Juntos por el bien común

Homilía pronunciada por el obispo, Mons. Carlos María Fanzini, en la misa celebrada en la Iglesia Catedral con ocasión de la Fiesta Patronal de la ciudad, el 24 de octubre de 2007; 126 º aniversario de Rafaela.

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Hace poco más un mes, Benedicto XVI asistió a un concierto que le ofreció la Orquesta Sinfónica de Bamberg (Alemania) en el Palacio de Castelgandolfo. Al concluir el concierto, el Papa dirigió unas palabras de agradecimiento a los músicos y, entre otras cosas; les decía: “…el mundo de la música para Beethoven significaba una revelación más alta que cualquier sabiduría y filosofía. La música, de hecho, tiene la capacidad de remitir, más allá de sí misma, al Creador de toda armonía, suscitando en nosotros resonancias que nos ayudan a sintonizar con la belleza y la verdad de Dios, es decir, con la realidad que ninguna sabiduría humana y ninguna filosofía podrán expresar jamás…”

Conscientes de la profunda experiencia espiritual que suscita una melodía armoniosa, hoy hemos querido celebrar esta solemne Misa de acción de gracias (eucaristía) con motivo de los 126 años del inicio de la colonia de Rafaela, enriqueciéndola con la interpretación de la “misa americana” de Domenico Zippoli. Agradecemos la interpretación del Coro Polifónico Municipal y de la Agrupación Instrumental de Cámara, que nos ayudan a elevar nuestros espíritus, abriéndonos al Dios de la Belleza o, más bien a la Belleza misma, que es Dios.

Conviene recordar muy brevemente quién es el autor de esta “misa americana”, ya que puede ayudarnos a iluminar mejor el sentido de la celebración que compartimos. Domenico Zippoli fue un músico italiano del siglo XVII, que formó y cultivó su arte en el seno de la Iglesia. En un momento determinado de su vida sintió una nueva llamada que no sólo no se opuso sino que plenificó su vocación artística. Respondiendo generosamente se incorporó a la Compañía de Jesús y viajó al antiguo Paraguay donde los jesuitas desarrollaban una intensa actividad misionera. Allí se encontró con el pueblo guaraní, amante y particularmente dotado para la música. Fruto de este encuentro es la estupenda producción musical que, parcialmente, hoy disfrutamos.

La síntesis vital que nos regala la figura de Zippoli, quizás sea la lección que hoy quiera dejarnos el Señor en esta nueva celebración patronal de la ciudad de Rafaela. Este italiano, integrado al mundo americano y guaraní, este hombre profundamente creyente y profundamente humano, este religioso y artista es para nosotros como una parábola viva del gran desafío que los rafaelinos –y, me animaría a decir, todos los argentinos- estamos llamados a afrontar si queremos estar a la altura de la herencia recibida de nuestros mayores. Se trata de integrar y complementar lo diverso, en la búsqueda constante del bien común.

La música, como toda expresión artística genuina, ayuda a la síntesis, al encuentro de lo diverso y a la complementariedad que potencia y enriquece lo de cada uno. Así también la dimensión religiosa de la persona humana -que algunos pretenden ignorar- es factor de síntesis y unidad superadora. La fe católica que se inculturó en tierra americana, y cuya expresión más concreta es la Virgen de Guadalupe, ha sido y sigue siendo un poderoso factor de integración, encuentro y fraternidad de pueblos y culturas. Lo acaban de recordar los obispos del continente reunidos en la Conferencia de Aparecida. Este mestizaje, enriquecido con el aporte posterior de nuevas corrientes migratorias, ha ido plasmando una identidad que -aún frágil y a menudo contradictoria- marca definitivamente nuestro modo de ser y de vivir.

Este estilo “integrador” es el que explica la amplia acogida y la rápida asimilación que tuvieron nuestro abuelos inmigrantes en estas tierras. Explica también un estilo de convivencia marcado por la valoración y el respeto por lo diverso; el aprecio y la búsqueda de la complementariedad y el mutuo enriquecimiento; el espíritu asociativo y solidario que caracterizan a nuestra región y nuestra ciudad.

Este mismo estilo, herencia de los mayores, es el que debemos seguir cultivando si queremos ser de verdad sus legítimos herederos. Conscientes de una rica tradición recibida, que debemos enriquecer y transmitir a los futuras generaciones: la fe arraigada y la valoración de la familia; el sentido del trabajo y el afán de progreso; el espíritu asociativo y el compromiso solidario; en fin, la viva conciencia de formar una sola familia, con miembros diversos pero complementarios es el único camino que nos permitirá avanzar por caminos de creciente dignidad, justicia, libertad y bienestar para todos.

Precisamente como un nuevo aporte de la Iglesia a esta construcción común nuestra diócesis está empeñada estos años en un nuevo impulso a la pastoral familiar. Estamos convencidos de hacer un aporte concreto y positivo al bien común de nuestra ciudad y de toda la región. Signo de este compromiso en favor de la familia será el Encuentro Diocesano de Familias, que celebraremos -Dios mediante- el domingo 4 de noviembre. Queremos celebrar la alegría y la belleza de ser familia. Queremos reconocer con gratitud la herencia de fe y de sentido familiar recibidos de nuestros abuelos. Queremos renovar nuestro compromiso en favor de la familia, fundada en el matrimonio del varón y la mujer, abiertos a la comunicación generosa de la vida; comunidad de fe y amor; santuario de la vida; escuela de auténtica humanidad.

La Iglesia, a pesar de las miserias y pecados de sus miembros, se sabe portadora de una buena noticia para todos y quiere ofrecerla con sencillez y convicción, aunque no todos estén dispuestos a recibirla y –a menudo- la rechacen, la critiquen y hasta la persigan. Ha acompañado la historia de esta ciudad desde sus orígenes y quiere seguir siendo en medio de ella instrumento de unidad, de concordia y de paz. Queremos ser lugar de encuentro y de diálogo, de apertura y de servicio, de reconciliación y de amistad, para seguir aportando a la construcción de la “casa común” que es nuestra ciudad.

Que nuestro Santo Patrono, el Arcángel San Rafael, acompañe el camino de todos los que formamos esta gran comunidad rafaelina. Que asista a los gobernantes y a todos los ciudadanos, a las diversas organizaciones intermedias, a las instituciones culturales y deportivas, a los medios de comunicación social, a las instituciones solidarias y a todos los grupos sociales y religiosos de la ciudad para que, juntos y complementándonos, podamos seguir caminando en la búsqueda del bien común y de una vida digna y plena para todos.

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