Inflación: un síntoma, no una enfermedad

Por Santiago Gaspoz.- En Argentina se agrandó el fantasma de la inflación que nos asola desde hace años – tema prioritario por excelencia de la agenda pública y de la preocupación ciudadana -, en un contexto de agravamiento de las condiciones sociales y económicas, con indicadores preocupantes y con el inminente riesgo de volver a pasar por situaciones lamentablemente ya conocidas en nuestro país.

Tengo  una profunda valoración y respeto y un muy buen diálogo con Ángel Sciara, ex Ministro de Economía de la Provincia de Santa Fe durante los gobiernos de Hermes Binner y Antonio Bonfatti,  – con quien compartí estas reflexiones que fueron enriquecidas con su imprescindible mirada y aporte- y a quien agradezco profundamente su colaboración y disposición permanente.

La inflación es como la fiebre en medicina. Un síntoma y no una enfermedad.Si un profesional de la medicina pretende curar la fiebre sin indagar en cuáles son las causas reales es un mal profesional.Se requiere un buen diagnóstico, pero como algunas fiebres, no toda inflación es mala: las más bajas pueden favorecer el crecimiento económico. No es nuestro caso.

Si los economistas tienen una sola receta para combatir la inflación – como por ejemplo emisión monetaria por exceso de gasto público -, merecen la misma calificación. No han hecho un buen diagnóstico de las causas.La inflación es multicausal, tiene inercia, lo cual dificulta hallar la causa inicial. Además de las expectativas inerciales, una parte puede deberse al exceso de demanda agregada, vía gasto público, convalidada y aumentada por la emisión monetaria, lo que, a su vez, es propagado por la puja distributiva, la formación de precios oligopólicos, la suba de los precios internacionales, entre otros factores.

La lucha contra la inflación, a veces a tientas, ha desplazado como objetivo principal de la política económica al desarrollo y la igualdad, encontrándonos con una realidad de pobreza y aumento de la brecha entre ricos y pobres.

La inflación provoca grandes distorsiones en el funcionamiento económico debido a su imprevisibilidad y el cambio en los precios relativo entre los bienes y servicios.En este contexto hay que tener en cuenta que los precios son una vía por la que se transmite la información.

Los efectos de la inflación sobre la distribución de las rentas consisten, esencialmente, en un desplazamiento de la riqueza de los acreedores a los deudores invirtiéndose la ecuación, así como entre los formadores de precios y los salarios.

En síntesis, la inflación puede y debe combatirse, pero el primer paso es reconocer la causa. La sociedad consumidora debe hacer también su parte.Para ello, el Estado recurre a los planes de estabilización, en base a tres políticas: la fiscal, la monetaria. y la de ingresos. Transitoriamente, puede aplicar el control de precios.

La política fiscal exige recortes del gasto público o de la inversión social, que impactan en los sectores más vulnerables y desprotegidos, aumentando la brecha de desigualdad ya existente. Enfriar la economía detiene el crecimiento y favorece el desempleo.

La política monetaria implica que el gobierno debe restringir el dinero circulante mediante el control de la emisión, por ejemplo, y entonces los agentes económicos adaptarán sus expectativas, lo que en teoría haría bajar la inflación.

 A la pregunta sobre qué hacer en este contexto, todas las medidas económicas que se implementen, atacando las causas y no los síntomas, se deben dar en un marco de gran confianza, situación inalcanzable en un país como Argentina que ha sufrido varios episodios híper inflacionarios.

Desde nuestro espacio, el Partido Socialista, sostenemos que es urgente convocar a un gran acuerdo nacional, con participación de expertos, especialistas y con amplia representación política. Sólo a través de propuestas, programas y medidas debidamente analizadas y consensuadas, sumando las voces y miradas de quienes han llevado adelante gestiones eficientes en materia económica quizás sea posible traer una mayor esperanza a este presente de incertidumbre.

El autor es médico y secretario general del Partido Socialista de Rafaela.

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