La globalización de la dualidad

Así como la economía sorprende y arrastra, inversamente proporcional aparece la magnitud en la crisis de los sistemas políticos, aun hasta en las democracias más estables, acarreando mayores conflictividades.

Por María Herminia Grande

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El domingo pasado resaltábamos las caras y contracaras de la Argentina 2006-2007. El mundo también merece que nos encarguemos de él, especialmente desde esta América del Sur. El boom económico viene marcando una nueva onda larga del capitalismo a nivel mundial. Se despide de 2006 con un crecimiento en su economía de un 5,l % y una estimación para 2007, del FMI, de 4,9%. Son, con éste, cinco los años de una expansión promedio al 5%. Y si los ojos de esta productividad se posan en los países del Asia-Pacífico, las tasas duplican a las de Occidente. Cuando la Argentina festeje su Bicentenario, China será la número uno a través de su comercio internacional. Un elemento debiese llamar la atención de todos los países que componen América del Sur, el desafío en el comercio internacional pasa por la innovación. Se diría que el mundo impone innovación. Es notorio observar cómo los bienes de capital de tecnología de la información se deprecian anualmente entre un 20 y un 30%. Estos porcentajes deben ser el alerta rojo a la hora de planificar cada país su presencia en el comercio internacional. ¿Sus gobernantes están tomando nota de este tema? Ahora bien, así como la economía sorprende y arrastra, inversamente proporcional aparece la magnitud en la crisis de los sistemas políticos, aun hasta en las democracias más estables, acarreando mayores conflictividades. Sólo se debe recordar los sucesos ocurridos en los suburbios de Francia, en Alemania, en Gran Bretaña, España. El descuido que en líneas generales se observa sobre la actualización de los partidos políticos lleva a dejarlos en su acción rezagados ante la aceleración de los hechos de la realidad que determina la globalización. A esto se le suma un elemento nuevo, cual es la inseguridad. Las guerras convencionales han quedado sepultadas en el siglo XX. En ellas los militares llevaban las de perder a la hora de contabilizar bajas. Hoy, eso ha cambiado sustancialmente, son los civiles las víctimas mayoritarias de las nuevas estrategias de las guerras del siglo XXI. Guerras cuyo formato no sabe de un territorio en el cual se librará. Nadie queda al margen de ser un involuntario partícipe de estas contiendas globalizadas. La comunidad internacional cuenta con organismos regionales, y como la ONU, a nivel mundial, donde debiesen solucionarse los conflictos sustantivos. La realidad muestra que vienen fracasando. El boom económico mundial lamentablemente no se “lleva puesta” a la pobreza que lo habita. Todo indica que se está transitando la Era de la Desigualdad; y en ella se observa un proceso marcado de desintegración de los Estados. Nunca el hombre tuvo tantos instrumentos a su disposición para lograr un planeta más equitativo, y tan poca voluntad para lograrlo. Latinoamérica finaliza 2006 con su agenda electoral concluida. Como resultado de ella, se observa que no hay un eje conducente a la hora de rotular izquierdas y derechas. Las hay para todos los gustos. La sensación que han dejado estas elecciones es que aun quienes blandieron banderas progresistas, como el caso de Bachellet, Lula, Tabaré y el propio presidente Kirchner, no tuvieron luego la misma actitud al implementar las políticas económicas en sus respectivos gobiernos. Se podría decir que supieron captar el cansancio y/o rechazo hacia los discursos políticos tradicionales. Ganaron repudiando estas banderas, pero luego en el accionar económico optaron por conductas conservadoras. Lo más notorio, tal vez, es ver cómo los viejos partidos tradicionales no pudieron expresar las expectativas de los ciudadanos. Hay casos llamativos como el de Alan García en Perú, quien retorna al igual que Ortega en Nicaragua, con una postura muy distante, en lo que a política se refiere, de sus primeros mandatos. El caso de Bolivia también está marcando la saturación que a veces las comunidades sienten para con la política tradicional. Este año tal vez con más fuerza reapareció en el corazón de los Andes centrales el tema étnico a través de Evo Morales, Humala, Rafael Correa. En el caso de México queda en evidencia el enorme problema de legitimidad con el que asume el presidente del PAN, Felipe Calderón. Luego de los procesos electorales aparece una América Latina zigzagueante en sus actitudes hacia Estados Unidos. Hay una combinación entre colaboración y resistencia, cooperación y rechazo. Si bien en una rápida lectura de esta realidad dos son los ejes que concitan la atención, México y Bolivia, por lo serios problemas de gobernabilidad con que terminan 2006 y comienzan 2007, es Venezuela, sin lugar a dudas, a través de su impredecible presidente Chávez, el país sobre el que habrá que poner el foco de atención. No sólo por su disputa para con los Estados Unidos en varios terrenos, sino además por la frontera caliente con Colombia. Y la gran pregunta es: ¿lo dejarán avanzar en lo que tiene pensado para Bolivia, Paraguay, Uruguay y la Argentina, si logra seducir al presidente Lula? Esta Latinoamérica no escapa a la dualidad señalada con respecto al resto del mundo. Crece en su economía y decrece en el orden institucional, de seguridad y de calidad de vida de su gente. Inclusive en el tema económico, sería bueno no asirse a falsos triunfalismos, dado que según el Banco Mundial, América Latina será la región que menos crecerá, con un promedio del 4,2% el año próximo. Detrás de los países de Europa del Este y del África Subsahariana (5,7 y un 5,3% respectivamente). Los aires de la renovación electoral resultarían ideales para que quienes encabecen en este 2007 los nuevos liderazgos tengan muy presente estos indicadores.

Fuente: diario El Ciudadano, Rosario.

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