No molesta la ideología, sino la independencia

Por Joaquín Morales Solá

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Pepe Eliaschev es un periodista fastidioso. Pero, ¿se puede ser periodista sin fastidiar? De su mirada crítica -aunque siempre rigurosa- no nos salvamos sus colegas ni los medios. Eso sí: nunca hurga en el cotilleo sempiterno de la profesión. Juzga, critica, defiende a sus colegas y a los medios sólo con la vista puesta en lo que han hecho o dicho aquí, ahora y en el espacio público. Un periodista así es, forzosamente, crítico del poder o de algunas de sus particularidades. Llevaba cinco años en Radio Nacional con un programa que es un clásico de la radiofonía de la tarde (“Esto que pasa”) y Néstor Kirchner se lo levantó en las vísperas del Año Nuevo. Hubo -como lo aceptó la propia directora de la radio- una dosis no menor de “crueldad”. En síntesis: le amargaron a Pepe la fiesta de fin de año. Resulta difícil imaginar a la directora, Mona Moncalvillo, víctima ella también de anteriores censuras y de viejos autoritarismos, hacer el papel que ha hecho.


El Presidente viene con una carga de creciente rencor contra la prensa independiente. El propio diario LA NACION ha sido varias veces, en los últimos días, centro de sus invectivas disparadas desde el arbitrario atril. ¿Cuál fue el pecado? Consistió, esta vez, en disentir con un proyecto que refiere a una cuestión constitucional: el Consejo de la Magistratura. ¿En qué Argentina estamos ingresando, entonces, cuando el disenso sobre cuestiones de la Constitución es un pecado del periodismo? Hay que repetirlo: aquellas diatribas y estas brutales censuras a periodistas independientes están marcando una dirección lamentable en la relación entre el poder y el periodismo. Podríamos estar viviendo sólo las vísperas de embestidas más graves y estructurales contra la prensa. Como en el viejo poema de John Donne, nunca hay que preguntar por quién doblan las campanas. El único consuelo es que el periodismo argentino no está carente de experiencia en materia de censuras y censores. No le es necesario remontarse a los tiempos de gobiernos militares, cuando la censura estaba directamente en la ley. El propio Carlos Menem envió al Congreso no menos de cuatro proyectos para amordazar a la prensa. Cuando todo lo intentó y nada pudo por la vía parlamentaria, el entonces presidente se dedicó a activar causas judiciales contra periodistas, que estaban en manos de sus jueces amigos. Quien esto escribe resultó condenado, en aquel período, a tres meses de prisión en suspenso por cosas que había escrito. Sin embargo, el periodismo nunca aceptó, felizmente, la sumisión ante el poder, siempre circunstancial y efímero. En un momento de crisis de los partidos políticos y de las instituciones (que el Presidente no hace a veces más que profundizar) es casi una conclusión lógica que los poderosos quieran acometer contra la prensa, la única vía independiente de comunicación de la sociedad, además de la voz monocorde del Gobierno, dueño y señor de muchos recursos mediáticos.


Es todo un símbolo de los métodos del poder que el Presidente se haya puesto al servicio de la agraviante comicidad televisiva (para humillar a un ex presidente) y, al mismo tiempo, haya dispuesto el levantamiento del programa radial de Pepe Eliaschev. Cualquiera que lo haya escuchado a Pepe percibe que sus editoriales (la columna vertebral de sus programas) son piezas redactadas y preparadas, con informaciones novedosas y con noticias chequeadas, confeccionados como si se trataran de artículos de la prensa gráfica. Así las cosas, el rigor está saliendo de los medios para dar lugar a la frivolidad del poder. Las ideas de Pepe Eliaschev forman parte, puede decirse, del amplio espacio progresista. Ningún periodista debería ser censurado por portación de ideas. Pero la censura a Pepe indica, además, que lo que le molesta al kirchnerismo no es la ideología, sino la independencia. La independencia intelectual, que es crítica por definición, es insoportable para el poder actual. Es posible que la explicación que escuchemos del Gobierno consista en que el Presidente nunca estuvo enterado de nada. Es el estilo que practica, raro en un político como Kirchner que se ufana de saber hasta el número de las moscas que rondan su administración. Podríamos simular la aceptación de la simulación, pero sólo si Pepe recuperara su espacio independiente, que la radio y el periodismo necesitan.

Joaquín Morales Solá

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 2 de enero de 2005.

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