Negocio a costo del esfuerzo ajeno

Aparte de que el esfuerzo familiar para pagar la hipoteca esté ya en el límite, cohabitan otras barreras que aún no se han levantado por mucha legislación dictada, lo que no quiere decir que se aplique.

Por Víctor Corcoba Herrero (España)

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La idea, o mejor dicho la convocatoria, de la escritora chilena Gabriela Mistral, a sabiendas de que el ejemplo vale más que toda ley humana, creo que puede darnos luz a un mundo sin límite, sobre todo en cuanto a la ambición de riqueza y poderío. Dice así el pensamiento: “Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú. Sé tú el que aparta la piedra del camino”. Viene a decir, que seamos los primeros en abrir camino, pero no como dioses, sino con la virtud de entrar en sí mismo, en lo más profundo de la propia entidad, ahondando en esa dimensión de persona, para donarse como los hijos del verso y la palabra. Lo malo es que hay tantos pedruscos en cada paso, que no hay siesta suficiente para tomar aliento. Hasta el aire nos lo han adoctrinado para que la confusión nos vuelva de un lirismo idiota sin precedentes. Las ideas van de acá para allá, a la velocidad de las galaxias, pero cada cual las toma como puede o le dejan. 

En todo caso, pienso que no es fácil en los tiempos que corren oírse, hallarse en el esfuerzo interior para poder discernir el esfuerzo colectivo que nos interesa. Realmente, son muchas las fuerzas contrarias, las corrientes exteriores que nos pierden. Hay esfuerzos que no vale la pena gastar energía alguna. Sin embargo, otros bríos, como respiran las anteriores sílabas de Mistral, accesibles a todo bicho viviente, una vez acogidas en el pensamiento y en la vida, seguro que nos transforman sometiendo los pronombres a la conjugación de todos los tiempos; creando praxis, costumbres y usos que nos solidarizan. Por desgracia, entre los moradores existen muchas soledades pobladas de dioses aburridos, que sólo se quieren a si mismo, y que su esfuerzo no pasa de su imagen, de la primera conjugación: primero yo, después yo, y, si sobra algo, para mi también.

El mayor de los esfuerzos se lo lleva la familia unida, la de siempre. Luego explicaré por qué. Lejos quedan también esos matrimonios llamados, por tradición mística en brazo de los siglos, a ser una flor en el jardín de la vida, crecientes en ternura y en el esfuerzo compartido, frente a una mentalidad egocéntrica e individualista que impera en la sociedad actual, donde todo se despersonaliza y lo único que se personifica es el negocio contractual, con los consabidos resultados evasivos: lechos a solas con residencia donde habite el olvido, baños en alcohol y drogas, planeamiento de venganzas… Desde luego, hoy en día la familia que lo es, tanto de puertas adentro como de puertas afuera, porque la estabilidad no brota de la noche a la mañana, sino en el esfuerzo diario, lo que exige sacrificio y búsqueda incesante de comprensión mutua, ayudan a la sociedad, sean creyentes o no lo sean, a respirar los auténticos valores humanos.

Pienso que la lección del amor es un buen repelente para los negocios descarados que nos meten por los ojos. Aparte de que el esfuerzo familiar para pagar la hipoteca esté ya en el límite, cohabitan otras barreras que aún no se han levantado por mucha legislación dictada, lo que no quiere decir que se aplique. Tan solo unos ejemplos: respecto a un trabajo de la mujer no compatible con su situación de esposa y madre; en relación a una cultura del éxito que no permite a quien trabaja hacer compatible su competencia profesional con la dedicación a su familia a la que ha de prestar tiempo y horarios laborables que aún, no pocos, llevan la especificidad de dedicación exclusiva; en referencia a los principios y ejecución de la educación querida para los hijos, cuando todavía no se tiene ni libertad para elegir la escuela que los padres quieran; acerca del tratamiento fiscal que, incluso, el IRPF beneficia a los contribuyentes que optan por la separación individual en vez de la conjunta…Podríamos seguir y caeríamos rendidos sin haber descrito todas las injustas situaciones que soporta hoy la familia, anterior al Estado y que, absurdamente, ese Estado, en nombre de no se qué poder omnipresente y arbitrario, en demasiadas ocasiones se apropia de derechos que son de familia y para la familia.

Ahí está otro negocio descarado más, alrededor de la familia, que exige una buena dosis de coherencia y de esfuerzo para no caer en las garras de la transacción, hablo de la fecundación in vitro. Robert Winston, profesor de estudios de fertilidad en el Imperial College de Londres, aseveraba que las clínicas se han corrompido por el dinero. Y los médicos explotan a las mujeres inquietas por quedarse embarazadas. “Es muy fácil explotar a la gente por el hecho de que están desesperadas y tú tienes la tecnología que ellos quieren, que puede que no funcione”, afirmaba. Ante estos hechos, uno pregunta si el amor aún existe o si es ya también un sueño de románticos poetas. ¡Cuánta insensibilidad! Oiga, que nos quieren anestesiar el cerebro. Me rebelo. Somos algo más que elementos biológicos, que lienzos corporales, donde los dominadores puedan jugar con nosotros como les venga en gana. Precisamente, el fanatismo gravita redoblando el esfuerzo, pero olvida el origen, hace la guerra destruyendo el espíritu humano.

La mayor de las victorias, en todo caso, sería un esfuerzo, el necesario para abrir los ojos, puesto que el ser humano se empobrece siendo sólo la rosa de los deseos. Necesitamos amor y cuidados, familia y amigos, encontrar una respuesta, que no se compre ni se venda en ningún mercado, sobre quiénes somos (el quién es quién) y por qué todavía vivimos con las torres del dinero a las espaldas. El tiempo sabe a lucro, a negocio a costa del esfuerzo ajeno. No hay valor capaz de desterrarlo, por puro adoctrinamiento del que lo posee. Al perro que tiene dinero se le llama señor perro. ¿No habíamos quitado los tratamientos? Otra falsedad más de los mercaderes. El negocio no entiende de corazón y el esfuerzo es un castigo del poder mundano. Las víctimas, las pobres de entre las pobres familias.

Víctor Corcoba Herrero corcoba@telefonica.net

El autor vive en Granada (España) y envió esta colaboración a www.sabado100.com.ar

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