Néstor Corona: “Las certezas absolutas no sirven para vivir”

El decano de Filosofía de la Universidad Católica apoya el diálogo y la diversidad.

Por Sebastián Dozo Moreno

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¿Un admirador de Nietzsche y seguidor de Martin Heidegger puede ser decano de Filosofía y Letras en la Universidad Católica Argentina (UCA)? Sí. Es el caso de Néstor Angel Corona, un librepensador heideggeriano de formación cristiana, convencido, entre otras cosas, de que en filosofía las certezas absolutas no sirven para vivir, de que no puede hablarse de errores en la historia de la filosofía y de que la universidad no debe ser el escenario de las fórmulas claras y rígidas, sino “el lugar del desconcierto”, sin lo cual no hay aprendizaje ni pensamiento genuino.

Más aún: Corona saluda como algo positivo la declinación de los absolutos y no anatematiza la modernidad. Considera que hoy el hombre tiene una conciencia más aguda de su libertad personal y que la filosofía verdadera debe ser testigo de la vida, con sus luces y sombras.

Al analizar la tradición filosófica de la Iglesia (que es también, naturalmente, la de la Universidad Católica), de corte tomista, advierte que en el mundo moderno rigen nuevos paradigmas, y que, por lo tanto, debe superarse la escolarización de la filosofía, que tiene su origen en el medioevo.

Al respecto, afirma que la UCA debe estar hoy más que nunca abierta al diálogo con todo el mundo, no sólo para aprender. «El diálogo es saber reconocer la verdad del otro», dice.

Néstor Angel Corona es el actual decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Pontificia Universidad Católica Argentina y el vicepresidente para América latina de la Comiucap, Conferencia Mundial de Instituciones Universitarias Católicas de Filosofía. Entre sus obras se destacan: Pulsión y símbolo: Freud y Ricoeur y Lectura de Heidegger. La cuestión de Dios , de reciente publicación.

-En la Argentina y en el mundo proliferan los cafés filosóficos, y cada vez más acude la gente a la filosofía en busca de respuestas. ¿A qué atribuye este fenómeno?

-Estamos viviendo una suerte de desorientación general, y esto despierta el interés por las ciencias del espíritu. Entre ellas, la filosofía es el esfuerzo máximo que el hombre hace para conquistar la lucidez.

-¿Las épocas de crisis y confusión son propicias para la filosofía?

-Yo creo que sí, pero cuando decimos crisis no hablamos sólo de grandes crisis como las guerras, sino de las crisis personales, que desencadenan el apetito filosófico del hombre. Le diré más, y en esto estoy con Heidegger: todo hombre es filósofo. Todo hombre aspira naturalmente a la lucidez. En este sentido, la proliferación de cafés filosóficos es un testimonio claro de que la filosofía tiene que ver con la vida, y que por lo tanto se despliega en cualquier momento y lugar, y no sólo en la universidad.

-Si la crisis es propicia para el pensamiento filosófico, ¿la vida muy organizada y confortable es un obstáculo?

-Tarde o temprano, la comodidad aburre, y esto puede ser un incentivo para la filosofía. La necesidad de frescura y de novedad puede conducir al hombre al pensamiento.

-¿El excesivo confort y la vida satisfecha conducen más a la evasión que a la reflexión?

-Bueno, yo me reconozco discípulo de Martin Heidegger, y él dice que en la vida acomodada, donde todo parecería estar resuelto, siempre, como una especie de neblina que se filtra por debajo de la puerta, se cuela la angustia, aunque es cierto que también se multiplican los instrumentos para negarla, y esos instrumentos siempre tienen la forma de la evasión. El fútbol, por ejemplo, que es un deporte que admiro, al multiplicarse al infinito y convertirse en el comentario del comentario, se vuelve una especie de opio del pueblo, como lo fue en el pasado cierto tipo de religión.

-¿El «comentario del comentario» no es algo propio de los ambientes académicos, en los que se abusa de la crítica?

