Martín D’Alessandro: “No hay ideas sobre adónde se quiere llevar a la Argentina”

Por Guillermo Borella.- Martín D’Alessandro convierte la conversación en un ritual. Responde con calidez y sin apuro, pensando a conciencia cada respuesta. Como los buenos docentes, se expresa con claridad mediante ideas atractivas y ordenadas, a veces pronunciadas tras unos segundos de reflexión. Una actitud necesaria y bienvenida en tiempos de campaña electoral, cuando la actividad política tiende a intensificarse y se agradecen los análisis que toman perspectiva de la coyuntura.

“Si bien es común que un gobierno elija al candidato con el que quiere confrontar, también puede ocurrir que se lo promocione tanto que te termine ganando”, advierte D’Alessandro, profesor de Ciencia Política en la UBA e investigador del Conicet, en relación con la estrategia del Gobierno de polarizar con Cristina Kirchner, algo que define como “una táctica hábil con riesgos y perjuicios claros”. Y agrega enseguida: “Es lo que hizo el kirchnerismo con Mauricio Macri, al elegirlo como su enemigo perfecto”.

Especialista en partidos políticos, liderazgos y campañas electorales, D’Alessandro es presidente de la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP), la asociación que nuclea a los politólogos a nivel nacional. “La presidencia de Macri mostró un cambio en las formas, pero no ofreció un modelo alternativo de desarrollo (afirma). “Hoy gran parte de la sociedad argentina no sabe adónde va ni adónde podría ir. Eso es angustiante”.

Respecto del papel que jugará Venezuela en la campaña, sostiene: “Seguirá siendo un tema importante, pero por las razones equivocadas”. Para el politólogo, la crisis venezolana, además de “reforzar la grieta”, seguirá reproduciendo “el ombliguismo político de la Argentina”.

“La discusión Maduro sí o Maduro no, solamente para decir si estoy más cerca de Macri o de Cristina, es estéril”, concluye D’Alessandro, uno de los dos representantes latinoamericanos en el Comité Ejecutivo de la prestigiosa Asociación Internacional de Ciencia Política (IPSA, por sus siglas en inglés).

¿Cuáles son las claves de lectura para analizar la campaña electoral?

Bueno, el cálculo básico: si el Gobierno está más o menos unificado y la oposición muy fragmentada, hay grandes chances de que gane Cambiemos. Es casi matemático. Es un poco la misma configuración que le permitió al kirchnerismo ganar tan holgadamente ciertas elecciones. Hay que ver en qué medida los malos resultados de la gestión actual van a generar tendencias hacia la fragmentación o logra mantenerse monolítico.

¿Qué rol puede jugar una UCR más rebelde?

En una coalición política lo que se logra son acuerdos, no obediencia. No me parece que una PASO competitiva dentro de Cambiemos sea una rebeldía. Es esperable que no todos reconozcan el mismo liderazgo porque hay varios partidos. Macri es el líder de uno de los tres partidos, el que está ocupando la presidencia, y eso le da una cantidad inmensa de recursos para generar liderazgo. Pero no necesariamente tiene que ser así. La UCR seguramente siga reclamando en función de ciertas políticas que cree que haya que cambiar, o pretenda más candidatos propios.

¿Qué impacto podría tener una interna en Cambiemos?

La interna de La Pampa fue una señal. Hay que ver qué pasa en Córdoba. Una interna puede ser hasta beneficiosa para el Gobierno. Varias encuestas señalan un alto porcentaje de descontento entre sus votantes. Para no perder ese electorado, se le puede ofrecer una válvula de escape. Eso puede ser difícil para Cambiemos, pero también podría ser parte de la solución.

Por la resistencia que están ejerciendo desde el Gobierno, parecen verlo más como un problema.

