“No es fácil ser cristianos”

Por Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas

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Monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 9 de enero de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título “No es fácil ser cristianos”.

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Según el censo del año 1990, en el país se declararon católicos el 90.4%. En el del año 2000, el 88.22%. Unos Estados rebasaron esta cifra, como Aguascalientes y Guanajuato con 96.07%, Jalisco con 95.39%, Querétaro con 95.37% y Michoacán con 95.12%. El resto de los Estados fluctuaron entre 85 y 95%. El Distrito Federal llegaba a un 90.57%. Los más bajos eran Campeche con 75.04%, Tabasco con 72.26%, Quintana Roo con 71.76% y Chiapas con sólo el 64.16%. A pesar de ser nuestro Estado el menos católico, se ha frenado la deserción. De 1970 a 1980, dejaron el catolicismo el 14.3% de la población; de 1980 a 1990, el 9.3%; de 1990 al 2000, sólo el 3.44%.

A nivel nacional, dijeron ser protestantes el 7.35%. Agregándolos al 88.22% de católicos, éramos un total de 95.57% de cristianos en el país. Los que se declararon “sin religión”, eran sólo el 3.49%. El resto faltante para el 100%, sin especificar. Veremos cuánta variación nos ofrece el censo de 2010, en este rubro tan importante para conocer la realidad religiosa estadística en el país.

Sin embargo, a pesar de ser el 95.57% de bautizados, católicos y protestantes, la violencia, el narcotráfico, los secuestros, la extorsión, la corrupción, la infidelidad matrimonial, los divorcios, las injusticias, el alcoholismo, el abuso de la sexualidad, la aprobación de leyes contra la vida y la familia, los abismos entre clases sociales, el racismo persistente, los robos, la inseguridad, etc., demuestran que muchos cristianos no somos coherentes con nuestra fe. Cierto que escándalos clericales y antitestimonios de pastores evangélicos, que también se dan, alejan a muchas personas de nuestras iglesias y de Jesucristo; con todo, es la vida inmoral y antievangélica de muchos creyentes la que más afecta al país.

JUZGAR

En Aparecida, describimos unas sombras de nuestra realidad, como “debilidades, compromisos mundanos e incoherencias” (5), “una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados. Nuestra mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia; la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad” (12); “una cultura sin Dios y sin sus mandamientos, o incluso contra Dios” (13).

Hace poco, dijo el Papa Benedicto XVI: “No olvidemos el inmenso don que recibimos el día en que fuimos bautizados. En ese momento Cristo nos unió a sí para siempre; pero, por nuestra parte, ¿seguimos permaneciendo unidos a él con opciones coherentes con el Evangelio? No es fácil ser cristianos. Hace falta valentía y tenacidad para no conformarse a la mentalidad del mundo, para no dejarse seducir por los señuelos a veces poderosos del hedonismo y el consumismo, para afrontar, si fuera necesario, incluso incomprensiones y a veces hasta verdaderas persecuciones. Vivir el Bautismo implica permanecer firmemente unidos a la Iglesia, también cuando vemos en su rostro alguna sombra y alguna mancha. Es ella la que nos ha engendrado para la vida divina y nos acompaña en todo nuestro camino. ¡Amémosla, amémosla como a nuestra Madre! Amémosla y sirvámosla con un amor fiel, que se traduzca en gestos concretos en el seno de nuestras comunidades, sin caer en la tentación del individualismo y del prejuicio, y superando toda rivalidad y división. Así seremos verdaderos discípulos de Cristo” (8-XI-09).

ACTUAR

Es necesario convertirnos todos, para vivir con coherencia el Evangelio. Católicos y protestantes deberíamos ser los que más ejemplo demos de justicia, honestidad, respeto a los derechos de los demás, trabajo, responsabilidad, amor a la verdad, solidaridad con los pobres, defensa de los débiles, sobriedad en compras, bebidas y alimentos, leyes acordes al orden natural, protección del medio ambiente, fidelidad conyugal, etc. No es fácil convertirnos, pero sí es posible, con la ayuda de Dios.

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