Mayoritario rechazo de los contenidos de la televisión

El 88% dice que no ayuda a la educación de los chicos.

Por Silvina Premat

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Malísima, zarpada, aburrida, poco educativa, violenta y de mal gusto. Con éstos y otros muchos términos descalificadores describe la mayoría de la población argentina la televisión actual.

El 88% de los adultos considera que la TV abierta no ayuda, ni a padres ni a docentes, en la educación de los chicos, y que éstos son los más afectados, en forma negativa, por los contenidos televisivos. Asimismo, el 84% opina que el horario de protección al menor no hiere la libertad de expresión, y el 70% denuncia que el Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) no cumple con las normas ni hace respetar esa franja horaria. Los datos son el resultado de una encuesta nacional presentada ayer por el Foro del Sector Social en el auditorio de la Universidad Argentina de la Empresa, en momentos en que los contenidos de la TV abierta son motivo de fuerte controversia.

Con la intención de medir la percepción de la población sobre la calidad de la TV, su relación con la familia, los menores y la educación, así como sobre el papel de la regulación en el ámbito de los medios de comunicación, Ipsos-Mora y Araujo entrevistó a 1200 personas de once ciudades de todo el país, en las primeras semanas de febrero de este año.

“La primera característica que surge de una aproximación espontánea a la TV abierta es que es mala y negativa”, dijo Santiago Lacase, director ejecutivo de la consultora.

Lacase destacó que los adjetivos positivos como entretenida, buena y educativa fueron usados por sólo el 13%, el 5% y el 1% de los encuestados, respectivamente.

El 72% opina que la TV tiene una alta influencia en la educación de los menores. El porcentaje sube hasta el 88% cuando se pregunta sobre si consideran que la programación televisiva puede ser una ayuda para la educación de los menores. Este grupo está integrado en gran parte por personas de mayor edad y con hijos.

“Los contenidos televisivos pueden entrar en conflicto con la educación formal o informal que brindan la escuela y los padres”, dice una de las opiniones recogidas en un estudio cualitativo realizado antes del sondeo cuantitativo.

Es más, el 53% acepta que “la TV no sirve para educar sino sólo para entretener”. Los entrevistados afirman que “la TV te emboba” y anula el diálogo en la familia.

Partiendo de la consideración de que los chicos pasan frente al televisor tanto o más tiempo que en la escuela, más del 60 % de los argentinos coincide en que “los menores imitan las conductas y el lenguaje que ven y oyen en la TV y eso les ocasiona problemas en la escuela”.

Es alto también el consenso para evitar, durante el horario de protección al menor, ciertas escenas y lenguaje vulgar, tanto en los programas como en los avances publicitarios.

Entre el 80 y el 89% está de acuerdo con que los contenidos que se emiten en la TV eviten escenas de violencia, sexo, lenguaje vulgar, degradación de la mujer, promoción de adicciones y degradación por sexo, raza, clase social o religión.

“Te muestran la violencia que hay afuera, es la realidad… Está hasta en los dibujitos animados”, afirma uno de los encuestados. Con respecto a la violencia, otra opinión recuerda que “el rechazo discursivo va muchas veces acompañado por la indudable atracción que ejerce”.

Sobre el lenguaje vulgar se recogió una opinión que recordaba “una época” en la que se multaba cuando se decía una mala palabra por TV. “Está mal que se hable con tanta soltura”, indicó un encuestado.

Protección de los menores

El 84% afirma que un eficaz régimen de protección al menor no atenta contra la libertad de expresión.

“Es muy difícil poner los límites, pero estoy convencido de que se puede, sobre todo en el nivel educacional, para que los chicos no puedan ver cualquier cosa en cualquier horario, porque ahora la mayoría de la gente trabaja y te queda el chico solo a la tarde y se educa con la televisión…”, dijo uno de los entrevistados.

El consenso sobre la necesidad de acordar algunos criterios mínimos sobre lo que la TV abierta debería poder mostrar en el horario de protección a los menores alcanza el 90 por ciento. Es mayor entre las personas con hijos y en el área metropolitana.

El 64% dice que está bien que el horario de protección al menor llegue a las 22 y un 70% afirma que el Comfer no hace respetar ese horario.

El director de Fiscalización y Evaluación del Comfer, Claudio de Cousandier, presenció ayer la presentación del estudio junto al coordinador de sanciones de esta entidad, Fernando Martino. Durante el diálogo posterior a la proyección de los datos, Cousandier dijo: “Pido que nos ayuden. Somos criticados porque no hemos logrado los resultados que la gente quiere. Pero la responsabilidad no es sólo del Comfer; también lo es de la comunidad, que da rating y sigue comprando los productos de los auspiciantes de esos programas”.

