“La matemática sirve para pensar distinto y superar los problemas”

Lo afirma Adrián Paenza, profesor en Ciencias Exactas y periodista deportivo.

Por Any Ventura

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Adrián Arnoldo Paenza es un doctor en ciencias matemáticas que ha logrado una popularidad rara vez conseguida por un científico en cualquier parte del mundo. Esto se debe a que ha sabido difundir sus muchos conocimientos y también a que ha ejercido el periodismo deportivo con tanta rigurosidad y pasión como la que aplica para darles clases a miles de alumnos en la Facultad de Ciencias Exactas. “La matemática ayuda a pensar distinto”, afirma.

Tiene 56 años. En 1997 ganó el premio Konex. Es conductor del programa Científicos industria argentina, galardonado con el premio Martín Fierro en 2004.

Puede reflexionar acerca de diversos temas: “Hacer política es establecer un orden de prioridades. El Gobierno tiene que despintarse la cara, dejar las armas afuera y marcar cuáles son sus políticas”, dice. Con todo, su visión de los actuales gobernantes no es por completo crítica: “En los últimos treinta años nadie hizo tanto como Kirchner por la educación, la ciencia y la técnica”, admite.

Sus libros Matemática… ¿estás ahí? y Matemática … ¿estás ahí? Episodio 2 han estado durante varios meses en las listas de los más vendidos. Con relación a su función docente, Paenza dice: “Uno en la vida primero tiene un problema y después trata de buscar la solución, pero nosotros a los jóvenes les damos respuestas para preguntas que ellos no se hacen. Y eso no está bien.”

El profesor Paenza atribuye el éxito de sus libros a la utilidad de la materia de la que tratan. “La matemática da una lógica interna y provee de una red que amortigua el golpe si uno se cae”, sostiene.

Siente que tiene que devolverle a la sociedad lo que ésta le brindó y se ocupa de dar charlas en escuelas primarias, en colegios secundarios y en las villas de emergencia, y se está preparando para hacer una visita al hospital Garrahan.

Paenza es docente de la Facultad desde 1965, y calcula que ha tenido durante estos 42 años más de mil alumnos por cuatrimestre. Cree que en este caso la cantidad no conspira contra la calidad: “En la universidad pública, hay grupos que representan la intelectualidad del país de una manera excelente”.

Sin embargo, no siempre es tan taxativo. Confiesa que los alumnos le enseñaron a decir “no sé”.

-¿Usted cree que los científicos argentinos se pueden considerar intelectuales? ¿Se han dedicado a pensar en el país?

-Históricamente, la ciencia estuvo en un sitial privilegiado. Se la miraba con reverencia porque era natural que la persona ilustrada se separara del resto. El científico sentía que de un lado había una elite y del otro estaba la plebe. De un lado estaban los que no entendían y del otro los que entendían. Pero yo digo que los científicos, por una cuestión elemental de solidaridad, deberían hacer el esfuerzo de pensar cómo mejorar la calidad de vida de la sociedad.

-Emilio Tenti Fanfani dijo en un reportaje que el conocimiento, como el dinero y la tierra, es un bien escaso que no se reparte democráticamente.

-Desparramar conocimiento es la tarea de los comunicadores. Si se cerraran las escuelas, la gente saldría a la calle a protestar, porque todo el mundo entiende la importancia entre ser analfabeto y ser alfabeto. Si se cerraran las universidades, sólo los grupos estudiantiles saldrían a la calle, porque la sociedad en su conjunto todavía no entiende bien por qué tendría que salir a defenderla. Y eso es porque la sociedad ve a los científicos como privilegiados, en la isla en la que viven todas las princesas y todos los príncipes azules. Hay que combatir esa idea.

-Usted le pone pasión a un teorema. ¿Sabiendo matemática se piensa mejor?

-Se piensa distinto. Se toman decisiones más educadas. La matemática nos provee de una herramienta que hace que ese problema que aparece hoy no vuelva a aparecer. Da la posibilidad de hacer una pirueta para saber que por ese lugar no hay que volver a pasar. Cuando uno tiene que tomar decisiones, la matemática nos da una lógica interna, una red que amortigua el golpe si uno se cae. Brinda mejores herramientas. Una vez estaba haciendo cola para sacar la cédula con un compañero que estudiaba ingeniería. Le propuse que hiciéramos la cuenta de cuánto tiempo tardaríamos en ser atendidos. Había tres personas atendiendo y cada una de ellas le dedicaba tres minutos a cada solicitante. O sea que una persona por minuto completaba el trámite en esa oficina. Antes de nosotros había noventa personas. Entonces, teníamos para una hora y media… ¿Para qué me sirvió todo aquello? Para pensar qué hacía con mi tiempo.

