La implosión radical

La anunciada renovación de la UCR es una esperanza necesaria. La estructura nacional que supo construir, deseada por muchas agrupaciones, está hoy vacía de contenidos. El tiempo dirá si logra recrear el bipartidismo perdido. El Partido Socialista y el Pro trabajan en ese objetivo, con algunas ventajas. Los radicales deberían aprender de los errores cometidos.

Por Arturo Prins (Buenos Aires)

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Por Arturo Prins.- En el país no hay bipartidismo. La desintegración de la UCR, el partido político más antiguo de la Argentina, facilitó este hecho. La fuga de figuras relevantes, que crearon agrupaciones efímeras, acentuó la crisis radical y fragmentó a la oposición.La última elección presidencial confirmó la desintegración de la UCR que, durante décadas, garantizó la alternancia en el poder. La proliferación de agrupaciones –algunas creadas por ex radicales– que disputaron el 50% de los votos no oficialistas, facilitó que ningún partido alcanzara la calidad de verdadero opositor. La distancia entre Cristina Kirchner y el socialista Hermes Binner (segundo en cantidad de votos) junto con la pérdida de legisladores en el Parlamento, muestran un cuadro preocupante para los dispersos opositores. Tras la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, la UCR comenzó a desfigurarse. Radicales prominentes abandonaron el partido: Rodolfo Terragno, que incluso llegó a presidirlo; el economista Ricardo López Murphy; las legisladoras Elisa Carrió y Margarita Stolbizer, o el ex gobernador Julio Cobos y otros “radicales K”, que fueron expulsados. En la elección presidencial de 2003, la UCR no alcanzó el 3% de los votos con Leopoldo Moreau de candidato; pero López Murphy casi disputó la segunda vuelta con una agrupación propia. En 2007 no hubo candidato radical y el partido se adhirió al extrapartidario Roberto Lavagna, que salió tercero, mientras Carrió era la más votada después de Cristina Kirchner, con una coalición inspirada por ella. En 2011, Ricardo Alfonsín repitió el tercer lugar con un magro 11%. El partido ya estaba descabezado: sin candidato a gobernador por la provincia de Buenos Aires, acordó con el opositor mejor ubicado, Francisco De Narváez, para no perder los votos del mayor distrito electoral del país. La legisladora Stolbizer, que otrora sumaba votos para el radicalismo bonaerense, lo hacía ahora para el frente liderado por Binner que la designó candidata a gobernadora. Hasta el candidato a vicepresidente, Javier González Fraga, protagonizó un hecho singular: firmó su ficha de afiliación al partido radical, después de la elección. En su momento se comentó que se apeló a este economista, no radical, para alejar el recuerdo de la hiperinflación de Alfonsín padre, mientras el ex radical y economista López Murphy era candidato a jefe de Gobierno de la capital, por un partido que casi no tuvo votos. Y Carrió desaparecía electoralmente cuando el Frente de Izquierda, último en la primaria de agosto, la desplazaba en octubre a ese lugar. Para completar la implosión radical, habría que recordar el salto de Julio Cobos al Frente para la Victoria, con el que llegó a la vicepresidencia de la Nación, bajo el novedoso apodo de “radical K”, habiendo ganado la gobernación de Mendoza por la UCR. Ninguno de los mencionados, radicales o ex radicales, cuenta hoy políticamente. Las agrupaciones creadas por algunos de ellos tuvieron éxitos efímeros. De haber disputado internamente sus diferencias, en el seno del partido, hubieran robustecido a la UCR y seguramente habrían llegado a la presidencia, por la alternancia del poder que caracteriza a las democracias maduras. Por el contrario, creyendo que por afuera ganarían todo, favorecieron la fragmentación opositora y la desaparición del bipartidismo, que los arrastró a ellos y al centenario partido de Alem, el más antiguo de la Argentina. La anunciada renovación de la UCR es una esperanza necesaria. La estructura nacional que supo construir, deseada por muchas agrupaciones, está hoy vacía de contenidos. El tiempo dirá si logra recrear el bipartidismo perdido. El Partido Socialista y el Pro trabajan en ese objetivo, con algunas ventajas. Los radicales deberían aprender de los errores cometidos.

Fuente: revista Criterio, Buenos Aires, Nº 2377 » DICIEMBRE 2011.

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