Jaime Paz Zamora: “La izquierda no puede gobernar sola”

A Evo Morales le queda poco tiempo para cambiar, dice el ex presidente boliviano.

Por Jorge Rosales

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Después de la experiencia de Salvador Allende en Chile, en los años 70, y del sandinismo en Nicaragua, en los 80, quedó en claro que la izquierda en ninguna parte de América latina puede gobernar sola, dice el ex presidente de Bolivia Jaime Paz Zamora. El ex mandatario completa la polémica sentencia con otra, que a más de un mandatario identificado con la izquierda en el continente, seguramente, se le atragantará: “Para gobernar, para encabezar un gobierno, la izquierda tiene que aliarse con el centro y con los sectores democráticos de centroderecha”.

Sobre los problemas que viene afrontando el actual presidente boliviano, Evo Morales, Paz Zamora sostuvo que si no cambia no le queda demasiado tiempo. “Se le prendieron las luces rojas”, señaló.

Proveniente de la izquierda revolucionaria, con la que enfrentó a la dictadura en su país, Paz Zamora alcanzó la presidencia a fines de los 80, tras un acuerdo con el ex dictador Hugo Banzer, su perseguidor político histórico, e intentó llevar adelante un amplio acuerdo nacional. Esto le valió profundas

críticas en su partido, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, y fuera de él. Las más feroces partieron de las organizaciones que hoy integran el gobierno del presidente Evo Morales, quienes lo acusaron de haber traicionado la sangre derramada en la lucha contra los regímenes militares.

A él le apuntó Paz Zamora en una entrevista con LA NACION cuando dijo que Morales tiene que superar el “dilema de Lula” para poder tener éxito: gobernar para todo el país o hacerlo sólo para sus partidarios y seguidores ideológicos. “Lula ya lo hizo y Evo lo tiene que resolver. Lula provenía de un partido muy radical, el PT, en un país con grandes niveles de pobreza. Entonces tuvo un dilema que resolver: o gobernaba para el PT o gobernaba para el Brasil. Fue doloroso para él. Tuvo que arañarse una cantidad de cosas que tenía en el alma, pero finalmente fue claro y directo: «Voy a gobernar para Brasil, no para el PT; no puedo hacer experimentos». Y con toda convicción comenzó a gobernar para el Brasil. Por haberlo resuelto de manera adecuada, fue reelegido por todo Brasil, no por su partido. Evo no tiene mucho tiempo más. Gastó las luces verdes, se comió las amarillas y se le prendieron las rojas para resolver este dilema. Si lo hace, estaremos todos con él. Se lo verá como un símbolo de Bolivia, así como hoy a Lula se lo ve como un símbolo de Brasil.”

-¿Cuál es su balance de América latina después de los cambios electorales?

-La América latina de hoy es el resultado de dos grandes procesos en los últimos 25 años. El primero, de reformas políticas hacia la democracia, y el segundo, de reformas económicas hacia el libre mercado. El primero ha sido exitoso, porque, aun con problemas y fallas, tenemos sistemas democráticos. Los problemas se están resolviendo en democracia. Probablemente hay mucho por hacer para que a la democracia representativa se incorporen mecanismos de participación más directos, transparencia, mecanismos de mayor eficiencia de la gestión pública que generen mayor credibilidad entre la gente…

-Todavía hay poca credibilidad en la eficiencia de la democracia…

-Es evidente, pero para explicar este fenómeno hay que analizar el otro proceso de reformas, el económico, que fue sólo parcialmente exitoso, y que por ello ha dislocado la credibilidad en el sistema político.

-Hay países que están dando marcha atrás con esas reformas.

-Lo único que logró ese proceso de reformas económicas hacia el libre mercado, y que puede ser válido para toda el área, es que los pueblos de América latina y sus gobernantes hayan comprendido que no podemos soportar nunca más procesos inflacionarios. La parte de la reforma vinculada con el manejo macroeconómico ha logrado resultados. Todo el mundo comprende que la macroeconomía de un país debe manejarse con racionalidad, que no se puede admitir el déficit, porque genera consecuencias enormes, y que las políticas monetarias son operaciones de alta cirugía, en las cuales no se puede meter la mano groseramente.

