La vida en la casa pasiva

Cuando el calor corporal calienta la vivienda: la reducción de consumo de energía en edificaciones modernas parece extraída de un libro de ciencia ficción. Pero para muchos alemanes, la vida sin radiadores ya es hoy realidad. También para la familia Radons, que desde noviembre de 2005 vive en una casa pasiva. Una visita.

Por Dorit Amelang

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“Eso no va a funcionar. Te conviene construir una chimenea”, le aconsejaban sus vecinos a los Radons, en presencia del arquitecto Rainer Wildmann. A Wildmann no le sorprenden esos reparos: “Construyo estas casas desde hace 20 años y conozco los comentarios.” Los Radons confiaron en él y no se dejaron influir por los consejos bien intencionados. Querían una casa pasiva economizadora de energía, con aislamiento atmosférico, un sofisticado sistema de calefacción sin chimenea y un diseño claro y alegre. La casa no sólo debería consumir menos energía, sino también ser confortable. Desde noviembre de 2005, una familia de cuatro personas vive en esta casa de ficción situada en un barrio residencial de la ciudad de Rössing, Baja Sajonia. A primera vista, la casa pasiva apenas se diferencia de las demás. A excepción de los colectores solares sobre el techo.

A través de los amplios ventanales del techo entra la tibia luz de abril y cae sobre la mesa del comedor. La hija Kea, de diez años, prueba un pedazo de pastel mientras su madre intenta calmar a la inquieta hermana dos años menor. El ambiente es fresco y agradable, y los vahos de la cocina ya han sido extraídos del ambiente. Sólo a segunda vista se nota la falta de radiadores. La espaciosa planta baja ofrece suficiente sitio para cocinar, jugar, comer y vivir. Por el agua caliente y la calefacción, los Radons pagan dos euros al mes. La casa de Beat Duddeck-Radons y su esposa Frauke consume al año sólo 15 kilovatios de energía para calefacción por metro cuadrado. Equivale a unos 1,5 litros de gasóleo. Para una casa de 230 metros cuadrados se necesitan 345 litros de gasóleo. Para Rainer Wildmann, “eso sólo es posible aplicando rigurosamente las leyes de la física a la arquitectura y combinando componentes de alta tecnología con un fino trabajo manual”.

Los mejores materiales y las técnicas más modernas

La casa pasiva está cubierta de un fino revestimiento que impide el intercambio de aire. No deja escapar el calor. Como material de aislamiento, la familia Radons se decidió por la celulosa, de bajo impacto medioambiental, con una capa de 24 centímetros de espesor. Los modernos ventanales, de tres capas de cristal rellenas de un gas especial, garantizan una entrada óptima de la luz solar y el aislamiento. “Las ventanas son uno de los componentes básicos de este tipo de edificaciones; en ese campo, los fabricantes alemanes son líderes mundiales”, comenta el arquitecto Wildmann. La casa pasiva aprovecha el calor de la luz solar, de los propios moradores y de los aparatos domésticos que producen calor para mantener la temperatura interior de forma constante a 17-18 grados. Pero a la familia la temperatura le parecía demasiado baja. “Queríamos un ambiente más acogedor y por eso instalamos una calefacción adicional”, explica Frauke Radons. Una bomba de calor con termotanque en el lavadero calienta adicionalmente el agua en invierno con ayuda de la energía geotérmica. Además, ese sistema proporciona el agua cliente para ducharse y lavarse durante todo el año. Para sentirse bien en los fríos días de invierno, el arquitecto adaptó el principio de la losa radiante. Dentro de las paredes principales hay conductos que trasportan el aire caliente por toda la casa. “En el frío invierno de 2005 la temperatura interior era incluso demasiado alta y tuvimos que regular los accesos de calor”, recuerda Beat Duddeck-Radons. Este año el periodo de calefacción terminó ya en marzo.

La energía se reparte por toda la casa mediante un sistema ventilación controlada. Alrededor del 80 por ciento del calor se recupera combinando el aire de salida con aire fresco. Cada habitación tiene su válvula de ventilación propia de aire de entrada. La cocina y el baño cuentan además con válvulas de control del aire de salida. “Inhalamos el aire fresco de la primavera pero también la barbacoa del vecino”, dice sonriendo Beat Duddeck-Radons, y añade: “Pero por lo demás, en la casa apenas notamos las corrientes de aire.” No hay paredes frías ni suelos congelados; a cambio, el aire siempre es fresco y el ambiente siempre es puro aunque las ventanas estén cerradas.

También para la energía eléctrica la solución de los Radons ha sido ingeniosa. En el techo orientado hacia el sur hay colectores de luz solar. Beat Duddeck-Radons hace cuentas: “nos restituyen unos 400 euros por la energía producida por las instalaciones fotovoltaicas y nosotros consumimos electricidad casi por el mismo valor”. También en cuanto a los costos de aislamiento los números cierran: un 13 por ciento costó más la casa pasiva que una casa convencional. La inversión se recupera, en función del equipamiento elegido, en un periodo de entre siete y doce años gracias a los menores costos energéticos. La familia Radons se siente muy bien en el nuevo ambiente. “Finalmente no fue todo tan caro, ni la técnica, ni las espaciosas habitaciones ni el diseño de la fachada”, dice Frauke Radons y muestra el rojo bermellón de elementos de madera. En un aspecto la familia no quería ahorrar: en el confort. Por eso, en invierno el ambiente es muy acogedor, incluso sin chimenea.

Dorit Amelang

Fuente: www.magazine-deutschland.de, revista 3/2007, junio-julio.

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