“Necesitamos el aporte de ancianos y mayores con sueños, memoria y oración”

Así expresó el obispo Fernández en la misa de hoy en la Catedral, en el marco de la I Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores y la celebración de la festividad de Santiago apóstol y el Año Santo Jacobeo.

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El obispo de la diócesis de Rafaela Luis Alberto Fernández presidió la misa en la tarde de hoy en la Catedral San Rafael, en el marco de la Primera Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores propuesta por el papa Francisco para este domingo y la celebración de la festividad de Santiago apóstol y el Año Santo Jacobeo.

En la oportunidad, se entregó un presente del Centro Gallego por el Jacobeo al obispo diocesano. A continuación se comparte la homilía:

Queridos hermanos, nos convoca hoy la celebración de la Primera Jornada Mundial de los “abuelos y de los mayores”, instituida por el papa Francisco, para este domingo 25 de julio y, que también aquí en nuestra ciudad de Rafaela hoy, el Centro Gallego, nos invita a unirnos al día de la Patria Gallega con la celebración del Año Santo Jacobeo.

Reflexionemos desde la palabra de Dios recién proclamada, que nos puede ayudar a profundizar estas dos celebraciones.

Reunirnos en la Iglesia Catedral, nos pone en la realidad que expresa la importancia y centralidad de lo sagrado, tanto para los ancianos y mayores, como para los inmigrantes gallegos que están hoy compartiendo esta eucaristía. Es la conciencia de que Dios existe y nos ama, y por eso le damos un lugar central en nuestras vidas, que ninguna realidad por más dura y difícil que se presente, como es hoy la “pandemia”, priva o imposibilita el celebrar, sino por el contrario, habla del corazón fuerte y valiente ante las adversidades que tienen los abuelos, mayores e inmigrantes de estas tierras.

En la primera lectura del Libro II de los Reyes, hemos escuchado cómo Dios, cuando hay confianza y apertura, siempre, al conocer nuestros sufrimientos y necesidades, y cuando muchos nos pueden dejar de lado, sea por la edad o por ser de otros lugares y culturas, Dios no nos olvida, ni se hace indiferente, abandonándonos en la soledad y tristeza de la vida, sino que está a nuestro lado, nos escucha, y nunca somos inútiles para él, tengamos la edad que tengamos o fuéramos de lugares lejanos y extraños. Dios nos conoce y está atento a las preocupaciones de los ancianos y mayores, incluso cuando todo parece oscuro como en estos tiempos del covid-19, Dios nos dice: “No temas, Yo estoy contigo, a pesar de las partidas de los seres queridos, y las soledades que tenemos que sufrir, no te faltará el consuelo y la paz”.

Pero la palabra de Dios hoy ahonda en la segunda lectura, no sólo “aguantar hasta que se pueda”, sino dirigir la mirada a los nietos, a los familiares, a las personas que hemos podido conocer con esta pandemia y que están recorriendo la vida junto a nosotros, que por el aislamiento a veces no hemos podido ni abrazar, pero es lo que Dios nos está pidiendo, no importa la edad que tengas, porque para Él lo que cuenta es la riqueza que existe en tu corazón, por eso no hay edad para retirarse, porque el anuncio de una vida sencilla, honesta y llena de bondad hacia los otros, se hace con la madurez que se ha adquirido por la experiencia acumulada de la vida, que solo poseen los ancianos y mayores, para compartirla y transmitirla con serenidad y paz hacia los demás, en especial a los jóvenes, que hoy son los que más necesitan vislumbrar un horizonte en el que de algún modo puedan sentir y ver que es posible ser feliz.

Es necesario entonces renovar la vocación cristiana, como nos pedía el apóstol San Pablo, ahora dirigido a las personas ancianas y mayores, en su vida cotidiana: vivan “la humildad, la mansedumbre y la paciencia”, teniendo la capacidad de aguantar y soportarse mutuamente, sin perder la alegría de vivir, y con la sabiduría de los años conserven la unidad, la comunión y la paz, es lo único que no tiene precio en la vida, y se puede vivir en plenitud.

La gran tarea que se mantiene hasta el fin de la vida en este mundo, es conservar y transmitir las raíces, no perder la herencia más grande recibida, que se hizo, desde la oración y la fe, el diálogo y el perdón en las familias, sabiendo morir a uno mismo, para que los demás crecieran con el amor aprendido y cultivado en medio de las alegrías y pruebas de la vida.

Dice el papa Francisco en su mensaje a los ancianos y mayores para esta Jornada Mundial, les pido una vocación renovada en este momento crucial de la historia. Te preguntarás: ¿Pero cómo es posible? Mis energías se están agotando y no creo que pueda hacer mucho más. ¿Cómo puedo empezar a comportarme de forma diferente, cuando la costumbre se ha convertido en la norma de mi existencia, cuando mi soledad ya se ha convertido en una carga pesada?

Es el momento de volver nuestra mirada al evangelio de hoy, Jesús estaba ante una multitud que lo seguía y ya estaban hambrientos, los apóstoles no sabían qué hacer, y fue desde la pequeñez de la fragilidad de un niño que solo tenía cinco panes y dos pescados, solo eso bastó para que Jesús diera de comer a la multitud y todos recobraran la alegría de vivir.

Queridos hermanos esto es lo que está faltando al mundo y ustedes queridos ancianos y mayores pueden contribuir ayudados por la fuerza del Espíritu Santo. Nadie se salva solo, todos estamos en la misma barca, y necesitamos el aporte de los ancianos y mayores con tres pilares que, como nadie pueden aportar, que son: los sueños, la memoria y la oración.

Roguemos hermanos todos por nuestros ancianos y mayores, así como por los hermanos del Centro Gallego que hoy celebra el Año Santo Jacobeo, para que sigan soñando como sus antepasados con la llegada a estas tierras, que no pierdan la memoria de sus raíces, que la transmitan a sus descendientes y que ninguno perdamos la oración y la vida trascendente de la amistad con Dios, con la Santísima Virgen y con los santos, en este año especialmente con San José y con Santiago apóstol. Amén. 

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