La UCA homenajeó a Enrique Shaw en el centenario de su nacimiento

Expusieron Víctor Manuel Fernández, la doctora Silvia Correale y Gustavo Boquin. El arzobispo de La Plata expresó su anhelo de una pronta beatificación del empresario argentino.

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En el marco de los homenajes por el centenario del nacimiento de Enrique Shaw, la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA) realizó este jueves 25 de febrero el encuentro virtual “Enrique Shaw en la UCA. Expresión de humanismo cristiano”. La actividad se transmitió en www.uca.edu.ar/ucavivo.  

Expusieron monseñor Víctor Manuel Fernández, la doctora Silvia Correale y el presbítero Gustavo Boquin y se proyectó un video sobre el vínculo estrecho de Enrique Shaw con la Universidad Católica Argentina.

Durante la presentación, monseñor Fernández destacó: “Estoy anhelando su beatificación porque creo que su figura se va a agregar para completar un hermoso poliedro argentino: Mamá Antula, una laica misionera; un aborigen como Ceferino Namuncurá; un cura gaucho del interior, Cura Brochero y nos falta un empresario, un laico empresario”.

“Me interesa destacar que Enrique realiza la figura del empresario que propone el Papa Francisco: ser empresario es una noble vocación, un llamado de Dios. Propone una serie de características unidas a la figura de alguien que busca crear riqueza, producir riqueza, desarrollar el mundo. Enrique Shaw ha realizado esa figura verdaderamente ideal y modélica de un empresario cristiano” agregó. 

“Él entra a la Escuela Naval porque le impactaba el mar. Dice en su diario: ‘veo el sol, la espuma, todo me pone contento, veo una ola romper contra la mampara, una ola grande que desbordaba de hermosura. Como no dar gracias al Creador’. Esto es un símbolo de su espíritu grande, que es lo que trató de plasmar después en su propia existencia. En su diario uno también ve sus debilidades de adolescente propias del carácter, que necesitan una maduración. Hubo un camino de transformación y esto es lo precioso: luchar para formarse, madurar, modelarse, según la voluntad de Dios. Ese trabajo sobre sí mismo con la gracia lo fue haciendo el Enrique que conocemos, eso nos estimula a todos. Estamos en una sociedad un poco enferma de individualismo, de violencia, de divisiones. Nos hace falta apuntar a la maduración de las personas”, puntualizó.  

El arzobispo de La Plata aseguró: “El camino de Enrique era crecer en la caridad, crecer en el amor. ‘Lo más importante para mí es aumentar en mí la caridad, escuchar a las personas, a los obreros, comprenderlos, ser amable, ser como una Navidad para ellos’. Uno se pregunta ¿Esto era un voluntarismo? No. Enroque tenía un trabajo de lectura, textos espirituales, leía libros de Teología. Se dejaba cautivar por la reflexión y la oración para encontrar las motivaciones más profundas: ‘El ser humano hecho a imagen y semejanza de Dios realiza su personalidad volviéndola abierta y receptiva. Esto ocurre con las personas divinas que están abiertas la una a la otra a tal punto que su vida es única para cada una de ellas, una vive puramente en la otra. Entonces no se trata de imponerse uno mismo al prójimo una unión del yo y del tú que venga a ser una fusión de los dos, sino una disponibilidad recíproca respetando la autonomía del otro’. Ese cambio en sus actitudes, en sus gestos, ese crecimiento en la amabilidad y el diálogo tenía una reflexión muy seria detrás. Esto es para mí sumamente valioso. De esto se deriva su preocupación por promover a los demás, la convicción del valor enorme de la dignidad humana de cada persona. Dice ‘Quiero dedicarme a los que sufren, yo no puedo vivir el Evangelio si no me preocupo de que otros tengan vivienda. Debemos tener conciencia social porque Jesús se ha ocultado en los pobres y en los últimos´. Parece que hablara Francisco en Fratelli tutti”.  

Finalmente, Monseñor Fernández reflexionó: “Él quería ser un buen empresario porque tenía detrás esta convicción tecnológica. Decía ‘Es mi deber de Estado como empresario ser eficiente para poder distribuir más porque para distribuir hay que producir. La eficacia es la mejor garantía de que haya trabajo para los obreros y es lo que la empresa debe buscar’. Esto es lo que les dice Francisco a los empresarios, tenés una noble vocación que te lleva a producir riqueza, a acrecentar los bienes, pero al mismo tiempo buscá que eso sirva para generar más fuentes de trabajo, que te obsesione que otros puedan realizarse gracias al trabajo que vos generas. Una vez más esto tiene detrás un trasfondo teológico muy hondo. Era verdaderamente un teólogo, le gustaba leer buenos teólogos para encontrarle un sentido hondo a sus iniciativas. Que hermoso que lo podamos tener como modelo, canonizado, modelo de los empresarios, porque es mucho lo que Enrique nos ha dicho con su vida, con su pensamiento y con su espiritualidad. Yo escribí un libro que se llama `Ser Santos en medio del mundo´, precisamente de eso se trató su vida: ser Santo en medio del mundo”.  