-Sin duda, y por eso la fenomenología lanzó un grito de batalla al decir que hay que ir a las cosas mismas tal como se nos presentan, sin prejuicios. Pero está el riesgo de la crítica de la crítica, una especie de escolarización que hemos sufrido en la filosofía de cuño cristiano.

-¿En qué consiste esa escolarización?

-Es cuando la filosofía se vuelve un mecanismo que funciona solo: usted aprieta el botón de un concepto y salen todos los demás conceptos, y la realidad que dio lugar a ese concepto queda a larga distancia. Yo no tengo dudas de que esa actitud antifilosófica tiene que ser desterrada.

-¿Para dar lugar a qué otra actitud?

-Mire: la gran categoría de nuestro tiempo es la experiencia, la vida misma. Todo el esfuerzo de la filosofía es tratar de ser testigo de la vida, es tratar de hablar sin despegarse de la vida, algo que, por demás, encontramos claramente en Nietzsche, que al respecto es un filósofo ejemplar. Hay que decirlo en forma directa y brutal: a la filosofía lo único que debe importarle es la vida, con sus fracasos, logros, alegrías y nada más que la vida.

-¿Cree que hoy las personas buscan solución a sus dilemas existenciales más en la filosofía que en la psicología, y que hoy existe una rivalidad simbólica entre Freud y Sócrates?

-Cuando la psicología es profunda, también es filosofía y no mera psicología, y esto es algo que puede verse claramente en la obra de Lacan. Ni siquiera se puede hacer buena clínica sin una antropología, es decir, sin una visión de la totalidad de lo real.

-En una época como la nuestra, de evidente individualismo, en la que ya no se le teme a la libertad ni a la condena social, ¿qué sucede con esa moral cristiana que en el pasado quiso erigirse como parámetro universal de recta conducta?

-Hoy asistimos a una declinación de los absolutos, y creo que debe saludarse como algo positivo esta conciencia de la libertad personal, y del valor del tiempo en la vida del hombre. En todo lo que es afirmación de la vida, con sus contradicciones y riesgos, no temería ser nietzscheano. Y en cuanto a la moral A mí me parece que ninguna moral se impone por una fundamentación filosófica, sino que la moral tiene sentido cuando los hombres dan ejemplos de recta conducta.

-Cuando al pensador cristiano Charles Péguy le preguntaron su opinión sobre la moral, exclamó fastidiado: «¡Ah, ese invento!» ¿Coincide en que la moral es un invento?

-Me parece excelente la respuesta de Péguy. Y quiero entenderla así: las formulaciones objetivas de lo debido y lo no debido, es decir, la normatividad, es algo posterior a la vida, y cuando no resulta así, entonces la moral es un invento. El cristianismo es un estilo de vida. La normatividad viene después.

-¿Qué piensa de las filosofías que, para escándalo de la moral, ven el mal y el error como un paso necesario para alcanzar el bien y la lucidez a la que usted aludió al principio?

-Si el error y el mal son un imperativo moral, digo no. Ahora, si se trata de «no hay más remedio que «, concedo, absolutamente. No se logra el recto camino sin muchas equivocaciones. Cualquiera que sea honesto con su propia vida puede dar testimonio de esto.

-¿La universidad católica, de tradición aristotélico-tomista, está en condiciones hoy de dialogar con el mundo, siendo que sus fundamentos teóricos son los de Santo Tomás de Aquino, un religioso que vivió hace más de 700 años?

-Es una importantísima pregunta [sonríe], y tiene que ver con mi cargo en esta universidad. Yo creo que hay que distinguir entre el pensar tomista y el pensar tomasiano, y tener en cuenta que Tomás de Aquino fue un gran revolucionario en su época, que se animó a traer al pensamiento filosófico de la Iglesia a un pagano como era Aristóteles, lo cual le trajo muchos dolores de cabeza.

Por Sebastián Dozo Moreno

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 28 de octubre de 2006.

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4 thoughts on “Néstor Corona: “Las certezas absolutas no sirven para vivir”

  1. Qué bueno saber que mi compañero de los primeros dos años de la primaria, en el Colegio San José, y también co-monaguillo en aquellos lejanos pero entrañables años, sea un libre pensador (con mayúsculas).

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