Mensaje del Papa en Navidad: la humanidad postmoderna busca un Salvador

Se hace eco a la “desgarradora petición de ayuda” contemporánea.

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 25 diciembre 2006 (ZENIT.org).- La humanidad de las nuevas tecnologías de la comunicación y de las innovadoras promesas de la genética, necesita «quizás aún más un Salvador», aseguró Benedicto XVI en su mensaje de Navidad.

«Desde el fondo de esta humanidad placentera y desesperada, surge una desgarradora petición de ayuda», aseguró hablando desde el balcón central de la fachada de la Basílica de San Pedro del Vaticano.

«Porque la sociedad en la que vive se ha vuelto más compleja y se han hecho más insidiosas las amenazas para su integridad personal y moral», añadió al dirigirse a decenas de miles de peregrinos que llenaban la plaza de San Pedro en una soleada mañana de invierno.

Tras su mensaje el Papa felicitó por la Navidad al mundo en 62 idiomas, entre otros, el mongol, el turco, el árabe, el hebreo, arameo, el urdu (idioma de Pakistán) y, por último, en latín.

Comenzó su tradicional mensaje, transmitido por 102 canales de televisión de 63 países, con una pregunta provocante: «¿tiene todavía valor y sentido un “Salvador” para el hombre del tercer milenio?».

«¿Es aún necesario un “Salvador” para el hombre que ha alcanzado la Luna y Marte, y se dispone a conquistar el universo; para el hombre que investiga sin límites los secretos de la naturaleza y logra descifrar hasta los fascinantes códigos del genoma humano?», se interrogó.

«¿Necesita un Salvador el hombre que ha inventado la comunicación interactiva, que navega en el océano virtual de Internet y que, gracias a las más modernas y avanzadas tecnologías mediáticas, ha convertido la Tierra, esta gran casa común, en una pequeña aldea global?», añadió.

«Este hombre del siglo veintiuno, artífice autosuficiente y seguro de la propia suerte, se presenta como productor entusiasta de éxitos indiscutibles», aseguró.

Ahora bien, añadió, «lo parece, pero no es así. Se muere todavía de hambre y de sed, de enfermedad y de pobreza en este tiempo de abundancia y de consumismo desenfrenado».

«Todavía hay quienes están esclavizados, explotados y ofendidos en su dignidad, quienes son víctimas del odio racial y religioso, y se ven impedidos de profesar libremente su fe por intolerancias y discriminaciones, por ingerencias políticas y coacciones físicas o morales».

«Hay quienes ven su cuerpo y el de los propios seres queridos, especialmente niños, destrozado por el uso de las armas, por el terrorismo y por cualquier tipo de violencia en una época en que se invoca y proclama por doquier el progreso, la solidaridad y la paz para todos».

«¿Qué se puede decir de quienes, sin esperanza, se ven obligados a dejar su casa y su patria para buscar en otros lugares condiciones de vida dignas del hombre?», preguntó.

«¿Qué se puede hacer para ayudar a los que, engañados por fáciles profetas de felicidad, a los que son frágiles en sus relaciones e incapaces de asumir responsabilidades estables ante su presente y ante su futuro, se encaminan por el túnel de la soledad y acaban frecuentemente esclavizados por el alcohol o la droga?».

«¿Qué se puede pensar de quien elige la muerte creyendo que ensalza la vida?», volvió a preguntar.

El obispo de Roma respondió: «es Navidad». «Hoy, también hoy, nuestro Salvador ha nacido en el mundo, porque sabe que lo necesitamos».

«A pesar de tantas formas de progreso, el ser humano es el mismo de siempre: una libertad tensa entre bien y mal, entre vida y muerte. Es precisamente en su intimidad, en lo que la Biblia llama el “corazón”, donde siempre necesita ser salvado».

«Y en la época actual postmoderna necesita quizás aún más un Salvador, porque la sociedad en la que vive se ha vuelto más compleja y se han hecho más insidiosas las amenazas para su integridad personal y moral».

«¿Quién puede defenderlo sino Aquél que lo ama hasta sacrificar en la cruz a su Hijo unigénito como Salvador del mundo?», preguntó.

«Cristo es también el Salvador del hombre de hoy –subrayó–. ¿Quién hará resonar en cada rincón de la Tierra de manera creíble este mensaje de esperanza?»

«¿Quién se ocupará de que, como condición para la paz, se reconozca, tutele y promueva el bien integral de la persona humana, respetando a todo hombre y toda mujer en su dignidad?».

«¿Quién ayudará a comprender que con buena voluntad, racionabilidad y moderación, no sólo se puede evitar que los conflictos se agraven, sino llevarlos también hacia soluciones equitativas?».

«Dios se ha hecho hombre en Jesucristo», concluyó. «Él es quien lleva a todos el amor del Padre celestial. ¡Él es el Salvador del mundo! No temáis, abridle el corazón, acogedlo, para que su Reino de amor y de paz se convierta en herencia común de todos».

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