Investigación: rico, poderoso y vengativo

Obsesión por el poder y el dinero, escándalos de corrupción, aprietes políticos para favorecer a sus amigos. Esas son algunas de las revelaciones del nuevo libro de Luis Majul, El Dueño. Cuenta cómo hizo para investigar a Kirchner y por qué teme represalias

Por Luis Majul (Buenos Aires)

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Nunca debí tomar tantas precauciones, antes, durante y después de la salida de un libro de investigación, como las que tuve que adoptar con El Dueño .

Ahora mismo, cuando el texto acaba de llegar a las librerías, incluso mis colegas menos temerosos me siguen preguntando cómo fue que me “animé”. Quieren saber cómo logré mantenerlo en secreto durante tanto tiempo y de qué manera pienso “neutralizar” cualquier ataque que pudiese llegar de parte de algún hombre o alguna organización más kirchnerista que Kirchner.

¿Será de verdad para tanto, o, sólo es parte de la paranoia que a veces cunde en nuestro particular ambiente?

Esta investigación puede ser presentada como la historia secreta de un adolescente acomplejado que se transformó en el presidente más rico, poderoso y vengativo de la Argentina. Un libro que documenta los escándalos de corrupción menos conocidos. Que cuenta, por ejemplo, la trama de la polémica venta de YPF y la increíble y violenta guerra entre Kirchner y Clarín. Un libro que describe irregularidades en los negocios del juego, la obra pública, el petróleo, las finanzas, el transporte, la energía eléctrica y los medios de comunicación. Una crónica que informa sobre un curioso viaje de importantes directivos de la AFIP a Río Gallegos para hablar con el contador de Kirchner y corregir su declaración jurada.

El Dueño también documenta la dependencia psicológica de la Presidenta, la evolución de la fortuna presidencial y la de los ministros y secretarios que estuvieron o siguen estando en el poder.

Néstor Kirchner se enteró de la existencia de El Dueño hace muy poco. Y, según mis fuentes, reprochó a funcionarios que le suelen adelantar la información no haberle avisado antes. El ex presidente no aceptó la propuesta de responder, una por una, todas las cuestiones que lo involucran en la investigación. Es una lástima: hubiera podido explicar desde cómo confeccionó su última declaración jurada hasta por qué intentó hacer renunciar a su esposa después del voto no positivo de Julio Cobos.

Demasiadas cosas para ocultar El Dueño se empezó a convertir en una obsesión hace más de tres años, cuando el entonces jefe del Estado me negó, no de buena manera, una entrevista para la película Yo Presidente, un documental no tradicional sobre los mandatarios argentinos desde 1983 hasta 2006, que, de todos modos, se estrenó en 2007.

Todas las personas, incluidos los presidentes, tienen derecho a decir que no ante el pedido de un reportaje. Pero en aquella oportunidad, las malas maneras de Kirchner habían llegado demasiado lejos. El sabía que habíamos viajado especialmente hasta Austria, donde se celebraba la Cumbre de Presidentes Europeos y Latinoamericanos, con la intención de entrevistarlo. Antes del viaje, él le había transmitido al hombre de su mayor confianza que era muy probable que el diálogo se concretara. Es decir: había jugado con el tiempo, las expectativas y el trabajo de un equipo de producción que había recorrido miles de kilómetros, ilusionado con la promesa del encuentro.

Kirchner sabía, desde el principio, que no iba a recibirnos. Sin embargo, no sólo eligió no conceder la entrevista. Se dio el lujo, a través de otro hombre de su confianza que ahora ocupa el mismo cargo en el gobierno de Cristina, de hacerme saber lo que opina sobre los medios en general y algunos periodistas en particular. Fue una extraña madrugada de mayo de 2006 en la cafetería del hotel de Viena donde se alojaba la comitiva oficial. Los hombres cercanos al Presidente hablaban como si fueran semidioses; es decir, como si fueran a gobernar por toda la eternidad.

Allí comprendí, de manera cabal, que Kirchner desprecia a los periodistas que no lo adulan; que no tiene el más mínimo respeto por la información ni por el trabajo de los profesionales de prensa; que trata a la mayoría de los medios y sus trabajadores como si fueran intendentes del conurbano, necesitados de fondos frescos, y que jamás obtendría ni de él ni de la mayoría de los hombres de su gobierno datos objetivos e información confiable, por una razón muy sencilla: tenían demasiadas cosas que ocultar. También entendí el mensaje implícito: a los periodistas que no merecen la confianza del Presidente y preguntan lo que no deben no sólo les negamos entrevistas, sino que también tratamos de humillarlos.

Tomé el avión de regreso a Buenos Aires el 13 de mayo de 2006, preocupado y decidido. Preocupado por la inusual conducta del jefe de Estado, y convencido de que debía trabajar, con mucho tiempo y sumo cuidado, en una investigación documentada y precisa sobre el hombre que estaba dispuesto a llevarse todo por delante. Pensé, al igual que cuando empecé a trabajar en Los Dueños de la Argentina: si ponen tanta energía en evitar que se informe sobre ellos, es porque tienen algo muy serio que esconder. También comprendí que el proyecto fracasaría si no lo mantenía en secreto hasta poco antes de la salida del libro. Kirchner, por mucho menos, ya había pedido a los dueños de los medios la cabeza de algunos de sus periodistas. Y no iba a ser extraño que lo intentara si llegaba a enterarse de mis intenciones. Es más: en el transcurso de la investigación, pude confirmar que solicitó mi salida de la pantalla, junto a la de otros periodistas, cuando le empezó a disgustar el programa de televisión que todavía conduzco. Pero ¿cómo lograría ocultar que estaba trabajando en un libro sobre el hombre más poderoso del país? Ya por entonces el Gobierno monitoreaba a empresarios, políticos y sindicalistas que hablaban mal de él, aunque fuera en secreto.