El presidente del Foro del Sector Social, Miguel Torrado, dijo que, para difundir estos datos “no se dejará de tomar contacto con ningún sector”: padres, empresarios, propietarios de los canales, funcionarios del Gobierno y legisladores.

“Diez personas no pueden revertir lo que ya es una conducta, pero sí una comunidad”, dijo Torrado, consciente de un grave problema. Estuvo acompañado por representantes de los credos católico, judío, evangélico y musulmán, que integran el foro junto con otras doscientas organizaciones no gubernamentales.

La publicidad

El pastor Jorge Sennewald, vicepresidente de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (Aciera), afirmó que “el tema clave” es que los consumidores dejen de comprar los productos que se publicitan en los programas cuyos contenidos son más cuestionados. “Estamos buscando la forma de implementar esta no compra de esos productos”, anunció Sennewald, que también se refirió a la “dualidad moral” con la que muchos se rasgan las vestiduras por la calidad de la televisión sin dejar de verla.

Pedro Simoncini, miembro de la Academia Nacional de Educación, también participó de la presentación de la encuesta. Dijo a LA NACION que estudios como éstos deben recibirse “no como una crítica sino como una propuesta para poner la TV al servicio de la sociedad y como una ayuda a la educación”.

Por Silvina Premat

El público también debe una autocrítica

Por Pablo Sirvén De la Redacción de LA NACION

Son elocuentes los resultados de la encuesta de Ipsos Mora y Araujo sobre lo que la gente piensa de la televisión argentina: el 88% de los entrevistados considera que ese medio no ayuda a los padres a educar a sus hijos.

Es un dato sobrecogedor, si se tiene en cuenta, además, la fabulosa expansión e influencia lograda en los últimos años por la TV: mayor cantidad de aparatos en las casas; la obsesiva repetición de los contenidos más cuestionados, y la hegemónica imposición de sus temas, que utiliza como caja de resonancia a los demás medios.

Por la desaprensión de quienes la hacen y por el caldo gordo que le hemos hecho quienes la vemos se confirma la pérdida de la más valiosa pata del clásico trípode televisivo (entretener / informar / educar).

La TV se ha quedado renga y todos hemos contribuido a ello, lo cual es gravísimo, ya que, según la encuesta que hoy presenta LA NACION, un abrumador 72% de los entrevistados le asigna una “alta influencia en la educación”.

Se cae, pues, a pedazos, ante estos contundentes porcentajes, la teoría de aquellos que, haciéndose pasar por modernos, en realidad atrasan, al pretender limitar la responsabilidad de lo que los chicos ven a sus padres, de manera de no obstaculizar al actual irresponsable “vale todo” televisivo.

Por culpa de los que sólo se rasgan las vestiduras, pero que por temor o ignorancia no saben o no quieren pasar a la acción, y por la militancia adolescente de los libertarios a la violeta que confunden censura con regulación -entre los que se cuentan los funcionarios que deberían tomar cartas en el asunto y no se atreven-, ese maravilloso medio que es la TV ha quedado reducido en la Argentina a un patético y degradante circo sexual, donde ya casi nada se respeta: ni los horarios ni el buen lenguaje ni los anunciantes (también responsables de la actual televisión por apoyar con sus avisos los ciclos más polémicos).

La ficción, por su parte, para sobrevivir apela a efectismos donde prevalecen las traiciones y retorcidos cruces amorosos, en tanto que en lo periodístico menudean los informes carcelarios, sobre rarezas sexuales o personajes esperpénticos, y en lo humorístico sólo cuenta lo ramplón. La Argentina es mucho más y mejor de lo que se refleja en el pestilente espejo distorsionado de la televisión.

Un 40 por ciento de los entrevistados opina que la TV argentina es desastrosa y desubicada, mientras que sólo un 13 por ciento la considera entretenida e interesante. Estos porcentajes se contradicen de lleno con los abultados ratings que, noche tras noche, logran los reality shows más controvertidos de Canal 13 y Telefé.

¿Acaso son los mismos quienes a la noche avalan con su mirada las peores bajezas y de día se quejan contra este tipo de televisión?

Es muy probable y he aquí una autocrítica muy profunda que debemos hacernos el público. ¿Realmente queremos que la TV mejore o se trata de una postura “políticamente correcta” que sólo asumimos de manera retórica, pero que no estamos dispuestos a avalar con un cambio real y profundo de nuestro menú televisivo? ¿Somos el doctor Jekill, cuando despotricamos contra la TV, y luego Mister Hyde, cuando manejamos como energúmenos el control remoto?

Armonizar lo que se dice con lo que se hace es una primera tarea que los televidentes deberíamos lograr llevar a cabo muy seriamente antes de reclamar nada.

Fuente: diario La Nación, 7 de junio de 2007.

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