“La Iglesia no va a hacer oposición, pero tampoco va a callar su voz”

Opina en una entrevista monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina.

Por Pablo Sirvén (Buenos Aires)

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Por Pablo Sirvén.- En noviembre último, monseñor José María Arancedo reemplazó al frente del Episcopado al cardenal Jorge Bergoglio. No pocos leyeron en ese cambio el avance de un moderado hacia el máximo órgano de gobierno de la Iglesia Católica argentina. Tal vez por eso, la presidenta Cristina Kirchner no se demoró mucho en recibirlo.

Frente a esas especulaciones, Arancedo responde que “todos somos distintos” y que “la relación de la Iglesia con el Gobierno siempre ha sido en términos de autonomía, de cooperación y de respeto”, pero insiste en que “la Iglesia no es oficialista ni opositora, tampoco neutral”. Un difícil equilibrio.

Ahora la cúpula eclesiástica expresa cierta inquietud por algunos aspectos que predominan en la reforma del Código Civil. “Vemos un cambio que nos preocupa con respecto a la vida, la familia y los derechos del niño”, advierte. Tampoco se queda atrás a la hora de evaluar cómo el Gobierno usa los fondos de los jubilados: “Pueden ser tomados para otras tareas siempre que haya un excedente, pero lo importante es que primero cobren lo que les corresponde. Y si sobra algo, la plata que se saque de ahí supongo que no será un regalo, sino un préstamo con intereses que habrá que devolver”.

Su tono es calmo, pero no por eso deja de expresar con vigor y persistencia los temas que lo preocupan. Vientres alquilados, identidad de género, muerte digna, la pedofilia en la Iglesia y el sonado caso Bargalló fueron algunos de los temas tratados durante la entrevista con La Nacion. De manera recurrente vuelve una y otra vez sobre los aspectos del Código Civil que menos lo convencen: “Se restringe -subraya- el derecho del embrión no fecundado. Queda en orfandad y como objeto de manipuleo y no del respeto que merece. También se ha debilitado el matrimonio. Parecería que todo se hace en función de un posible divorcio para que sea exprés y sobre todo se reduce el derecho de los niños. Se privilegia mucho el derecho a tener un hijo y no el del hijo a tener padres y una familia.”

-¿No tienen derecho los homosexuales a armar una sociedad conyugal que también pueda estar regida por el amor?

-Respeto a la persona desde ya, pero se mezclan muchas cosas. Si esa libertad no parte de la naturaleza corremos el peligro de quebrar la ecología del hombre. Hay una suerte de “adultocentrismo”. Se acomoda todo a una libertad creadora que no reconoce lo dado por la naturaleza incluso en la educación sexual, en la que hay que formar a varones y niñas a partir de su biología, no que todo dependa de su libertad.

-¿Habla de la identidad de género?

-Es que cuando la libertad se desconecta del dato, vamos a cualquier lado. Una libertad que se crea a sí misma va en contra de la naturaleza. Eso también forma parte de decisiones políticas.

-Las sociedades modernas empiezan a reconocer las diversidades de género, raciales y políticas, de manera que el nuevo Código debe contemplar todas esas distintas situaciones que han ido apareciendo.

-Pero tiene que tener racionalidad. Una ley también tiene un sentido pedagógico, sin que eso signifique que deba discriminar. Pero distinguir no es discriminar. Estoy en contra de discriminar y a favor de distinguir para dar a cada uno lo que le corresponde. No es lo mismo una unión convivencial que un matrimonio. Yo no sé si la tarea del legislador es ser fotógrafo o más bien debe crear leyes racionales, que orienten incluso a una sociedad. El Código tiene que propender a una sociedad modélica.

-¿No choca ahí lo dogmático de la Iglesia y lo crecientemente liberal de las sociedades actuales?

-A la Iglesia no le corresponde hacer leyes, eso es de la sociedad civil, pero puede aportar su experiencia y filosofía, que haga de una ley algo racional, donde la naturaleza forme parte de la cuestión y no que sea algo ajeno.

