Kirchner lideró el triunfo de los duros del Gobierno

Hay, en efecto, un antiguo prejuicio ideológico de Kirchner contra el sector agropecuario que ni siquiera le permite constatar que la producción agropecuaria es ahora muy distinta de lo que era en sus años de rebeldías juveniles.

Por Joaquín Morales Solá (Buenos Aires)

Compartir:

Los moderados son ya una especie en extinción en el gobierno de los Kirchner. La línea más dura de la administración ganó ayer la iniciativa y la decisión. Néstor Kirchner es el jefe de esa corriente de confrontación, para la cual sólo vale la victoria en campo arrasado. Los productores rurales volvieron a la protesta activa cuando se dieron cuenta de que las condiciones de la negociación cambiaban siempre con el rápido correr de las horas. También ayer, legiones de piqueteros oficialistas se sumaron a Guillermo Moreno para controlar los precios en supermercados y shoppings. El kirchnerismo se prepara, así, para escribir un manual nuevo sobre las formas de combatir la inflación.

El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, les dijo anteayer a los dirigentes agropecuarios que el sistema de retenciones de Martín Lousteau tenía defectos que debían resolverse. No lo escuchó sólo Eduardo Buzzi, el líder de la Federación Agraria, que hizo públicas esas apreciaciones de Fernández. “Lo escuchamos 12 personas en el mismo lugar y en el mismo momento”, ratificó ayer el vicepresidente de la Sociedad Rural, Hugo Biolcati. “Tengo el respaldo expreso de la presidenta de la República para decir y hacer”, repitió tres veces el jefe de Gabinete en esa reunión.

La discusión entró luego en la definición de la fecha para acordar las modificaciones a las retenciones. El Gobierno se negó siempre a que fuera antes del 2 de mayo para no aceptar el ultimátum de los ruralistas. Esa posición oficial fue comprendida por la dirigencia del campo.

Fernández deslizó anteayer que prefería hacer tales anuncios el 25 de mayo, pero esta fecha era demasiado distante para las entidades del campo. “Veré si puedo hacer los anuncios antes del viernes (por mañana)”, se comprometió por último el jefe de Gabinete. Espoleado por los dirigentes rurales para que definiera una fecha, Fernández terminó por sincerarse: “No tengo margen para decidir eso. Debo hacer una consulta en el máximo nivel político”. Pocas horas después, el jefe de Gabinete negó públicamente cualquier modificación en el sistema de retenciones. El Gobierno tumbaba de esa manera la mesa de una negociación que duró, vanamente, 35 días.

Néstor Kirchner había hablado desde Olivos. Al final, los mejores pronosticadores de las posiciones del ex presidente resultan siempre el diputado Carlos Kunkel o el ex piquetero Luis D Elía. Kunkel aseguró hace pocos días que no habría modificaciones en las retenciones y que el campo correría con la responsabilidad de sus acciones futuras.

Es la estrategia de Kirchner: empujar al campo al paro y al corte de rutas. Obligarlo a provocar el desabastecimiento y una mayor inflación en los precios de los alimentos, que son las cosas más esenciales en la vida de las personas.

Es probable que el campo esquive ese endiablado desafío, pero de todos modos resulta difícil, si no imposible, entender la lógica de un gobernante que juega a la guerra, a los triunfos y a las derrotas, con un eventual y extendido sufrimiento social. Aun cuando la estrategia de Kirchner se cumpliera y el campo fuera vencido, ¿a qué precio, medido en penuria social, lo lograría? ¿Para qué, en última instancia, si sólo se tratara de una diferencia de métodos prácticos? La única explicación posible podría encontrarse en que el ex presidente encontró el momento justo de entablar una vieja batalla ideológica.


Hay, en efecto, un antiguo prejuicio ideológico de Kirchner contra el sector agropecuario que ni siquiera le permite constatar que la producción agropecuaria es ahora muy distinta de lo que era en sus años de rebeldías juveniles. Prejuicio ideológico que no le impidió, por cierto, disfrutar como presidente en ejercicio del aporte del sector rural a la vertiginosa reconstrucción de la economía argentina tras la gran crisis de hace siete años. Para el Kirchner de ahora, más exaltado y menos moderado que cuando habitaba la Casa Rosada, los ruralistas argentinos son un grupo pequeño de terratenientes que se juntan en elegantes salones para conspirar contra el gobierno de su esposa. Nadie ha podido cambiarle esa mirada conspirativa de la historia.

El jefe de las “palomas” de la administración, Alberto Fernández, aceptó el sábado, en conversaciones informales, que los productores agropecuarios “no son los responsables de la inflación”. “Ese es el error de Moreno, que persigue a los que no son culpables”, se explayó. Contó también que esas conclusiones suyas comenzaban a ser compartidas por la Presidenta.

El concepto cambió en apenas cuatro días. Ayer, el propio Fernández dijo por radio que la anterior protesta rural había provocado una suba “feroz” de los precios. Vinculó al campo y a la inflación sólo por el reciente paro de 21 días, pero comenzó a encolumnarse con el discurso más duro del oficialismo sobre la influencia del sector agropecuario en la suba de los precios. No hay moderado que dure en el gobierno de los Kirchner. “Ni inmoderado que se vaya”, agregó ayer, con inocultable fastidio, un destacado legislador del oficialismo.

Los dirigentes agropecuarios decidieron en la víspera hurgarle el bolsillo al Gobierno y preservar el abastecimiento de la sociedad. No comercializar granos significará una caída importante de los ingresos fiscales por retenciones.

Los líderes tratarán de evitar los cortes de rutas hacia las bocas de expendio donde se abastece la gente común (aunque podrían cortar las rutas hacia los principales puertos), pero los hombres de campo no se caracterizan por disciplinar sus emociones a las estrategias de sus dirigentes. Es probable que la sociedad termine, al final de cuentas, sufriendo algunas consecuencias de este nuevo capítulo del conflicto entre el Gobierno y el campo.

Los piqueteros oficialistas salieron disparados a los supermercados antes de que los ruralistas notificaran oficialmente del final definitivo de la tregua y del regreso a la protesta. Cinco años después, el kirchnerismo repite el mismo método que usó en su momento para frenar un aumento de naftas en las estaciones de las petroleras Shell y Esso.

Hace poco, el 25 de marzo, en la noche ingrata de activos caceroleros en la Plaza de Mayo, también grupos de piqueteros liderados por D Elía desalojaron con violencia la protesta en ese histórico lugar de Buenos Aires. La Policía Federal recibió entonces indicaciones precisas de desalojar la Plaza de Mayo para dejar el orden público en manos de los grupos piqueteros del kirchnerismo. Aunque cueste creerlo, esos grupos se han convertido ya en protagonistas nuevos -y también ineluctables- de la política argentina.

Los duros ganan posiciones, la política se crispa aún más y la Argentina se encamina hacia una crisis más profunda aún.

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 8 de mayo de 2008.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *