Hacia una pastoral de la Tierra

Los obispos argentinos, conscientes de su obligación de construir al advenimiento de una sociedad más equitativa y de su compromiso en la mejoría de todo aquello que se ha de corregir, han venido insistiendo en la necesidad de introducir reformas en aquellos aspectos de la organización y la distribución agraria que impiden el bien común.

Por Ana María Carelli

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La difusión de una concepción de la propiedad como un bien de merado y no como un bien social constituye la raíz de diversos problemas actuales. La relación de los pueblos indígenas con su tierra es muy especial. Los obispos argentinos, conscientes de su obligación de construir al advenimiento de una sociedad más equitativa y de su compromiso en la mejoría de todo aquello que se ha de corregir, han venido insistiendo, una y otra vez, en la necesidad de introducir reformas en aquellos aspectos de la organización y la distribución agraria que impiden el bien común y amenazan el desarrollo de los sectores más desprotegidos. En consonancia con los valores evangélicos anunciados a todos los hombres, la Conferencia Argentina ha emitido un documento –fruto de un estudio compartido de varios años con la Comisión Episcopal de Pastoral Aborigen, la Pastoral Social, Caritas y el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina-, el cuál debe ser apreciado como una”colaboración en el inicio de la reflexión hacia una Pastoral de la Tierra”. La tierra como don Al mirar nuestra realidad a la luz de las enseñanzas de la Biblia y de la Doctrina Social de la Iglesia, se observa que la pérdida de nuestra conciencia de la tierra “como don de Dios para el bienestar de todos”, juntos a la propagación de una “concepción utilitaria de la propiedad como bien de mercado y no como bien social”, constituye la raíz de diversas cuestiones que afectan sobremanera la dignidad de millones de personas y ponen en riesgo la paz y el desarrollo de los pueblos. El documento pone en evidencia la existencia de serios problemas, como la concentración de la tierra, su apropiación indebida, las dificultades para adquirir su titularización, como también el uso indiscriminado de los recursos naturales, entre los que se destacan la crisis del agua, la deforestación –por la que se ha perdido el 70% de los bosques desde 1935- y la contaminación producida por la explotación minera. Asimismo denuncia la situación de “cientos de miles de pequeños productores pobres y casi un millar de comunidades aborígenes que se ven afectadas por el deterioro de los recursos naturales, y la falta de políticas de preservación del medio ambiente y de pequeños productores”. Lugar de la esperanza y la identidad El capítulo referido a la problemática indígena explica que “la relación de los pueblos indígenas con su tierra es muy especial”. Ellos “se consideran sus hijos” y afirman que “no son sus dueños sino parte de ella”; a su vez están convencidos de que el hombre debe convivir con los demás y trabajar cuidando de la naturaleza mediante un desarrollo equilibrado para el bienestar común de la humanidad”. “Esta cosmovisión-asegura el documento- habla de la tierra como un espacio religioso, lugar, base y sustrato de la cultura”. En fin, el estudio brinda orientaciones seguras para la valoraciones seguras para la valoración y toma de conciencia, humanas y sociales, que acarrea el mal uso y abuso de la tierra, al generar procesos que incrementan la pobreza, la exclusión, la violencia y el deterioro moral y cultural de los pueblos.

Por Ana María Carelli

Fuente: Cristo Hoy desde 28 de septiembre al 4 de octubre de 2006.

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