-Pero la razón se puede abordar desde el dogma o con sentido liberal.

-Una ley no tiene por qué depender de un dogma, debe ser abordada desde la inteligencia. Benedicto XVI afirma [lee del documento “Reflexiones y aportes sobre algunos temas vinculados a la reforma del Código Civil”, elaborado por la Conferencia Episcopal Argentina] que el papel de la Iglesia “consiste en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos”. También habla de “una ecología del hombre” que se debe a “una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando él respeta la naturaleza, la escucha, se acepta como lo que es, y admite que no se ha creado a sí mismo”.

-Hay situaciones de hecho de cohabitación de personas del mismo sexo que la Iglesia no contempla, pero que la sociedad civil debe regular y resolver si hay diferendos.

-Por supuesto que eso tendrá que hacerlo. El Estado puede reconocer una unión civil con todos los derechos, pero la Iglesia va a defender el matrimonio entre hombre y mujer abierto a la vida en un contexto de estabilidad. La sociedad civil puede conceder a dos personas del mismo sexo que se transfieran mutuamente sus derechos, pero eso no se puede equiparar con el matrimonio. Por eso algunos se preguntan si no habrá llegado el momento en que sólo el matrimonio religioso sea suficiente y no haya que hacer el civil.

-¿El celibato es insoluble para la Iglesia?

-No es que no se converse. La Iglesia ha hecho una opción milenaria por el celibato para aquellos que son llamados a ejercer el ministerio sacerdotal, con un fundamento en la persona de Jesucristo. Es una entrega totalizante a la misión que la Iglesia les confía a sus sacerdotes.

-Hay otras iglesias cristianas que permiten el matrimonio de sus ministros.

-Puede ser, pero para la Iglesia Católica el valor del celibato tiene un peso muy grande y hoy no piensa en tocar ese tema.

-El papa Benedicto XVI, siguiendo el camino iniciado por Juan Pablo II, busca reunificar al catolicismo con otras iglesias cristianas. El escollo, precisamente, es que hacerlo generaría un acto de injusticia ya que algunos se podrían casar y otros, no.

-Yo no me siento objeto de una injusticia de la Iglesia. Estoy contento por el celibato y la formación que he recibido. De hecho hay iglesias católicas orientales que tienen sacerdotes casados. Eso no quitaría que pueda haber una iglesia unida que tenga algunos ministros que sean casados.

-Usted tomó el celibato voluntariamente, pero para otros puede ser un peso muy grande, como ha demostrado hace poco el caso del ex obispo Bargalló.

-Está el don y la tarea. El don es una gracia que uno recibe en orden a la vocación, pero también está la tarea de uno.

-Ya que hablamos tanto de la naturaleza, también aquí ha expresado su peso en lo que le ocurrió al obispo.

-Pero también está la libertad con la cual uno lleva adelante su vida. ¿Hay que negar la fidelidad en el matrimonio porque hay algún matrimonio infiel? Y para mantener esa fidelidad el matrimonio debe tener espíritu, trabajo. También el sacerdote para vivir su entrega, tiene que ser cuidadoso y poner límites con una vida interior que sostenga su decisión.

-¿Cuál es la situación eclesiástica de Bargalló?

-Fernando es, desde ya, una persona muy valiosa. Ha quedado en un contexto personal de retirarse por un tiempo. Y pidió disculpas. Es un obispo que ha presentado su renuncia y que el Papa ha aceptado. Sigue siendo un sacerdote, pero sin ejercer el ministerio episcopal. Habrá que ver más adelante qué decide el Santo Padre.

-¿El férreo celibato no puede ser un factor de multiplicación de los casos de pedofilia en la Iglesia Católica?

-No veo relación. Estadísticamente inclusive se dan más casos de pedofilia y abuso en contextos familiares. Que ha habido casos no se puede negar, pero que el celibato tenga directamente que ver con eso no podría decirlo. Que haya tentaciones con una mujer, bueno, por ahí puede darse, pero en lo otro creo que hay componentes psicológicos ajenos al celibato y a la vocación sacerdotal.

