Fernández en Corpus Christi: “La eucaristía es central para nuestra vida y como pueblo de Dios”

Luego de la misa presidida por el obispo Fernández, se realizó la procesión alrededor de la plaza 25 de Mayo (foto Diego Camusso).

Por Emilio Grande (h.).- En la tarde de este sábado 22 de junio fue celebrada la fiesta de Corpus Christi frente a la Catedral San Rafael, presidida por el obispo de la diócesis de Rafaela Luis Fernández y concelebrada por el presbiterio de nuestra ciudad, ante unas 2.000 personas pertenecientes a las ocho parroquias rafaelinas (fue la única misa del día en la ciudad). A su término se realizó la tradicional procesión con el santísimo sacramento alrededor de la plaza 25 de Mayo, testimoniando la presencia viva de Jesús en medio de su pueblo. A continuación se publica la homilía pronunciada por Fernández:

Queridos hermanos, celebrar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, es poner en el centro de nuestras vidas, a nuestro Salvador Jesucristo, el Señor.

Ya desde muy antiguo, como lo acabamos de escuchar en la Palabra de Dios, en la primera lectura, Melquisedec, rey de Salen, que era sacerdote de Dios Altísimo, hizo traer pan y  vino, y bendijo a Abram, con esa oración que se elevaba a Dios, creador del cielo y de la tierra, reconociendo su Señorío, y pidiendo que descienda la bendición a Abram, quien le ofrecía agradecido a Dios,  el diezmo de todo lo recibido.

Este es el sentido religioso que ligan desde siempre a Dios y al hombre, y que en la Pascua de Jesucristo, en la última Cena, Jesús, Hijo de Dios, como sacerdote del Altísimo hizo que el pan y el vino  se convirtieran en su propio Cuerpo y su propia Sangre, ofrecida al Padre para la salvación de toda la  humanidad, llevando a plenitud, a perfección, el culto totalmente agradable a Dios, reconciliando al mundo con El, y que Cristo nos ha dejado en el sacramento de la eucaristía, es por esto, que estamos reunidos hoy, celebrando el Corpus Christi.

“La Palabra se hizo carne”, y en el sacramento de la eucaristía se nos da como “sagrado alimento”. En cada misa  la Palabra hecha carne, se hace alimento para nosotros y permanece  en nosotros, por la eficacia del signo sacramental, haciéndose “uno” con nosotros, donde lo Divino y lo humano no se separarán jamás, la historia humana y Divina viven para siempre unidas, por eso anhelamos tanto, que los hijos se preparen y reciban la primera comunión y ponemos  como el principal  día de la semana al “domingo”, donde reunidos celebramos como pueblo de Dios la santa misa.

El milagro que ocurre en cada misa, no solo es que al recibirlo nos hace “una sola cosa con Jesucristo el Hijo de Dios” sino también,  que al obrar  del Espíritu Santo,  nos hace “uno” con el Padre Dios, que vive en Cristo, y Cristo vive en nosotros. En cada misa participamos de la Pascua de Jesucristo resucitado que vive en el Padre y en nosotros, haciéndonos hermanos entre nosotros, unidos todos en el amor de Dios.

Por eso la Eucaristía, esta fiesta del Corpus Christi, es central para nuestra vida, y como pueblo de Dios, nos  reunimos, y vamos por las calles paseando lo que es “más grande e importante” en nuestras vidas, porque vamos junto al que vive en nosotros, siendo su Pueblo que también se hace públicamente “presencia de Dios”, en medio de la ciudad.

El testimonio que haremos en la procesión llevando el Cuerpo de Cristo, no somos simplemente algunos que llevamos algo, ni aún como alguien lleva alguna  imagen o símbolo, sino que somos el pueblo de Dios viviente presente en medio de la ciudad.

Porque Dios se hizo hombre y estamos en El, y porque Él vive en nosotros, dándose como alimento, en el sacramento de la eucaristía: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él”, dijo Jesús.

Celebramos hoy la fuente de nuestra vida, de manera que nosotros vivimos por Cristo a la manera que Él vive por el Padre.

Vamos queridos hermanos, a dejar que la eucaristía “obre” en nosotros, dejar que Cristo nos siga amando, haciéndose presente en cada uno, llenándonos de su vida plena realizando la unidad, la comunión, la maravilla de la fraternidad, conscientes que todos formamos el Cuerpo de Cristo, y por eso somos verdaderos hijos de Dios, como Jesús, vivimos en la presencia del amor del Padre y del Hijo, vinculados todos por la fuerza del Espíritu Santo, que nos hace Pueblo Santo de Dios.

En la procesión del Corpus que vamos a realizar llevamos a Jesús eucaristía y también nos llevamos unos a otros, caminando como hermanos, ya que todos formamos el cuerpo vivo de Cristo, que vive en el Padre y en cada uno de nosotros, capaces de llevar con alegría el evangelio de Jesús.

En el evangelio escuchado hoy, Jesús nos invita, también a todos nosotros, ya que somos su Cuerpo a poner siempre en el centro de la vida la relación, el vínculo profundo  que tenemos con Dios, que supera en mucho todo acomodamiento a este mundo, mediocrizando el vínculo con nuestro Padre Dios, considerándolo un bien de utilidad más, o a lo máximo una tradición costumbrista que se acomoda a los tiempos.

Cristo presencia viva en nuestra vida, nos llama también como su Cuerpo vivo, a partirnos también nosotros, darnos como alimento a un mundo hambriento de amor. Ayudemos, cuidemos de los hermanos, siendo solidarios con los que menos tienen, escuchando con apertura a los alejados, se sientan solos o abandonados, tendiendo la mano a los que nos parecen distintos, mirando a todos puramente a los ojos y capaces de ofrecer una caricia y hasta un abrazo al que piensa diferente. Hermanos partirnos como el pan nuestro de cada día al estilo de Jesús, como se parten y reparten ustedes criando a los hijos, educando y trabajando cada día, privándose y viviendo con austeridad para no dejar de compartir el vino de la alegría y la  esperanza. Es desde este alimento que nos da fuerza y nos une que nace la mujer nueva y el  hombre nuevo de la Pascua, la familia nueva, la ciudad y el país nuevo. Alimento inmerecido que viene de Dios, recibido como don y entrega plena de la misericordia de Dios.

Así como finalizó el evangelio de hoy, con Jesús eucaristía, seamos uno con El, y más hermanos entre nosotros, creando vínculos, haciendo realidad la civilización de la misericordia, la solidaridad, la ternura y el amor, la cultura nueva del encuentro. Amén.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *