facilite su labor sostenida en el tiempo.

Como señalan nuestros obispos, es fundamental  «fortalecer las instituciones republicanas, el Estado y las organizaciones de la sociedad» ya que «la calidad de vida de las personas está fuertemente vinculada a la salud de las instituciones de la Constitución, cuyo deficiente funcionamiento produce un alto costo social»11.   Es en la «educación para los verdaderos valores de la democracia como servicio al bien común, en la recuperación de la ética social, la legalidad y la moral pública, que el sistema democrático podrá defenderse de los males que hoy lo desprestigian»12.

Recordando un nuevo aniversario de la independencia buscamos «dar gracias por el legado que nos dejaron nuestros mayores, interpretar nuestro presente a la luz de nuestra fe y decir una palabra esperanzadora, siempre iluminada por el Evangelio (…) que abra el futuro para una Argentina fraterna y solidaria, pacificada y reconciliada, condiciones capaces de crear una Nación para todos»13.

Esta Comisión está formada por más de 20 profesionales que integran diversas áreas de trabajo: Educación, Familia y Cultura; Derecho, Justicia y Seguridad; Economía y Desarrollo Social; Salud; Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable; y Magisterio Social.

  1. Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad (2010-2016)  –   Documento de la 96ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina (Pilar, 14 de noviembre de 2008); pto 17.
  2. Ib. pto 6.
  3. Ib. pto 16.
  4. Ib. pto 19.
  5. «Resulta imprescindible asegurar la independencia del poder judicial respecto del poder político y la plena vigencia de la división de los poderes republicanos en el seno de la democracia. La calidad institucional es el camino más seguro para lograr la inclusión social» – Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad (2010-2016), pto 53.
  6. Cf. Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad (2010-2016), ptos. 20 y 22.
  7. Cf Ib pto 3; «Es indispensable procurar consensos fundamentales que se conviertan en referencias constantes para la vida de la Nación, y puedan subsistir más allá de los cambios de gobierno» Ib. pto 14. «Desde ellos se deberían institucionalizar las necesarias políticas públicas para el crecimiento de toda la comunidad». Ib. pto 15.
  8. Esto alentará una participación ciudadana más activa y comprometida, reforzando la legitimidad de quienes son electos y superando el estigma de verse obligados a optar por el mal menor.
  9. Cf. Ib ptos  34 y 38.
  10. Juntos todos por la vida – Mensaje de la Comisión de Desarrollo Humano Integral (Diócesis de Rafaela, 21 de mayo de 2021).
  11. Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad (2010-2016), pto 35.
  12. Bicentenario de la Independencia – Tiempo para el encuentro fraterno de los argentinos, pto 19.
  13. Ib. pto 2.
Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *