Jornadas de la Juventud: privilegiado encuentro con Cristo

según Benedicto XVI Palabras del Papa Benedicto antes de rezar el Ángerlus.

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CASTEL GANDOLFO, lunes, 8 agosto 2005 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Benedicto XVI este domingo, 31 de julio, antes y después de rezar la oración mariana del Ángelus en el patio de la residencia de los Papas en Catel Gandolfo.


Tras los días transcurridos en la montaña, en el Valle de Aosta, me alegra estar hoy entre vosotros, queridos habitantes de Castel Gandolfo, que siempre habéis sido tan hospitalarios con el Papa. Os saludo a todos con afecto, comenzando por el obispo de Albano, el Párroco y los demás sacerdotes de Castel Gandolfo. Saludo al alcalde, a la administración municipal y a las demás autoridades presentes, y extiendo mi pensamiento afectuoso al director y al personal de las Villas Pontificias, así como a toda la población de esta amena y serena ciudad. Dirijo un saludo particularmente caluroso a los peregrinos venidos de tantas partes a visitarme. Para mí es la primera temporada veraniega que transcurro aquí, en Castel Gandolfo: agradezco por la festiva acogida que se me brindó el jueves pasado y que se confirma también hoy. Se aproxima la vigésima Jornada Mundial de la Juventud y estamos ya en camino. Esta Jornada, como sabemos, se desarrollará en Colonia, y en ella, si Dios quiere, participaré también yo –aunque ya no soy joven, pero el corazón es joven– del jueves 18 al domingo 21 de agosto próximos. Desde todas las partes de Europa y del mundo, en los próximos días, se pondrán en camino hacia Alemania grupos de muhachos y muchachas siguiendo el ejemplo de los santos Magos, como lo sugiere el tema: «Hemos venido para adorarlo» (Mt 2,2). Quisiera invitar a los jóvenes creyentes del mundo entero, incluso a quienes no podrán participar en tan extraordinario evento eclesial, a unirse en una peregrinación espiritual común hacia las fuentes de nuestra fe. Según la feliz intuición del amado Papa Juan Pablo II, la Jornada Mundial de la Juventud constituye un privilegiado encuentro con Cristo, con la firme conciencia de que sólo Él ofrece a los seres humanos plenitud de vida, de alegría y de amor. Todo cristiano está llamado a entrar en comunión profunda con el Señor crucificado y resucitado, a adorarlo en la oración, en la meditación y sobre todo en la devota participación en la Eucaristía, al menos el Domingo, pequeña «Pascua semanal». De este modo, nos convertimos en verdaderos discípulos suyos, dispuestos a anunciar y testimoniar en todo momento la belleza y la fuerza renovadora del Evangelio. Que la Virgen Madre del Redentor, de quien en el mes de agosto recordaremos la Asunción al Cielo, vele por quienes se preparan a participar en la Jornada Mundial de la Juventud. Que Ella, que siempre nos precede en la peregrinación de la fe, guíe de manera especial a los jóvenes en la búsqueda del bien verdadero y de la alegría auténtica. [Traducción del original italiano realizada por Zenit. Tras rezar el Ángelus, el Papa pronunció estas palabras]

Como sabéis, en días pasados el Irish Republican Army (IRA) de Irlanda del Norte anunció haber ordenado formalmente el fin de la lucha armada en favor del uso exclusivo de negociaciones pacíficas. Es una bella noticia, que contrasta con los dolorosos acontecimientos de los que cotidianamente somos testigos en tantas partes del mundo y que con razón ha suscitado satisfacción y esperanza en la isla y en toda la comunidad internacional. Por mi parte, me alegro particularmente de unirme a estos sentimientos. Además, animo a todos, sin excepciones, a continuar recorriendo con valentía el camino trazado y a dar ulteriores pasos que permitan reforzar la confianza recíproca, promover la reconciliación y consolidar las negociaciones hacia una paz justa y duradera. Lo hago con la misma fuerza con la que mi venerado Predecesor Juan Pablo II en Drogheda, en septiembre de 1979, imploraba que se alejaran de los senderos de la violencia y se volviera a los caminos de la paz. A la intercesión de María Santísima, a San Patricio y a todos los Santos de Irlanda encomendamos nuestra oración común por esta intención. [A continuación, el pontífice dirigió su saludo a los peregrinos en varios idiomas. En castellano, dijo:]

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española. Invito a todos a testimoniar el gozo de celebrar el día del Señor, escuchando su palabra y acudiendo a su mesa, la Eucaristía, alimento de vida eterna. Gracias por vuestra presencia.

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