La paz se escribe en femenino

Haya paz, pues, y que la guerra deje de ser presencia viva en el mundo. Ya está bien de destruir el espíritu poético de la tierra. ¡Cuántas derrotas de humanidad! ¡Cuántos pésames de vencidos y glorias de vencedores! La paz nos pertenece por derecho y deber. Ninguna guerra se gana.

Por Víctor Corcoba Herrero (España)

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Siempre es un buen momento para hacer la paz. Tenemos que hacerla todos juntos. A veces es suficiente con una sonrisa. Que cada uno pueda hacer lo que se deba hacer, es tan justo como preciso. Miles de personas en el mundo todavía no son libres para ejercitar ese deber. La confianza que la comunidad internacional tiene depositada en la labor de mantenimiento de la paz que realizan las Naciones Unidas continúa haciendo camino. Caminantes de paz vuestro es el mundo, hacerlo humano aunque haya que reinventar otra justicia más neutral. Ahora Naciones Unidas apuesta por recurrir al poder de las mujeres para fortalecer el sosiego en el planeta. En cualquier caso, hacen falta hembras y hombres de paz, hombros que nos acerquen a la senda de la verdad, a la del verso y la palabra que se injerta en el corazón humano. Hay que empezar a estrechar abrazos con los enemigos hasta volverlos amigos. Sólo es necesaria la voluntad de hacerlo. Querer es poder, que se dice.

Como también digo que la mujer es cierto que está en mejores condiciones de poder cambiar el mundo. La maternidad imprime el más níveo de los versos. Como alguien dijo: la más bella palabra en labios de un hombre es la palabra madre, y la llamada más dulce: madre mía. También puede desempeñar tareas de un modo más eficaz para atajar el problema, me refiero, por ejemplo, a las entrevistas con las víctimas de violencia sexual o por motivo de género, el trabajo en las cárceles o en labores asistenciales. La paz se escribe en femenino bajo la complementariedad masculina. Todos somos imprescindibles para reconquistar el sosiego y darnos autosatisfacciones compartidas. Porque la paz no se compra, viene por si misma, es fruto que germina de las habitaciones interiores de los seres humanos.

Mujeres manteniendo la paz. Hombres sosteniendo la paz. Sin armas. La acción más reciente de Corea del Norte lanzando misiles de corto alcance, a pesar de la condena internacional con que fue recibida su prueba nuclear de la víspera, es una clara prueba de que las naciones no descansan. Parece como si estuvieran siempre deseosas de agrandar sus arsenales de armamentos. Unos países más que otros, bien es verdad. En cualquier caso, así no podemos criar a los niños en la paz. Con lo saludable que sería hincharse de amor antes que de armas. A sabiendas de que no hay paz sin amor, y que no hay amor sin conjugación de pronombres en los labios del alma.

Abajo las opresiones de los pueblos, las injusticias y los desequilibrios económicos que nos circundan. Arriba la rebelión de los poetas que armados de poesía destruyen las armas con su triunfal paso estético. Si la primera víctima de la guerra es la verdad, la segunda es el amor que se envenena de odio. Algo que nos deshonra como humanos, haciéndonos seres inhumanos. Demasiados lobos con piel de cordero transitan por el reloj de la vida como si ellos fueran dueños para detener nuestro propio tiempo existencial. Haya paz, pues, y que la guerra deje de ser presencia viva en el mundo. Ya está bien de destruir el espíritu poético de la tierra. ¡Cuántas derrotas de humanidad! ¡Cuántos pésames de vencidos y glorias de vencedores! La paz nos pertenece por derecho y deber. Ninguna guerra se gana.

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor corcoba@telefonica.net (27 de mayo de 2009)

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