Los Kirchner oscilan entre la fantasía y la inacción

Un gobierno que se bambolea entre la fantasía y la invención de la realidad no se encamina a resolver ninguna crisis. Si bien se mira, las estrías profundas de la crisis sobreviven aún.

Por Joaquín Morales Solá (Buenos Aires)

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La fiesta no ha concluido públicamente para el kirchnerismo. No hubo un solo gesto en los últimos días que permitiera la ilusión de un cambio de personas y de políticas, necesario para reordenar el castigado gobierno de Cristina Kirchner. El matrimonio presidencial ha pasado de la renuncia a la inacción con una sorprendente rapidez.

Esas cosas no se hacen sin pagar costos políticos con moneda cara. El peronismo se agita. Algunos de sus dirigentes están pidiendo una reunión del congreso nacional partidario para evaluar la corta gestión de Néstor Kirchner como presidente del PJ y, eventualmente, relevarlo. Gobernadores que antes le eran leales, como el sanjuanino José Luis Gioja, dispararon sobre Luis D?Elía para pegar en el corazón de la política de Néstor Kirchner. Lo mismo ha hecho el chubutense Mario Das Neves, aunque éste ya venía marcando diferencias. Gioja y Das Neves saben que D?Elía no existiría si no existieran Kirchner y su vieja política de tener a mano fuerzas de choque.

Otra cabeza que tambalea es la del jefe del peronismo bonaerense, José María Díaz Bancalari. Una mayoría del consejo provincial se ha propuesto echarlo del cargo después de sus espectáculos públicos de patética postración ante el líder ahora caído. Dicen que Eduardo Duhalde está calmando las sublevaciones en el congreso nacional y en el provincial: “Dejen que resuelvan el problema institucional. No agreguen más conflictos”, suele arengar a los que le llevan planes de sublevación. El ex presidente tiene experiencia suficiente como para saber que en política no es bueno anticipar lo que es inevitable.

Elisa Carrió y Mauricio Macri no son inocentes. Cuando empujan a Guillermo Moreno fuera del gobierno, saben que, en definitiva, lo están atornillando a su deshilachado sillón de secretario de Comercio. Quizás uno más que el otro, pero los dos buscan que los Kirchner sigan el camino del desgaste del brazo de Moreno. “Ni Néstor ni Cristina le soltarán la mano a un funcionario cuya renuncia piden Carrió y Macri. Eso no sucederá jamás”, aseguró un funcionario que frecuenta al matrimonio.

Pero ¿acaso las renuncias de Moreno, de Javier de Urquiza o del propio Ricardo Jaime resolverían el conflicto de fondo? Es probable que eso termine sucediendo en tiempos reticentes, en brincos esporádicos como cuentagotas.

Sin embargo, la crisis que reconoció un estruendoso fracaso del oficialismo en el Senado requiere decisiones más profundas que un mero maquillaje.

En el fondo, lo que está en cuestión es cómo será en adelante el sistema de toma de decisión del poder y eso no lo solucionará la salida de dos o tres secretarios de Estado. Lo que se dirime, al fin y al cabo, es el grado de dependencia política de la Presidenta con respecto a su esposo. ¿Será capaz la jefa del Estado de designar un gabinete sin relación directa con su esposo? ¿Podrá tomar distancia de él sin tener que ponerle las dos valijas en las manos, como lo indicó el propio Néstor Kirchner en una alusión irónica ante periodistas?

Encuestas independientes comienzan a señalar, en números aún embrionarios, un suave ascenso de Cristina Kirchner y un brusco descenso de Néstor Kirchner en la opinión social. Kirchner la hizo presidenta con su popularidad y Kirchner le está afectando la presidencia con su impopularidad. La impopularidad no es un fenómeno meteorológico, sino el producto de un trabajo, de estrategias equivocadas y de antipáticas actitudes públicas.

Cristina Kirchner también se ha equivocado tras la derrota. Acompañó el primer dramatismo de su esposo, en las horas de la renuncia furiosa, y lo acompaña ahora en su ciega decisión de no reconocer nada. La cadena nacional de radio y televisión ya es una cadena gastada por el uso de una presidenta de siete meses. La vieja legisladora cree que todavía puede construir una realidad distinta sólo con las palabras. Pero ese intento es propiedad exclusiva de la literatura. La política es posible sólo cuando las palabras y las cosas reconocen cierta conexión.

Es probable también -o, tal vez, lo más probable- que la Presidenta siga la política de su esposo de eludir la intermediación del periodismo, haciendo uso y abuso de la cadena nacional.


Aerolíneas Argentinas es una carga pesada para el Estado, que necesitará de entrada unos 250 millones de dólares, al menos. La compañía requerirá mucho más si aspirara a competir en serio en uno de los mundos más competitivos que hay. Hacer una fiesta de esa fatalidad fue un acto de desconocimiento o un nuevo manotazo de ahogado. Es el nacionalismo subsidiado que tiene como abanderado a Ricardo Jaime. El gobierno español cree que ha evitado una tragedia (la nacionalización inconsulta de la empresa), pero la relación entre José Luis Rodríguez Zapatero y Cristina quedó magullada. Lo que ha sucedido no es lo que se habían prometido mutuamente.

¿Aerolíneas Argentina en manos del Estado resolverá el problema irresuelto con el campo o le dará vida a un gabinete en terapia intensiva? No, definitivamente. El Gobierno se hizo demasiadas ilusiones con la eventual fractura de la Comisión de Enlace de las entidades agropecuarias. No sucedió. “Esta comisión vino para quedarse”, advirtió en las últimas horas el presidente de la Federación Agraria Argentina, Eduardo Buzzi.

Hugo Biolcati, vicepresidente de la Sociedad Rural, también su próximo presidente, fue más allá aún y defendió los intereses de Buzzi. Pidió, en definitiva, un trato mejor para los pequeños y medianos productores, pero a partir de las retenciones que existían el 10 de marzo, antes de la resolución de Martín Lousteau. “Los argumentos de Biolcati son los míos”, señaló Buzzi. La fractura era, entonces, otra fantasía del oficialismo. Un gobierno que se bambolea entre la fantasía y la invención de la realidad no se encamina a resolver ninguna crisis. Si bien se mira, las estrías profundas de la crisis sobreviven aún.

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 23 de julio de 2008.

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