Lógicamente, a ningún presidente le gusta ir a una interna, es algo que nunca ocurrió en nuestro país. También es la primera vez que un presidente de una coalición política tradicional, con partidos relevantes, se presenta para renovar el cargo. Como sucede muchas veces en política, el interés de corto plazo no siempre confluye con intereses de mediano o largo plazo. Es un dilema típico de la política, muy difícil de resolver porque quienes hacen la política finalmente también tienen sus propios intereses individuales.

En caso de formarse un gran frente opositor, ¿quién debería liderarlo para tener más chances de ganar?

El nudo es que Cristina Kirchner es la que más votos tiene, pero también la que más rechazo genera. Ella ha tenido un estilo de convivencia política con muchos dirigentes de su propio partido que no fue fácil. Es difícil saber qué rol jugará Cristina. Si todo fuera números fríos, el peronismo debiera ir detrás de ella. Históricamente, en el peronismo quien tenía la mayor probabilidad de obtener los votos y garantizarles a los demás el acceso al poder, encabezaba y disciplinaba al resto. Eso no está sucediendo hoy porque la que mejor mide en las encuestas es Cristina y, sin embargo, hay varios actores de ese sector que dijeron que no quieren acompañarla. Esto hace que la regla que primaba hasta ahora no esté funcionando. No sé si tiene solución el problema. Por supuesto que al Gobierno le conviene que se presente Cristina por un lado y el resto por otro. Por eso buscan polarizar con ella. Es una táctica hábil, con riesgos y perjuicios claros.

¿Cuáles son esos perjuicios?

En general, las acciones que llevan a la polarización no son saludables para las democracias porque, en la medida que aumenta la grieta, cada sector se radicaliza en sus propias creencias, que acaban volviéndose más importantes que las formas. Al ser la grieta la división fundamental, se justifican los abusos de poder. La polarización, además de ser un riesgo para la democracia, también es un riesgo político. Si bien es común que un gobierno promocione al candidato con el que quiere confrontar, también puede ocurrir que se lo promocione tanto que te termine ganando. Es lo que hizo el kirchnerismo con Macri al elegirlo como su enemigo perfecto. Y hay un tercer problema: promocionar tanto a Cristina como rival le ha generado un problema económico al propio Gobierno.

¿En qué sentido?

Avivando tanto el riesgo de que Cristina vuelva al poder, el Gobierno ha ahuyentado inversiones. Ningún inversor va a acceder al pedido de invertir si el Presidente está diciendo que puede volver Cristina. El mensaje es contradictorio. Si soy inversor y el mismo que me pide que invierta me dice que en unos años puede venir otro que cambie las reglas del juego, no invierto nada. En términos electoralistas, en el corto plazo al Gobierno le conviene antagonizar con Cristina, pero esa misma táctica lo ha perjudicado en el mediano plazo en tableros mucho más importantes, dado que seguimos con la histórica escasez de inversiones en el país.

¿Cuáles piensa que van a ser los temas centrales de la campaña?

Es esperable que la oposición busque atacar los puntos más flacos de este Gobierno, con la economía a la cabeza, y que el Gobierno base su discurso en la corrupción y en la ineficiencia en el manejo de los recursos estatales. El problema es que es decepcionante que en este momento del país se reproduzca una vez más ese juego de corto plazo de táctica electoral y no haya conciencia de que ninguno de los temas importantes está resuelto. Es cierto que eso es parte del juego democrático, pero si la campaña se va a limitar a eso, es insuficiente, teniendo en cuenta que aún no tenemos definido hacia dónde va el país.

¿Cree que Venezuela será un tema importante en la campaña? ¿Cuál es su lectura del momento histórico que vive el país?

Todo indica que se han acabado las ideas sobre la dirección hacia la que se quiere llevar a la Argentina. Desde el retorno a la democracia, los modelos para encontrar un desarrollo económico estable resultaron en fracasos. El modelo del kirchnerismo de un capitalismo de amigos basado en el consumo fracasó en términos de pobreza, infraestructura y desarrollo del país en general. Cambiemos se propuso como una radical alternativa a eso, aunque sin establecer con claridad la Argentina a la que se quiere llegar. Más bien lo que mostró la presidencia de Mauricio Macri es un cambio en las formas, pero no un modelo alternativo de desarrollo. El mayor error es haber confiado en que el sentido común y un buen management eran suficientes para solucionar los problemas.