-¿No bajaría mucho el factor de riesgo de pedofilia si dejaran de estar a cargo de internados, seminarios y conventos?

-Ya quedan pocos internados. Me parece que el problema es más de la persona y que el celibato hace más referencia a una mujer que a un chico.

-¿Su postura sobre la muerte digna?

-No hay por qué prolongar el ensañamiento terapéutico; moralmente no hay obligación de eso. Donde la Iglesia pone un límite es en la eutanasia e incluso también en lo que se llama eutanasia pasiva, que es quitar a la persona sobre todo la hidratación. Esa no es una muerte digna.

-¿Alquiler de vientres?

-No hay una demanda social del alquiler de vientres. Creemos que no es un reclamo de nadie. Si la legislación pusiera el foco en los derechos del niño, los adultos tendrían más obligaciones hacia ellos y no al revés. Hay cosas que también se pueden prohibir. No hay que temer a poner un límite. No se puede cosificar a la mujer ni ir contra su dignidad. No todo lo que se puede técnicamente es éticamente correcto. La relación psicológica y afectiva del chico que es gestado durante nueve meses con su madre desaparece y niega el avance de la psicología ultrauterina. Hay temor a reconocer esto como si fuese algo del pasado o de la derecha. Es la cultura de una libertad que no se maneja por valores sino desde ella creativamente.

-¿Cuáles son las preocupaciones de la Iglesia argentina a nivel nacional?

-Su tarea es predicar el Evangelio y fortalecer a las comunidades cristianas. Se trabaja mucho en la pastoral familiar, pero también en la social.

-¿Qué es lo que preocupa en lo social?

-Preocupan varias cosas: la droga, la marginalidad y la pobreza estructural.

-¿Cómo se plantan frente al enmascaramiento en los índices del Indec?

-La Universidad Católica hace un esfuerzo grande a través de su Observatorio de la Deuda Social Argentina para dar elementos permanentemente y lo hace con mucha capacidad profesional. El seguimiento que hace de la economía arroja cifras que hay que tener en cuenta y sobre todo las de pobreza estructural.

-¿No es fuente de controversia que sean tan dispares las cifras del Observatorio con las mediciones mucho más optimistas del Gobierno?

-Sí, difieren de esos datos que pueden tener alguna carga política. Falta un correlato mayor entre la realidad y los números. La Iglesia lo hace con total seriedad y responsabilidad en una sede académica, en una universidad. Es bueno que el Gobierno lo valore y que no lo tome como una actitud opositora, sino como servicio.

-¿Hay una mayor distensión de la relación Gobierno-Iglesia comparada con la mitad de la década pasada o es apenas fría cordialidad?

-La Iglesia es autonomía y cooperación. No va a hacer oposición, pero tampoco va a callar su voz. La Iglesia va a hablar. De parte mía como presidente, deseo la mejor relación tanto con las autoridades allá en Santa Fe y también acá. Evidentemente no es un diálogo fluido. Me gustaría que lo fuera más, pero uno también tiene que respetar los tiempos. Igual, eso no nos impide actuar y hablar. Al Gobierno le gustará o no lo que digo, eso ya no depende de mí.

-Es ésta una época muy peculiar donde avanza la secularización por un lado, pero del otro crecen las sectas y las soluciones mágicas. ¿Por qué se da esta contradicción?

-El hombre quiere sentirse libre, pero como tal tiene una dimensión trascendente. Al no encontrar una religión que le dé sentido a su vida está a la espera de cosas mágicas. En el fondo habla de un grito en el hombre de su espiritualidad. Camus decía que el hombre es un ser absurdo porque su capacidad de felicidad y de apertura no encuentra ninguna respuesta que lo satisfaga. Por eso lo transcendente, lo religioso es también un tema político. No puede una autoridad desconocer esa dimensión.

-¿Temen que por estas tendencias a la secularización, incluso expresadas en el nuevo Código Civil, pueda avanzar en algún momento una separación entre el Estado y la Iglesia Católica?