Seguidamente, la doctora Correale recordó: “Enrique Shaw no se conformó con una existencia mediocre, aguada, licuada, sino que respondió con generosidad a su vocación laical de la santidad. Demostró en su vida ante las distintas circunstancias familiares y empresariales aguante, paciencia y mansedumbre viviendo siempre alegre y con una cuota de sana audacia. Supo sacar a la luz lo mejor de sí. Comprendió que todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio de vida cristiana en las ocupaciones de cada día”.  

“Cumplió con honradez y competencia el trabajo de empresario al servicio de sus empleados y obreros. Comprendió su vida como una misión, siendo un divulgador con la palabra y con el ejemplo de la Doctrina Social de la Iglesia. Vivía y enseñaba que el empresario tenía un propio deber de perfeccionamiento que se realiza en el darse a los demás, un deber de servicio”, destacó Correale y resaltó: “Enrique tomó decisiones en su vida cristiana contra la cultura actual del descarte, de los excluidos. Es evidente que no le interesaba la parte financiera ni en el mundo de los negocios, sino la parte productiva. Enrique quería a los pobres y veía en ellos a sus hermanos en Cristo, les hablaba con claridad, algo inusual en aquella época”.  

Al finalizar, expresó: “Enrique todos los días trabajaba para ganarse el pan y para poner las condiciones a favor de que otros se ganaran el pan para llevarlo a su casa. Era un evangelizador que oraba y trabajaba consciente de que la misión es una pasión por Cristo, pero al mismo tiempo una pasión por su pueblo. Logró ayudar a muchas personas a vivir mejor, nunca se desanimó ante los fracasos. Vivió su vida empresarial contando con María Santísima como socia y consultándola cuando tenía días difíciles. Con un estilo mariano mirando a María Santísima maestra del Evangelio volviendo a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño como símbolo del amor de Dios”.  

A su turno, el presbítero Boquin señaló: “Nosotros quisimos darle el título de este homenaje como expresión del humanismo cristiano porque la UCA quiere cultivar a través de sus disciplinas y de su servicio a la comunidad un humanismo cristiano” y se preguntó “¿Cuál es el sentido de nuestra vida? ¿Cuál es el sentido de la existencia?”. “Un humanismo sin fundamento teológico nos deja vacíos. Un humanismo con fundamento teológico da sentido. La figura de Enrique Shaw emerge como un humanismo que nos manifiesta lo que es tener un fundamento teológico, profundo, serio, hondo”, reflexionó.  

Seguidamente, el sacerdote mencionó los ámbitos donde Enrique Shaw manifestó el humanismo cristiano como el matrimonio y el trabajo. En cuanto al trabajo, expresó: “Él manifiesta que el trabajo es el ámbito en el cual se puede elevar a las personas consideradas a nivel espiritual, no solo material. También nos marca un camino de cruz que vivió en el trabajo: ‘En que soledad me encontré en mi trabajo, me sentí solo e incomprendido por unos y por otros. Ningún representante de los sindicatos quería hablar a solas conmigo por miedo a comprometerse o que los obreros pensaran mal de él’. “Esta experiencia de cruz no lo alejaba de lo que pretendía: Recordar lo importante que es cuidar la sensibilidad y el modo, recordar que ‘atento’ viene de poner atención en el interlocutor”.  

El presbítero Boquin también recordó el dolor que sentía Enrique Shaw ante la desocupación y su profunda sensibilidad social.  

Hacia el final, el sacerdote se refirió a la partida de Enrique Shaw de este mundo. Shaw manifestó: “La vida cristiana es la eternidad comenzada sobre la Tierra. El pensamiento de la vida eterna nos debe alentar, la vida más que una afirmación de sí es un don de sí, es la aceptación del misterio de la cruz”. 

El presbítero Boquin cerró su disertación diciendo: “Eso es justamente el humanismo cristiano, es vivir en profundidad el don del bautismo que nos ha hecho hijos de Dios. La persona de Enrique Shaw es una persona que ilumina hoy, para nosotros argentinos y para el mundo entero, el sentido profundo de la vida, el humanismo cristiano con un gran compromiso en el tiempo, pero a la vez abierto a la trascendencia, a la eternidad. Nuestra fe está llamada a ser viva, inquieta, preocupada, para purificarnos de todas las idolatrías que empañan nuestra comprensión y vivencia del Evangelio”.

Más información: www.uca.edu.ar.

Fuente: https://aica.org/

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