Gilbert Keith Chesterton, ¿beato?

Paolo Gulisano explica las virtudes del escritor británico.

Por Antonio Gaspari (Roma)

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ROMA, lunes, 13 julio 2009 (ZENIT.org).- Gilbert Keith Chesterton, el escritor inglés inventor de la figura del celebérrimo cura-investigador padre Brown, y autor de numerosos textos de narrativa y ensayos apologéticos, podría ser beato. Tras la presentación de esta propuesta a las autoridades eclesiásticas, ZENIT ha entrevistado a Paolo Gulisano, vicepresidente de la Sociedad Chestertoniana Italiana y autor de la primera biografía en italiano del gran escritor: “Chesterton y Belloc – Apología y profecía” (“Chesterton & Belloc- apologia e profezia”, Ediciones Ancora).

–¿Quién promueve la petición de beatificación?

–Gulisano: Quien ha propuesto la beatificación de Gilbert Keith Chesterton ha sido la Asociación cultural a él dedicada, la Chesterton Society, fundada en Inglaterra en 1974 (con motivo del centenario del nacimiento del gran escritor) con el fin de difundir el conocimiento de la obra, el pensamiento y la figura del este extraordinario personaje. Desde hace años, se habla de una posible causa de beatificación, y hace pocos días, durante un congreso internacional, organizado en Oxford, sobre el tema “La santidad de G.K. Chesterton”, en el que participaron los mayores exponentes en el campo de los estudios chesternonianos, se decidió sostener esta propuesta.

–¿Por qué es beato?

–Gulisano: Muchos consideran que hay una clara evidencia de la santidad de Chesterton: los testimonios sobre él hablan de una persona de gran bondad y humildad, un hombre sin enemigos, que proponía la fe sin rebajas pero también sin enfrentamientos, defensor de la Verdad y la Caridad. Su grandeza está también en el hecho de que supo presentar el cristianismo a un público amplísimo, de cristianos y de laicos. Sus libros, desde “Ortodoxia” a “San Francisco de Asís”, desde el “Padre Brown” a “La esfera y la cruz”, son brillantes presentaciones de la fe cristiana, testimoniada con claridad y valor frente al mundo.

Según las antiguas categorías de la Iglesia, podríamos definir a Chesterton como un “confesor de la fe”. No fue sólo un apologeta, sino también una especie de profeta que entrevió con gran anticipación el carácter dramático de cuestiones de la modernidad como la eugenésia. El dominico inglés Aidan Nichols sostiene que se debe mirar a Chesterton nada menos que como posible “padre de la Iglesia” del siglo XX.

–¿Cuáles son sus virtudes heroicas?

–Gulisano: Fe, esperanza y caridad: estas fueron las virtudes fundamentales de Chesterton. Además era inocente, sencillo, profundamente humilde. Aún habiendo experimentado personalmente el dolor, era un cantor de la alegría cristiana. La obra de Chesterton es una especie de medicina para el alma, mejor, más precisamente puede ser definida como un antídoto. El mismo escritor había en realidad usado la metáfora del antídoto para definir el efecto de la santidad sobre el mundo: el santo tiene el objetivo de ser signo de contradicción y de restituir sanidad mental a un mundo enloquecido.

–¿Cuál es la aportación cultural, literaria, moral y de fe que Chesterton ha dejado a la sociedad británica y a la cristiana?

–Gulisano: Cuando supo la noticia de la muerte del gran escritor, el papa Pío XI mandó, por medio del secretario de Estado cardenal Eugenio Pacelli, un telegrama de pésame, en el que se lloraba la pérdida de “un devoto hijo de la Santa Iglesia, defensor rico de dones de la fe católica”. Era la segunda vez en la historia que un pontífice atribuía a un inglés la calificación de “defensor de la fe”. Quizá la Secretaría de Estado no se dio cuenta del irónico paralelismo, que habría hecho estallar a Gilbert en una de sus proverbiales risotadas, pues el otro inglés había sido Enrique VIII, el hombre que infirió a la Iglesia de Inglaterra la más grave y profunda herida. Chesterton trató de volver a acercar a Inglaterra, pero también al mundo, a Dios, a la fe, a la razón.

–¿Cuál es su valoración de todo el asunto?

–Gulisano: La lectura de Chesterton, ya se trate de las novelas o de los ensayos, deja siempre en el lector una gran serenidad y un sentimiento de esperanza que deriva no ciertamente de una visión de la vida inmadura y mundanamente optimista (que es en realidad lo más lejano del pensamiento de Chesterton, que denuncia detalladamente todas las aberraciones de la modernidad) sino de la concepción cristiana, viril fortaleza de la experiencia religiosa.

La propuesta de Chesterton es la de tomar en serio la realidad en su integridad, empezando por la realidad interior del hombre y de disponer confiadamente el intelecto –es decir el sentido común– en su original sanidad, purificado de toda incrustación ideológica.

Raramente se leen páginas en las que se habla de fe, de conversión, de doctrina, tan claras e incisivas cuanto privadas de todo exceso sentimentalista o moralista. Esto deriva de la atenta lectura de la realidad de Chesterton, quien sabe que la consecuencia más deletérea de la descristianización no ha sido el gravísimo extravío ético, sino el extravío de la razón, sintetizable en este juicio suyo: “El mundo moderno ha sufrido una caída mental mucho más consistente que la caída moral”.

Frente a este escenario, Chesterton elige el catolicismo, y afirma que existen al menos diez mil razones para justificar esta elección, todas válidas y muy fundadas pero reconducibles a una única razón: que el catolicismo es verdadero, la responsabilidad y la tarea de la Iglesia consisten por tanto en esto: en el valor de creer, en primer lugar, y por tanto denunciar las vías que conducen a la nada o a la destrucción, a un muro ciego o a un prejuicio. Una obra indudablemente santa, y la santidad de Gibert Chesterton, que espero la Iglesia pueda reconocer, brilla y refulge ya ante el mundo.

Por Antonio Gaspari, traducido del italiano por Nieves San Martín

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