-¿Usted cree que la clase dirigente lo ha comprendido?

-Este aspecto, sí. Hasta un hombre que se ha pasado la vida criticando al neoliberalismo, como Evo Morales, en Bolivia… Lo único bueno que dejó el neoliberalismo en Bolivia fue esta disciplina macroeconómica. Evo puso gente en los ministerios como para decir: “Seremos muy antiliberales, pero no quiero que los indicadores macro se muevan”. Funcionarios como si estuviera el propio Sánchez de Losada en el gobierno. En cambio, la microeconomía ha sido un fracaso, que ha repercutido en forma negativa en la política social, porque al no haber generado las inversiones que se decía venían con la reforma del modelo, el Estado no pudo hacer frente a las necesidades de empleo, salud, educación, infraestructura… Esto ha deteriorado enormemente la política, porque aparece como un fracaso de los políticos, al que se sumaron los efectos groseros de la corrupción, la falta de transparencia y la mentira.

-¿Cómo vislumbra el futuro de la región?

-Con mucho optimismo. Mucha gente había sido adormecida por una vida política no democrática. Hoy, con la democracia, se ha desarrollado el espíritu cívico republicano. A muchos más les importan las cuestiones que tienen que ver con el Estado en su conjunto. Tenemos un ciudadano que la democracia, en parte, ya ha formado, mejor informado, con más opciones, con un espíritu crítico, no destructivo… La democracia tiene que terminar con esta tarea de formación. Tenemos todavía esta cuenta pendiente, que es producir el ciudadano democrático latinoamericano del siglo XXI.

-¿Por qué es tan difícil alcanzar el consenso en América latina?

-En todas partes lo es. Es propio de la naturaleza humana. Son más difíciles los consensos en la medida en que la agudización de los problemas empuja, más bien, a la confrontación.

-La impresión que queda es que la clase dirigente, en lugar de adelantarse para tratar de evitar los problemas, los potencia, o llega tarde…

-Hay que tomar conciencia de que construir un país democrático es muy difícil. Lleva tiempo. Construir al lord inglés de hoy a Inglaterra le llevó 500 años. Tenemos que enseñar a ser ciudadanos democráticos desde la escuela, aptos para los acuerdos, para la confianza mutua, para organizarse, para fijar metas comunes… Tenemos que combatir el problema y, a la vez, formar a los ciudadanos democráticos para el futuro. Esto tiene que ir aparejado con decisiones de urgencia para que haya más transparencia en el sistema, más posibilidades de resolver los problemas a través de acuerdos, que haya más inclusión, para que la gente participe más en esta democracia.

-¿Usted sigue siendo de izquierda?

-Bueno, sí. Y me ha costado mucho llegar a un punto en el cual me doy cuenta de que ser de izquierda, o no, más que un problema ideológico es un problema de comportamiento. Ser de izquierda es un comportamiento, si quiere, solidario. Hemos llegado a un momento en que las palabras sobran. Conozco gente en España que dice: “Soy de la derecha, siempre, del PP”. Pero en su comportamiento es gente progresista… Creo haber sido el primer presidente de la nueva izquierda en la región y me tocó hacer lo que Lula intenta ahora.

