La oración por la Patria

Homilía pronunciada el 9/07/08 por el Obispo de Rafaela, Mons. Carlos María Franzini, en la Iglesia Catedral, durante la Solemne Celebración de Acción de Gracias, con motivo de la fiesta patria, con la presencia del gobernador Binner, el intendente Perotti y autoridades de distintos niveles.

Compartir:

Retomando una antigua tradición, que se remonta a los albores de la Patria, hoy estamos reunidos en esta iglesia Catedral para celebrar con gratitud el don de la Nación independiente, don recibido de Dios y de nuestros mayores que hemos de acoger con reconocimiento y compromiso para poder entregarlo a las generaciones venideras enriquecido y –ojalá- afianzado en su identidad más genuina.

Suele llamarse tradicionalmente la ceremonia del “Te Deum”, las dos primeras palabras del himno latino con el que los cristianos cantamos nuestra gratitud a Dios, dador de todos los bienes. Sin embargo en Argentina, en los últimos meses, ha resonado con más frecuencia la llamada “Oración por la Patria”, con la que los católicos de Argentina hemos invocado la protección del Señor sobre nuestra tierra, herida y fragmentada por desencuentros, intolerancias y una persistente incapacidad para buscar juntos soluciones a los conflictos que nos agobian.

Por ello he pensado compartir con ustedes en esta celebración unas muy breves reflexiones que brotan de lo rezado en esta sencilla y profunda oración, que nos ha hecho experimentar una vez más la certeza de que Jesucristo, según su promesa, está verdaderamente presente en medio de aquellos que se reúnen en su nombre para invocarlo.

“…Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos…” Hacemos aquí una doble profesión de fe. Reconocemos a Jesucristo como Señor de la historia porque no queremos, ni podemos, relegar la dimensión religiosa de nuestra vida a la esfera meramente privada e individual y porque reconocemos que no somos autosuficientes. Es miopía intelectual o prejuicio ideológico pretender borrar la dimensión religiosa, que es esencial a la persona humana. Hacerlo es, en definitiva, atentar contra su misma dignidad. Por ello los padres fundadores de la Patria supieron incorporar lo religioso en la vida de las personas y las instituciones. Y en el proyecto de Nación que nacía lo religioso estaba presente con su aporte propio y diverso. No es casual que nuestra Constitución comience invocando a Dios, fuente de toda razón y justicia y que consagre la libertad de cultos como nota distintiva de nuestra identidad. Por ello no podremos afianzarnos como Nación queriendo borrar, disimular o mutilar esta dimensión de nuestra vida nacional.

“… Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza…” Es en los momentos de limitación y carencia cuando el hombre se encuentra indefectiblemente con su condición de criatura y se rompe su pretensión de omnipotencia. Algo similar acontece a los pueblos. Es el valor pedagógico de la frustración y del fracaso, que nos ayudan a reconocernos necesitados de Dios y de los demás. Caminando hacia los bicentenarios de 1810 y 1816 podemos repasar nuestra historia común y preguntarnos: ¿qué hemos hecho para estar como estamos?, ¿en qué hemos acertado y en qué hemos fracasado? ¿A dónde nos han llevado tantas páginas gloriosas de nuestra historia y tantas cargadas de dolor? La historia sólo es “maestra de vida” cuando es sabia y prudentemente asimilada y procesada en el presente, para revisar y modificar conductas y para proponernos nuevas metas comunes hacia el futuro.

“…Queremos ser nación…”, porque todavía no lo somos plenamente. No lo éramos en 1816, cuando varias de las actuales provincias argentinas no estaban representadas en el Congreso, ni lo somos todavía cuando en tantos aspectos nuestro federalismo sigue siendo formal y no se traduce en un estilo efectivamente federal de organización y convivencia nacional. No lo éramos en 1816 con la Patria naciente fragmentada en grupos irreconciliables, ni lo somos todavía hoy cuando seguimos enemistados y enfermos de individualismo sectorial. No lo éramos en 1816 cuando sólo unos pocos tenían posibilidad de desarrollar una vida digna y plena ni lo somos todavía hoy cuando son tantos los excluidos del banquete de la vida. No importan aquí estériles discusiones sobre frías cifras. La realidad es que todavía hoy son muchos los argentinos que no tienen acceso a condiciones dignas de trabajo, salud, educación, vivienda, seguridad social… En definitiva la pobreza sigue siendo la “deuda interna” que todavía nos impide una auténtica independencia nacional.

Por eso pedimos “pasión por la verdad y compromiso por el bien común, amar a todos sin excluir a nadie…” No hay posibilidad de ser Nación sin reconocer con verdad nuestra realidad, aunque nos duela. No hay posibilidad de ser Nación sin salir del propio interés personal o sectorial. No hay posibilidad de ser Nación sin esa forma sublime y fuerte del amor que es el perdón, que vence al odio y construye la paz. Perdón que no tiene nada que ver con la impunidad, el olvido o la indiferencia; sino que se trata del gesto magnánimo y superador que permite avanzar decididamente hacia la amistad social, raíz del entramado auténtico que nos constituye Nación. La historia nacional y la de tantos pueblos nos confirman que sin perdón no hay reconciliación y sin reconciliación no hay proyecto común; sin proyecto común no hay ni habrá nunca una verdadera Nación.

Pero somos conscientes de que este esfuerzo por la fraternidad no es fácil, por ello pedimos “…la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda…” Diálogo que no es monólogo de a dos o de a muchos, imposición o puja de fuerzas enfrentadas, adhesiones conseguidas con procedimientos bastardos y prepotentes. Diálogo es apostar a que juntos somos más capaces de alcanzar lo mejor para todos; es respetar la diversidad y el disenso, porque nos enriquece y complementa; es valorar la posibilidad de que el otro me ayude y plenifique, buscando acuerdos y consensos reales. Diálogo entre personas pero también entre instituciones. Y en democracia el dialogo social se canaliza a través de las instituciones previstas por la Constitución para dar cauce y racionalidad a la participación ciudadana. El pueblo gobierna a través de sus representantes. Por ello los argentinos debemos recuperar el aprecio, la valoración y el recurso a las instituciones para la solución de nuestros conflictos. Por ello los funcionarios deben estar a la altura de la encomienda recibida de sus representados, desterrando toda forma de oportunismo, clientelismo o corrupción que neutralizan la verdadera representación y son la más directa causa de desestabilización. Por ello todos, gobernantes y gobernados, debemos ser servidores y respetuosos de la ley y las instituciones para ser libres de verdad.

Finalmente recurrimos a María “…que desde Luján nos dice:¡Argentina!, ¡Canta y camina!…” En Luján, como en Guadalupe, el Valle, Itatí, y tantos otros santuarios marianos se condensa y expresa el sentimiento filial de los argentinos, que saben reconocer en la Madre a Aquélla que nos hace familia, hermanos, compañeros de camino.

Por tanto les invito a celebrar con gratitud y compromiso esta nuevo aniversario de la independencia rezando con mucha fe la Oración por la Patria:

Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos Nos sentimos heridos y agobiados Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser nación, Una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina!, ¡Canta y camina! Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Amén.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *