La vida cotidiana

Hay otras cosas más preocupantes: la desnutrición infantil, las carencias educativas, la violencia en todos los órdenes, el poco cuidado de los bienes naturales.

Por Rosa Mayo de Marcuzzi (Esperanza)

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La vida cotidiana se torna cada vez más difícil: en lo económico, en lo comunicacional, en la falta de seguridad, en el uso y abuso de adelantos tecnológicos. Evidentemente, cambia, todo cambia.Y vertiginosamente. A las personas mayores se les hace complejo adquirir el ritmo juvenil; algunas lo logran, otras añoran épocas pasadas, quizás por aquello del poeta “como a nuestro parecer, todo tiempo pasado fue mejor”. Algunos sociólogos manifiestan que estamos viviendo una época similar a la finalización de la Edad Media y comienzos del Renacimiento. Si esto fuera verdad, estaríamos en plena crisis, para que luego surjan tiempos mejores, más humanizados. Pero hay cosas con las que los de mediana edad y los más grandes no pueden estar de acuerdo. Citaré un ejemplo. Mucho me ha gustado la película inglesa (de 1999) Billy Elliot, que narra la historia de un niño, hijo de un minero muy humilde, a quien le fascina la danza. Contra todos los proyectos y prejuicios de su familia, quiere ser bailarín. Es sabido que el ballet es un arte exquisito, pero generalmente los varones dedicados a él poseen cierta ambigüedad conductual que no agrada a los padres. En Billy Elliot ello no se da, pero se insinúa apenas. Sin embargo, en Internet, especialmente en You tube, se han encargado de tergiversar de tal modo las escenas, que lograron desvirtuar el sentido del filme, haciéndonos ver que Billy realmente es homosexual, y la película en ningún momento expresa eso. En las series de televisión ocurre algo similar. Proliferan los temas de relaciones estrechas entre personas del mismo sexo, lo cual no me parece ni mal ni bien, pero sí creo que no se debe exaltar tanto. Probablemente algún plan publicitario o económico haya detrás de todo esto. No deseo ser conservadora. Desde Sócrates, Platón, Alejandro Magno, Safo, el mundo ha sido así. Pero ahora, las cosas se multiplican y cansan un poco. De ningún modo deseo erigirme en moralista. La vida privada de cada persona le pertenece, mientras no cercene derechos ajenos. Existen y existieron grandes creadores de cuyas acciones ínimas no debiéramos ocuparnos, sino juzgar sus obras, que es lo que han legado. A nadie estigmatizo, y quiero aclararlo bien; pero tampoco estoy con la comercialización un tanto absurda de ciertos temas. Hay otras cosas más preocupantes: la desnutrición infantil, las carencias educativas, la violencia en todos los órdenes, el poco cuidado de los bienes naturales. Esos temas debieran reflejarse con mayor asiduidad, porque benefician a todos.

Rosa Mayo de Marcuzzi

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