Los niños, esos grandes olvidados

Cualquier político serio ante esta situación, debiese pensar en los próximos quince o veinte años, cuando estos chicos menores de cinco años tengan veinte, veinticinco años…

Por María Herminia Grande

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Mientras el caleidoscopio electoral busca su forma, los temas profundos de la realidad argentina, son gambeteados por casi todos los candidatos que aspiran –dicen- a transformar la sociedad. Quien estuvo en la vicepresidencia del Comité de Derechos del Niño en Naciones Unidas, Dr. Liwski, señaló que “los mecanismos de reproducción de la pobreza deben ser atacados desde las niñez y no pasa sólo por la adhesión de los Estados a la Convención de los Derechos del Niño, sino que el núcleo central de sus políticas estén destinadas a la infancia”. Indudablemente para erradicar la pobreza hay que comenzar por erradicarla en la niñez y lo que es mejor aún, utilizar bien los mecanismos que evitan la reproducción de la pobreza. Son dos o tres elementos sustantivos que los 193 países que adhieren a la citada Convención, debiesen poner en práctica. Uno de ellos, consagrado en el artículo 4to de dicha Convención, establece “disponer del máximo de los recursos existentes para atender el ejercicio de los derechos económicos, sociales y culturales de los niños”. Si este artículo no es asumido con plenitud, es decir si no aparece esta prioridad en los presupuestos nacionales, si la niñez y la adolescencia no cobran cuerpo en el diseño de las políticas de los respectivos países y solo quedan encorsetadas como datos financieros generales, ese país no tiene un grado efectivo de compromiso con lo que ha prometido respetar y practicar. Lo notorio es que la Convención de los Derechos del Niño concitó la adhesión de 193 países sobre un total de 198 reconocidos en el mundo. En este año electoral, resultaría interesante que los candidatos en los distintos órdenes, realicen un análisis del hoy y eleven una propuesta en cuanto a como se comprometerán en este tema, reflejándolo en los presupuestos nacionales, provinciales y municipales. Diciendo en sus respectivas campañas cuánto, cómo y de qué manera destinarán lo que proponen utilizar para garantizar el ejercicio pleno del derecho del niño. Los distintos estudios indican que a mayor desigualdad en la distribución de la riqueza, mayor es la pobreza de la niñez de ese país. En América Latina la pobreza tiene rostro infantil. Niñas, niños y adolescentes presentan índices alarmantes de pobreza muy superiores a aquellos que padecen otros grupos etarios. En Latinoamérica la gran mayoría de los niños pobres enfrentan también grados extremos de pobreza absoluta, es decir además de verse imposibilitados en acceder a los estándares generales de bienestar establecidos en las sociedades; se hallan en gran medida impedidos de satisfacer sus necesidades básicas, lo que destruye sus capacidades futuras por causa de la desnutrición y la mortalidad infantil. La mirada azorada del mundo se posa sobre Argentina, un país bendecido con la prodigiosidad de sus recursos naturales, que lo lleva a ser destacado como “el” productor de alimentos, pero tiene el 50% de sus chicos desnutridos. Cualquier político serio ante esta situación, debiese pensar en los próximos quince o veinte años, cuando estos chicos menores de cinco años tengan veinte, veinticinco años…

En América Latina el 59% de los menores de dieciocho años son pobres. Dos de cada cinco chicos pobres menores de doce años, viven en extrema pobreza.

La pobreza no necesariamente es un pasaporte a la delincuencia. Pero es imposible deslindar los riesgos que en este sentido, la aproxima. Si a este panorama se le suma droga, ignorancia, inocencia hacen un cóctel explosivo que generalmente termina siendo explotado por otros. Sin emparentar lo hasta aquí descripto con lo próximo, quien realiza este análisis siente la necesidad -sin juntarlo- de aproximarlo. Se trata de un reportaje publicado por el diario O Globo de Brasil. Es una entrevista al jefe de una banda carcelaria que el año pasado provocó numerosos actos de vandalismo en San Pablo y sus alrededores. Dice este muchacho: “¿Por qué llegué hasta aquí? Nosotros solo éramos noticia en los derrumbes de las villas en las montañas. Ahora estamos ricos con la multinacional de la droga. Antes nosotros teníamos miedo, ahora ustedes se están muriendo de miedo”. A continuación acota el periodista:” pero tendrá que haber una solución…”. “Ya es tarde -contesta- el gobierno debiese haber tenido voluntad política en urbanizar la villa, realizar una revolución educativa, inserción en el trabajo. No hay solución”. Insiste el periodista: “¿No tenés miedo de morir?”. Responde: “Ustedes tienen miedo de morir, yo no. Aquí en la cárcel ustedes no pueden entrar a matarme, pero yo puedo mandar a matarlos a ustedes allí afuera. Nosotros somos hombres-bomba. En la villa miseria hay cien mil hombres-bombas. Nosotros somos una nueva “especie”. Somos bichos diferentes a ustedes. La muerte para ustedes es un drama cristiano en una cama… La muerte para nosotros es la comida diaria. Nosotros nos cultivamos en el barro, nos educamos en el más absoluto analfabetismo, nos diplomamos en las cárceles. Tenemos un lenguaje distinto al de ustedes. La post- miseria genera una nueva cultura asesina, ayudada por la tecnología, satélites, celulares, Internet, armas modernas. Yo le puedo explicar esto, porque llevo leído más de tres mil libros en prisión, pero mis “soldados” son extrañas anomalías del desarrollo torcido de este país”.

Se reitera: Cualquier político serio ante esta situación, debiese pensar en los próximos quince o veinte años , cuando estos chicos menores de cinco años tengan veinte , veinticinco años…

María Herminia Grande

www.mariaherminiagrande.com.ar

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