-Un socialdemócrata en América latina…

-Y tener un aliado de derecha. Hoy Lula lo entendió y su vicepresidente, que lo ha ayudado mucho en esta segunda vuelta, es un conservador. Yo en 1989 y Lula ahora comprendimos que después de la experiencia de Allende en Chile y de nuestra primera experiencia boliviana, con Siles Suazo como presidente y yo de vicepresidente, luego de la experiencia sandinista del 80, no era posible en el siglo XXI que la izquierda en ninguna parte de América latina gobernase sola. Y ahora esto está clarísimo: la izquierda para gobernar, para encabezar un gobierno, tiene que aliarse con el centro y los sectores democráticos de centroderecha. Cuando lo hice en 1989 para conformar mi gobierno me llamaron traidor… Hoy en América latina nadie, si se plantea la política de la izquierda en términos modernos, va a pretender gobernar como izquierdista sin generar un abanico de alianzas con el centro y el centroderecha democráticos. Pruebas: Lula, Tabaré Vázquez, toda la izquierda chilena. Los chilenos aprendieron mejor la experiencia de Allende: el sistema que han montado está basado en eso. Y si Evo quiere hacer algo serio hacia delante va a tener que hacer esto, que fue precisamente lo que nos criticó a nosotros.

-¿Ve un sector más populista y otro más serio en América latina?

-Lo importante es que todos los gobiernos comparten el hecho de que no hay solución al margen de la democracia. Desde Chávez, hasta Lula y Bachelet. Cualquier problema es resuelto en democracia con las instituciones democráticas. Ahora, antes que ser de izquierda o de derecha hay que ser serio y responsable, y lo que encuentro es que estos gobiernos que han ido surgiendo son dirigidos por presidentes serios. Algunos comparten un progresismo socialdemócrata, como pueden ser Lula, Tabaré, Alan García y Bachelet. Quisiera que este campo incorpore a presidentes como Evo y Chávez. ¿Qué quiere decir incorporarse? Que todos los presidentes dejen de hacer tantas cumbres y digan a calzón quitado hacia dónde quieren ir. Esta catarsis democrática debe ser hecha por los primeros mandatarios sin tanto alboroto y cancillerías de por medio. Una especie de retiro para conocerse y hablar.

-¿Se podría resolver el problema entre Bolivia y Chile hablando?

-Efectivamente. ¿Por qué no hablar? Si un presidente no está de acuerdo con que Chávez haga declaraciones con demasiada frecuencia en contra del gobierno de los Estados Unidos, ¿porque no sentarse y preguntarle hacia dónde apunta? A esta generación de presidentes les toca hacer la revolución en la revolución: perfeccionar los mecanismos de participación política, de inclusión, de equidad, de igualdad de oportunidades, de salud y educación y atracción de inversiones.

-¿Lo ha sorprendido Evo Morales en el gobierno?

-Evo Morales es un producto de la democracia boliviana. Si de algún país se puede decir que tiene la posibilidad de hacer la revolución dentro de la revolución, eso se puede decir de Bolivia. Lo primero que debe hacer Evo es reconocer que viene de la democracia, aunque forma parte de grupos que decían que la democracia es burguesa. Sectores indigenistas que dicen que la democracia es occidental, y no nuestra… Yo pensaba que este reconocimiento democrático se iba a producir, porque hemos derramado sangre para que sucediera. Lo que sí me sorprendió es que habiendo llegado al gobierno con una simpatía mayoritaria del país y de la comunidad internacional, Evo la haya comenzado a desperdiciar de una manera tan irresponsable.

-¿Por qué lo dice?

-Evo comenzó a inventar enemigos detrás de cada piedra. Y empezó a ver conspiraciones. Creo que se empezó a enredar en un viejo reflejo de una izquierda ya vieja: ver enemigos siempre, en todas partes. Esta es una situación nueva. La democracia había desarrollado en las conciencias de los bolivianos la idea de que tenía que llegar el momento en que diéramos un gran salto por encima de lo indígena, que en Bolivia quiere decir indigente. Son sinónimos. Y que hicieramos nuestra Sudáfrica a nuestra manera. Y que Evo fuera nuestro Mandela. Pero más bien, llegó el momento en que se parecía más a Mugabe, de Zimbawe, que está aislado. Esto sí me sorprendió.

Por Jorge Rosales

Fuente: www.lanacion.com.ar.

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