Entonces, diagramé un plan de acción. Durante el primer año, revisé toda la información que se había publicado sobre Kirchner, su gobierno, los empresarios amigos y las denuncias y causas contra él y sus hombres. Analicé cada uno de los proyectos de ley y los pedidos de informes que pudieran esconder cualquier manejo discrecional o sospechas de corrupción.

Durante el segundo año, hablé con más de cincuenta personas que lo conocieron muy bien durante las distintas etapas de su vida. A todos les pedí que mantuvieran en reserva el motivo de nuestros encuentros, y la mayoría cumplió. En 2007, los dos periodistas que colaboraron en la investigación viajaron tres veces a Santa Cruz, dos a Chubut y otras dos a Córdoba para confirmar cada uno de los relatos y las denuncias que fuentes muy valiosas nos venían haciendo desde hacía tiempo. Ese mismo año, visité Río Gallegos para cubrir la protesta docente.

Fue muy aleccionador. En aquella oportunidad, terminé de confirmar que Kirchner gobierna y prevalece a través del temor y no de la seducción política, y que el clima en Santa Cruz no era tan diferente del que había percibido en Catamarca, en los años noventa, cuando viajé para cubrir la investigación por la muerte de María Soledad Morales.

Pero fue durante 2008, y en medio del conflicto con el campo, cuando las fuentes más importantes se empezaron a abrir más y comenzaron a contar cosas que jamás había leído o escuchado. En ese contexto, insistí para lograr las entrevistas exclusivas con los hombres de negocios considerados kirchneristas que no hablan con la prensa. Los reportajes con Cristóbal López, Enrique y Sebastián Eskenazi, Claudio Cirigliano, Gerardo Ferreyra y Osvaldo Acosta, y también con Juan Carlos Relats, el enigmático y poderoso empresario que paga el alquiler del hotel que Kirchner tiene en El Calafate, no sólo servirán para saber más sobre ellos. También serán muy útiles para conocer los verdaderos secretos de cómo se vincula Kirchner con el dinero y con el poder permanente.

Confieso que, antes y después de esas circunstancias, tuve dudas sobre si seguir o no hasta el final. Las preguntas siempre eran las mismas. ¿Por qué casi ninguno de los colegas de nuestra generación, los mismos que invertimos años de energía en investigar los errores y la corrupción de los gobiernos de Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde no podíamos hacer lo mismo con las administraciones de Kirchner y Cristina Fernández?

Era cierto que, durante los primeros años, Kirchner había tomado decisiones irreprochables. Desde su enfrentamiento con la Corte Suprema transera y su reemplazo por el mejor máximo tribunal del que se tenga memoria hasta su compromiso efectivo con la lucha por los derechos humanos y su voluntad de romper con los barones del conurbano. Pero ¿qué impedía, a partir de 2006, empezar a investigar su manejo discrecional de los fondos del Estado, la presión sobre los medios, las empresas, los sindicatos y cualquier organización o individuo que se atreviera a cuestionar sus decisiones?

El autoritarismo, el abuso de poder y la corrupción no son progresistas. Al contrario: son comportamientos típicos de la derecha y generan más injusticia y más pobreza.

Aparecieron a partir de entonces libros muy interesantes. Sólo por citar algunos: las biografías de Julio De Vido, Guillermo Moreno y Hugo Moyano. Los textos sobre la Justicia K, el caso Skanska y la valija de Antonini Wilson. El libro sobre Luis D? Elía o la primera biografía de un Kirchner cuya imagen positiva superaba el 60 por ciento. Aun así, seguía repiqueteando sobre mi cabeza la teoría que había sugerido, en este suplemento, Laura Di Marco: la mayoría de los profesionales de la investigación periodística de los años 90 habíamos abandonado el compromiso original, por distintas razones.

El Dueño es un intento personal por mantener en alto los principios, las convicciones y la voluntad con los que soñamos muchos cuando nos hicimos periodistas. Puede leerse como una biografía no autorizada, una investigación sobre la corrupción en la era K o un intento de ensayo político para comprender qué le pasó a la Argentina en los últimos seis años, y lo que le podría pasar si Kirchner y la Presidenta no cambian a tiempo.

¿Deberían estar preocupados por la salida de este libro, como sugirió el funcionario del Gobierno que me pidió, con amabilidad, que lo informara en detalle sobre su contenido? Es una pregunta que no puedo contestar.

Sí sé que tanto a él como a ella parece importarles más lo que se publica en “letras de molde” que lo que se afirma en radio y televisión; que quienes los ayudan a evaluar el impacto de la información saben que ciertos libros de investigación periodística “no se evaporan” en el tiempo, como la noticia del día.

También imagino que Kirchner y quienes lo rodean son demasiado inteligentes como para tomar represalias. De cualquier manera, aconsejado por gente prudente, hice lo indispensable para evitar consecuencias indeseables.

Por ahora, sólo pienso en la posibilidad de encarar una segunda parte. Para 2011 faltan sólo dos años, pero podrían llegar a ser los más intensos de la época.

Sería ideal, aunque poco probable, que para entonces Kirchner y la Presidenta también respondieran un gran reportaje, sin condicionamientos de ningún tipo.

Una fuente oficial, muy fidedigna, sostiene que Cristina está pensando seriamente en mejorar su relación con los periodistas y los medios.

Ojalá ese pensamiento se transforme en realidad. Significaría un cambio para bien en todos los sentidos.

Fuente: suplemento Enfoques del diario La Nación, Buenos Aires, 8 de noviembre de 2009.

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