-¡Qué buen ejemplo para aplicarlo a la política! ¿La matemática sirve también para descifrar el discurso de los políticos?

-En Día D , con Horacio Verbitsky le estábamos haciendo una nota a Dante Caputo, que era el secretario de Ciencia y Técnica de la Alianza. Teníamos a la vista la plataforma, la misma que yo había votado hacía tres meses. Ellos habían escrito que para esa área iban a elevar el presupuesto a un uno por ciento del producto bruto interno. Eso daba una cantidad de dinero que en ese momento era imposible. Por eso en la Argentina todo sale como va saliendo. Se lo dije a Kirchner: “Mire: usted tendría que elegir una cantidad determinada de proyectos, sabiendo qué es lo que quiere para el país. Que su equipo discuta cuáles son los temas centrales. Como la cantidad de dinero que hay no es infinita, hay que elegir cuáles son los temas privilegiados”. En función de eso, hay que despintarse la cara, dejar las armas afuera y marcar cuáles son las políticas.

-¿Y sintió que el Presidente lo había escuchado?

-En los últimos treinta años nadie hizo tanto como Kirchner por la educación, la ciencia y la técnica. A mí me han llamado muchas veces del Gobierno para preguntarme cosas, y eso que no tengo ningún compromiso. Voy porque veo que hay ánimo de escuchar. Hay que pensar el país.

-¿Cree, entonces, que hay gente que está pensando el país?

-No creo; no todavía de modo orgánico. En todo caso, si alguien lo está pensando no creo que sea desde el Estado. Tampoco creo que nuestros gobernantes tengan un objetivo más largo que su propio plazo en el poder.

-Los argentinos parecemos envueltos en un pensamiento circular. Una especie de círculo vicioso que no nos deja avanzar. No hay políticos ni muchas mentes demasiado interesantes

-Y esto merece una reflexión, porque en general los políticos son abogados, son economistas o contadores. ¿Por qué no hay políticos que surjan de las ciencias duras: matemáticos, físicos , químicos? Debe de haber pocos tipos más capaces que Alberto Kornblit, que fue candidato a rector de la Universidad de Buenos Aires. El debería ser candidato a presidente de la Nación.

-Usted vive parte del año en Chicago. ¿Hay cosas de Estados Unidos que lo sorprenden?

-Me sorprende el respeto cotidiano. A mí me sorprende estar parado en una librería, mirando los exhibidores; que una persona pase por delante y me pida disculpas. Es bueno vivir en una sociedad en la que se respeta al otro todo el tiempo.

-El fútbol es una metáfora de la Argentina. ¿El presidente perpetuo de la AFA, Julio Grondona, es el resultado de esa metáfora?

-El problema es que una persona no puede perpetuarse en el poder. Sigue siendo elegido por sus pares, pero sus pares no son doscientos mil. Sus pares son treinta. Esos treinta interactúan todo el tiempo y no hay nadie que los monitoree. Por lo tanto, a treinta los puedo comprar. A doscientos mil, ya no.

-¿Esos treinta no son pesos pesados?

-No, porque Grondona manda a los árbitros, y los árbitros son los que deciden quién es el que gana y quién es el que pierde. Y si algún club se va al descenso, económicamente se muere. El problema es que el sistema no es democrático. Grondona es el emergente más visible y típico de los problemas de la sociedadargentina.

-¿Hay un paralelo entre fútbol y sociedad?

-Muchos dicen que antes se jugaba mejor al fútbol. Pero ¿cuál fue esa época idílica del fútbol? ¿La de Maradona? No, entonces había gente que decía que se jugaba mejor en la época de Alonso y Bochini. Y en la época de Alonso se decía que se jugaba mejor en la época de Ermindo Onega. Y en esa época se decía que se jugaba mejor en la época de Bernabé Ferreyra. Nunca hubo un momento idílico, así, sacado de contexto. Lo mismo ocurre en la sociedad.Los que dicen que los chicos están idiotizados con los videojuegos no recuerdan que sus madres, como hacía la mía, salían a la calle y decían: “¡Basta de jugar al dinenti!”. Otros dicen que el chateo impide las relaciones interpersonales: cuando se inventó el teléfono, la gente no dejó de conocerse ni de verse. Yo prefiero tener celular a no tenerlo.

Por Any Ventura

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 21 de abril de 2007.

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