La alfabetización que el mundo precisa

Es hora de aprender a presentar almas, en lugar de armas; de rendir honores a los que dan vida, en vez de quitarla; de quitarse el sombrero, sin miedo, ante los que besan la tierra que otros la convierten en cementerios.

Por Víctor Corcoba Herrero (España)

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El mundo se desarrolla con palabras que se injertan de emociones y se comparten. En la memoria de las gentes permanecen tantas tragedias humanas, más que vividas, sufridas, que siempre hay que estar dispuesto a conciliar abecedarios y a reconciliar sentimientos. Es inútil permanecer en el rencor y no dejarse alfabetizar por el gesto comprensivo de la quietud. Esto no quiere decir que debamos huir de la discusión inteligente, de las disputas filosóficas o de las controversias literarias. Hay que reeducar desde el libre intercambio de ideas y conocimientos, nada de sectarismos y nada de exclusiones, y dejar que brote el respeto como ley de leyes. Sin duda alguna, lo valioso es instruir para la deferencia humana, ya está bien de que cotice en los planes de estudio la indiferencia o la sangre fría de los verbos. Es fundamental saber conjugar los valores con las valías, el alfabeto del corazón con las letras inventadas por los hombres, puesto que la consideración hacia todo ser humano, es el único pasaporte para un mundo sabio.

Se precisa ciertamente un mundo leído por unas gentes que no levanten muros y manuscriban sus hazañas de entendimiento en todos los libros escolares. Teniendo en cuenta, como dijo el dramaturgo español Jacinto Benavente de que en cada niño nace la humanidad, es preciso amparar el derecho del niño a ser niño y de abrigar la ternura como nervio educativo. La escuela está llamada a ser cada vez más acogedora, muchos niños no han conocido una caricia, crecen sin familia, son víctimas de maltratos y de contiendas tan vergonzantes como inútiles. Debiéramos esforzarnos, sin desvelo, en acrecentar los talentos afectivos y despertar la conciencia de que hay razones, más que para soportarnos, para prendarnos del ser humano como persona, capaz de recapacitar y de caer en la cuenta de que todo el mundo es su familia, y que en vez de guardar venganzas, cerramos heridas. Sería una gran alfabetización en favor de la existencia, asistido por el saber ser del mundo y para el mundo.

Alfabetícese la familia humana como tal, verán como se apagan todas las guerras. Enséñese a intensificar unos y otros los lazos de unidad. Cultívese lo armónico como la riqueza mayor que uno puede atesorar. Lábrense caminos para la paz, porque la paz la portan los honestos caminantes que lo son consigo mismo. Siémbrese sonrisas, a corazón abierto, por todos los horizontes. Hágase el ser humano a la voluntad de ser humano. Actívense voces en guardia, manos tendidas, miradas que acarician, oídos que escuchan. Nos merecemos una vida alfabetizada. Ya está bien de abofeteárnosla como analfabetos arcaicos e ignorantes estúpidos. Es hora de aprender a presentar almas, en lugar de armas; de rendir honores a los que dan vida, en vez de quitarla; de quitarse el sombrero, sin miedo, ante los que besan la tierra que otros la convierten en cementerios.

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor corcoba@telefonica.net

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