¿Qué responsabilidad tiene la clase política ante esta falta de propuestas?

Parte de las responsabilidades del quehacer político es imaginar y desear un estado de cosas, diseñar políticas que empujen hacia cierto horizonte de la sociedad que se quiere. Pero parece que en la Argentina siempre estamos viviendo en un marco de superficialidad. Entonces, se sobrevenden algunas políticas aisladas o algunos éxitos económicos parciales como si fueran efectivamente pasos orgánicos hacia un estado de cosas mejor. Pero siempre son parches. Creo que el problema de nuestro país es que todo es un poco liviano, no se discuten las cosas en serio.

¿A qué se debe esa cuenta pendiente?

Quedar preso de la coyuntura y de los resultados inmediatos de la gestión es un déficit de una clase política a la que le falta visión de futuro. El problema es que no hay ni se avizora ninguna propuesta sofisticada de modelo de desarrollo por parte del Gobierno ni de la oposición. Hoy gran parte de la sociedad argentina no sabe adónde va ni adónde podría ir. Eso es angustiante.

¿Por qué tendemos a polarizar en todos los temas?

En el mundo, muchos problemas históricamente se solucionaron a través de negociaciones responsables entre líderes que tenían la capacidad de controlar a su partido y convencer a sus seguidores. Pero como venimos estudiando los politólogos hace al menos 30 años, los partidos políticos como organizaciones están en una crisis progresiva. La gente responde cada vez menos a esa dirigencia. Esto en algún punto ha sido leído como liberador de los grandes males de la partidocracia. El asunto es que esos liderazgos partidarios y dirigistas, cuando negociaban evitaban tormentas y polarizaciones; sabían negociar bien y de forma responsable. Y, además, podían cumplir lo que prometían porque tenían la capacidad de generar respaldo social y guiar en una dirección.

¿Cuáles son las consecuencias de esa crisis de representación?

Ante la crisis de los partidos, en todo el mundo la gente participa esporádicamente en movilizaciones sociales para expresar su descontento. Pero es muy difícil encauzar esas demandas fuera de los partidos. En la Argentina ocurre lo mismo. Las voluntades políticas están muy atomizadas. Entonces, cuando se desata la pasión polarizadora y “agrietadora”, ¿quién tiene la capacidad de frenarla? Aunque quisieran hacerlo, podría cobrar una dinámica sin una fuerza capaz de contenerla estructuralmente. En este sentido, la crisis de los partidos políticos genera un problema adicional en un contexto polarizado.

Diversas encuestas reflejan un descontento cada vez mayor con el sistema. ¿Cómo se explica esta apatía democrática?

La democracia es una forma de gobierno que respeta las libertades, pero que también tiene que producir resultados satisfactorios. En la medida en que los gobiernos democráticos, por las razones que sean, no producen resultados concretos, se va lastimando la apreciación de las libertades y de los beneficios de la participación pública. La democracia no es solamente lo formal, participar votando y después hacer de tu vida lo que quieras. También tiene esa otra responsabilidad. Si no, la gente se te va y accede a ceder libertades con tal de ver políticas efectivas.

¿Cómo se vive esto en el país?

La Argentina ha venido coqueteando bastante con la falta de institucionalidad democrática y republicana. Se tolera mucho la corrupción gubernamental, los abusos de poder y la falta de tolerancia. Es una sumatoria de microdesprecios a la democracia que todavía no ha llevado a una reversión, pero que desde mi punto de vista es alarmante. No creo que la Argentina tenga los anticuerpos lo suficientemente poderosos para evitar la emergencia de un personaje antisistema.

Fuente: suplemento Ideas, diario La Nación, 10 de marzo de 2019.

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