La hora de aprender a escuchar

Por Santiago Kovadloff

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La composición del Congreso, a partir de diciembre, exigirá que gane realce una tendencia hasta ahora más que rezagada en los hábitos del oficialismo: la de tomar en cuenta el parecer de los adversarios. La de oírlos. La de buscar y alcanzar con ellos las coincidencias que el perfeccionamiento de nuestro sistema democrático requiere. Sólo si ello se produce empezará a ser esencialmente superada la crisis de representatividad política que convirtió a la República en un paisaje residual. Este es el desafío fundamental que, a partir de entonces, enfrentará el Poder Ejecutivo. Un Poder Ejecutivo que ha ganado, gracias a los resultados que logró en las elecciones de anteayer, una solidez que su sola legitimidad constitucional no le había brindado. Pero, no hay que olvidarlo, ello tiene lugar junto con la aparición de una oposición mucho mejor perfilada que hasta ahora, hecho ciertamente auspicioso para el porvenir de la vida parlamentaria. Cabe reconocer, por eso, que las mínimas condiciones objetivas capaces de propiciar el diálogo como herramienta del quehacer político, están dadas. ¿Pero lo están también las subjetivas? Acaso ésta sea la mayor incógnita actual. Queda, pues, por verificar si quienes fueron capaces de consolidar su poder, serán asimismo capaces de alentar el afianzamiento de las prácticas que requiere el juego democrático. Y es razonable, en el marco de esta expectativa, que la primera respuesta propiciatoria del intercambio anhelado, provenga del presidente de la República, ya que, hasta el momento, pocas pruebas ha sabido dar de que le importe escuchar a quienes no coincidan con él. A nadie se le escapa que, en el reciente torneo electoral, no abundaron, ni mucho menos, las ideas. Sí abundaron las descalificaciones, la prepotencia, el patetismo, la demonización del adversario. No será fácil, por lo tanto, dar paso al debate y a la convivencia; al consenso que se genera promoviendo acercamientos entre quienes difieren y hasta discrepan. Pero si es innegable que esta interdependencia necesaria no se deja alcanzar sin empeño, igualmente lo es que, en la actualidad, ella resulta más insoslayable que nunca. Así lo atestigua la pluralidad impuesta a la vida parlamentaria por el voto popular. Se trata, en suma, de una expectativa ciudadana que no puede verse desatendida sin echar por la borda lo mejor del porvenir de la Nación. De una expectativa y de una exigencia cuyo núcleo consiste en demandar, a la dirigencia política, una gestión de mayor calidad, un mejor posicionamiento frente a los desafíos que la democracia plantea a sus representantes. El alto porcentaje de asistencia al acto del domingo, prueba que la gente no quiere confiar su futuro a la alocada despolitización ni a la anarquía, sino a otra clase de política y a políticos de otra clase. Mediante la votación recién cumplida, esa necesidad se ha hecho oír y con ella se han asentado las bases para realizar los cambios indispensables.


Será insensato, por no decir peligroso, seguir ignorando que solamente por medio de los acuerdos que alcancen ese oficialismo consolidado y esa oposición mejor perfilada, pueden llegar a trazarse las políticas de Estado que el país requiere. Si, en cambio, la necesidad de ese diálogo gana cuerpo y sobreviene, se producirá, consecuentemente, el robustecimiento de las instituciones republicanas. Y la gradual concreción de las soluciones de los problemas estructurales del país escapará a la conducta errática que hoy las posterga y al oportunismo irresponsable que promueve tantas frustraciones colectivas. Confiemos en que el Presidente sabrá proceder con la lucidez que la ecuanimidad exige. Se trata de escuchar a la sociedad en su conjunto. Se trata de escuchar, ante todo, el sentido del respaldo popular brindado a la esperanza de conquistar una mejor calidad de vida cívica. Se trata de dejar atrás, de una buena vez, las convulsiones agotadoras de las marchas y contramarchas en las que, desde hace tanto, andamos sumidos. ¿Reconocerá el Gobierno, además de su indiscutible victoria, que el pensamiento único ha sido repudiado en la Argentina? Si lo hace, contribuirá a que los grandes temas del mundo contemporáneo encuentren cabida en la conciencia nacional. Dramáticamente incompleta como está todavía entre nosotros la transición a la vida democrática, una nueva oportunidad de consumarla se perfila a partir de los resultados de la votación del domingo. Quiera Dios inspirar a quienes deben advertirlo.

Santiago Kovadloff

Fuente: diario La Nación, 25 de octubre de 2005.

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