El verso llegó de manos de la mujer al corazón de la vida. Se creció el silencio de poesía y las soledades decrecieron.
Por una mujer despertó el amor y se adormeció el hombre en sus brazos.
Hay escenarios que son el rayo, y escenas que son el cristal inmaculado. Cuando el hombre ama saltan chispas. Cuando la mujer se siente amada, el amor traspasa el iris del alma y enciende los ojos del amado.
Por ello, si al mundo le falta ternura, si todo es distancia y distante, la rosa es siempre rosa y hace jardín, tiene nombre de mujer y hace humanidad.
Humanidad que nace en cada mujer madre. La más bella palabra y el más bello verso: madre mía.
Si a la luz de una sociedad de hombres para mujeres, y de mujeres para hombres, el ser humano se humaniza; a la sombra una mujer es todo, el hombre nada.
Una sonrisa de mujer nos reconoce a todos como poetas, injertando corazón donde no se tiene corazón, porque la vida es querer y el querer de una mujer es tan grande, que marca siempre a un hombre.
Una mujer y sus manos pueden cambiar el mundo, -lo advierto-, y el hombre dejar de ser un lobo para el hombre.
Víctor Corcoba Herrero corcoba@telefonica.net
El autor vive en la ciudad de Granada, España.