-Yo no lo veo en ese nivel. Y en cuanto a la reforma del Código, esperamos que se pueda discutir y enriquecer con nuestros aportes.

-Recurrentemente vuelven los cuestionamientos al proceder de la Iglesia durante la última dictadura militar. Hace poco el ex general Videla confirmó que había solicitado a las autoridades eclesiásticas de entonces cómo tratar el tema de los desaparecidos y de los cuerpos con las familias de las víctimas.

-No se puede negar que ha habido sombras en ese período, pero la Iglesia ha trabajado y sufrido mucho en esa época. Hemos sido también perseguidos. Yo estaba en un seminario en esa época y vinieron a las tres de la mañana a tomarlo a los gritos y nos encañonaron. La Iglesia también hizo mucho por las víctimas y tuvo sus muertes. Hay que ser muy serenos para hacer juicios. Además, la Iglesia hizo una autocrítica y pidió perdón porque es consciente de que tal vez no hizo todo lo que podría haber hecho. Hay mucha ligereza cuando se habla de esa época sin haberla vivido. Que hubo una suerte de connivencia es totalmente alejado de la verdad de lo que hicieron los obispos involucrados en ese momento, que eran Primatesta, Aramburu y Zazpe. Primatesta fue quien frenó la guerra con Chile en 1978. Su memoria no puede ser puesta en duda por las declaraciones últimas de Videla, no es justo.

-¿Cómo viven la inseguridad creciente?

-Son muchas causas, pero la droga potencia la violencia. También al crecer sin límites, los vínculos se han ido resquebrajando. Hay que refortalecer la escuela y la familia, pero también debe haber de parte de la sociedad política una actitud responsable en aquello que hace a los vínculos entre las personas. Hay que elevar el nivel cultural en lo ético y estético.

-En los últimos días hubo mucha polémica por las “salidas culturales” de presos, lo que reavivó las divisiones entre garantistas y defensores de la mano dura. ¿Qué piensa?

-No conozco los detalles bien concretos. La Justicia lenta no es justicia. Es injusto que haya personas presas sin resolver su causa, pero además debe haber una tarea de prevención importantísima. El castigo debe ser ejemplar y con el tiempo necesario para recuperar a esa persona.

-¿Por qué crece la corrupción?

-Es la falta de límites en la vida moral de personas que lo quieren todo. La crisis argentina y del mundo es ante todo moral.

MANO A MANO

Es el cuarto de diez hermanos, tiene 71 años y es experto en derecho canónico. Su patria de la infancia fue Temperley y en su familia hay un ilustre presidente de la Nación: es primo hermano de Raúl Alfonsín. Además de titular de la Conferencia Episcopal Argentina, es arzobispo de la diócesis de Santa Fe, por lo cual va y viene de esa provincia a la Capital y viceversa. En Buenos Aires atiende los asuntos del Episcopado desde su sede en un señorial palacete de la calle Suipacha que hasta los años 40 sirvió como residencia presidencial.

Recuerda que éste es el Año de la Fe y cuando se le habla de la “Máquina de Dios”, no se incomoda y asegura que “cuanto más avanza la ciencia, más segura se siente la Iglesia”. En cambio, se preocupa más cuando se le pregunta por el comportamiento de la Iglesia Católica durante la última dictadura militar y al respecto anuncia que, a pedido del Episcopado, una junta de laicos y representantes eclesiásticos ya está trabajando en una ambiciosa historia de lo que ocurrió en esos oscuros años. “La Iglesia -apunta- no debe temer al conocimiento de saber la verdad de lo que ha pasado.”

Es muy cuidadoso cuando habla del ámbito político, aunque no tiene reparos en marcar que “falta magnanimidad en la clase dirigente para encontrar caminos en los cuales todos se sientan parte, en vez de estar permanentemente en una escalada de conflictos porque eso nos aleja”.

Fuente: suplemento Enfoques diario La Nación, Buenos Aires, 5 de agosto de 2012.

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