Mensaje de la Cumbre Mundial de Líderes Religiosos en Moscú al G-8

El ser humano no es una pieza de producción y uso. “Nuestra misión: recordarle al mundo lo imperecedero de los valores morales que profesa cada religión y confesión”, dice el mensaje de cristianos, musulmanes, judíos, budistas, hinduistas y sintoístas.

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MOSCÚ, jueves, 6 julio 2006 (ZENIT.org).- La Cumbre Mundial de Líderes Religiosos concluyó sus trabajos este miércoles con un mensaje en conjunto de cristianos, musulmanes, judíos, budistas, hinduistas y sintoístas destinado especialmente a los integrantes del Grupo de los Ocho, pero también para todos los creyentes.

«Los representantes de diferentes religiones y confesiones – dijo al clausurar la Cumbre el Patriarca de Moscú y de todas las Rusias, Alejo II– fuimos unánimes en afirmar que es indispensable terminar con el incremento continuo de la oposición entre la gente, con la violencia, la crueldad y el terrorismo».

«Nuestra misión: recordarle al mundo lo imperecedero de los valores morales que profesa cada religión y confesión. Cada uno de nosotros predicamos sobre esto. Pero hoy, lo hablamos en una sola voz, la cual deben por fin escuchar los jefes de gobierno, la opinión pública internacional y nuestros fieles», aseguró el Patriarca.

De acuerdo con el mensaje final de la Cumbre «el diálogo y la colaboración entre civilizaciones no deben ser sólo un eslogan. Tenemos que construir un orden internacional que combine a la democracia como forma de conciliar distintos intereses».

«El mundo debe tener muchos polos y muchos sistemas, satisfacer a toda la gente y a todos los pueblos, y no constreñirse a un esquema ideológico simplista y sin vida».

«El hombre es una obra única de la Creación y no debe convertirse ni en producto, ni en objeto de manipulación política, ni en piezas de máquinas de producción y uso».

«Por ello, antes que nada, es necesario resaltar el alto valor de la vida humana, desde su concepción hasta su último aliento y muerte natural. Por consiguiente, la familia es el medio principal para la formación moral y juiciosa de la persona».

Los líderes religiosos de la Cumbre «pedimos se incremente el apoyo a las familias, especialmente en su misión educadora, con ayuda del derecho nacional e internacional y la práctica de los Estados, de las diferentes instituciones sociales, comunidades religiosas y medios masivos de información».

«Lamentamos las actividades de los grupos y movimientos pseudo-religiosos que destruyen la libertad y salud de las personas e inclusive, el clima moral en la sociedad. El verdadero combate (del mal uso de la religión) sólo es posible a través de la educación y la enseñanza moral».

«La escuela, los medios masivos de información y la predicación espiritual de los líderes deben regresar a nuestros contemporáneos el conocimiento completo de sus tradiciones religiosas llamadas a la paz y al amor».

«Exigimos terminar con cualquier forma de agravio de los sentimientos religiosos y la profanación de lo que para las personas son textos, símbolos, nombres y lugares sagrados».

Dado que «la vida del hombre está ligada a la economía, es necesario sustentar el régimen económico mundial en la igualdad. Cualquier actividad económica y de negocios debe ser socialmente responsable y basarse en normas de la moral. Es esto lo que la hace verdaderamente efectiva, es decir, trae el bien a la gente».

En cuanto al cuidado de los recursos naturales, los líderes de la Cumbre se pronunciaron por que «los gobiernos y las sociedades de negocios tengan la misma responsabilidad en el resguardo de los recursos de nuestro planeta».

«Estos recursos son un regalo de la Creación a todas las generaciones y deben usarse por el bien de cada persona. Todos los pueblos tiene derecho a su uso e inclusive, a desarrollar la tecnología necesaria para su resguardo y uso efectivo».

El mensaje se pide que «el diálogo religioso se realice no sólo con el esfuerzo de los líderes religiosos y especialistas», sino «que se enriquezca de la aportación de los creyentes».

«Nos dirigimos de forma especial con toda la gente que cree, llamándola a respetar y aceptarse uno a otro sin importar su religión, nacionalidad y alguna otra diferencia», concluyen los líderes religiosos.

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