Familia y pobres, prioridades pastorales de Adviento

El obispo de Lomas de Zamora, monseñor Agustín Radrizzani criticó a los “nuevos Herodes enceguecidos por el poder, el placer, o el consumismo salvaje”, que promueven “nuevas matanzas de inocentes” y una cultura de la muerte, donde el hombre es manipulable o descartable”

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Lomas de Zamora, DIC 5 (AICA).- Mensaje de monseñor Agustín Radrizzani, obispado de Lomas de Zamora, para el Adviento (27 de noviembre de 2005)

“DISCÍPULOS Y MISIONEROS DE JESUCRISTO”

Queridos Hermanos:

Estamos iniciando este hermoso tiempo de adviento y con él un nuevo año litúrgico. Adviento es el tiempo de esperanza, icono de la vida como espera, de la única espera verdadera, deseo verdadero del corazón humano, que es Dios, el único que puede saciar nuestra sed de felicidad. En las lecturas de este tiempo la Iglesia nos propone, en nuestra vida concreta y cotidiana, descubrir la “luz que brilla en las tinieblas” (Jn. 1,5). Vemos como María, descubrió la luz de la presencia de Dios en su vida: “Alégrate…No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás un hijo, y le pondrás por nombre Jesús…” (Lc 1,28-32). Y junto a ella, vemos el amor incondicional de San José; ellos nos enseñan el valor de la Sagrada Familia donde nació Jesús y el valor sagrado de toda familia de nuestro tiempo. También, podemos observar y aprender de la presencia de Juan el Bautista, el “testigo de la luz” (Jn 1,8), el que salta de alegría ante la presencia del Señor, el que predica su llegada en medio del desierto, el que prepara los caminos de Jesús, el que ama y anuncia la verdad mas allá que no le guste a los poderosos, el que vive con austeridad y solidaridad, el amigo que se llena de alegría al oír su voz. Vemos como también la liturgia, es una luz que guía los caminos de comunión que venimos transitando juntos desde el año 2001. La palabra de Juan el Bautista, resume el espíritu de este nuevo tiempo que queremos vivir en nuestra Iglesia Lomense: “es necesario que Cristo crezca y que nosotros disminuyamos. El que viene de lo alto está por encima de todos” (Jn 3,30-31). Sin Cristo no podemos hacer nada, Él está por encima de todo y de todos. Necesitamos redescubrir lo esencial, lo central de nuestra fe, no detenernos en lo superficial o lo accesorio, que tantas energías y tiempo nos hace gastar y perder. El gran desafío que tenemos por delante es hacer de Cristo el centro de nuestra vida y de nuestra misión; hoy necesitamos poner el acento en la necesidad de ser discípulos y misioneros de Jesucristo. ¿Y no es quizá cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer su rostro ante las generaciones del nuevo milenio”. (Novo Millennio Ineunte. 16). Esta renovada toma de conciencia será el eje del nuevo año pastoral 2006 y de una nueva etapa en nuestra Iglesia particular: “la Iglesia existe para evangelizar. Tiene como centro de su misión convocar a todos los hombres al encuentro con Jesucristo” (Navega mar adentro. 15) 1. ¿Qué encontramos a nuestro alrededor? ¿Qué encontramos en nuestras comunidades? El testimonio de San Juan Bautista, nos hace tomar conciencia que muchas veces estamos predicando en las tinieblas y en el desierto en medio del cambio de época que vivimos.
Hoy vivimos nuevas formas de desiertos, el mismo Papa Benedicto XVI, nos ayuda a tomar esta conciencia: “hay muchas formas de desierto: el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed; el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado. Existe también el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre. Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores” (Homilía al iniciar su Pontificado.24/04/05). En síntesis: muchos hermanos sienten que la vida no tiene sentido, vivimos un tiempo de hambre de afectos, comunión y de vida digna. También observamos que muchos promueven una cultura de la muerte donde el hombre es manipulable o descartable, especialmente los pobres, débiles, e indefensos; como los bebés por nacer, los niños, los jóvenes y los ancianos. Hoy, como ayer, vemos nuevas matanzas de inocentes, vemos nuevos “reyes”, nuevos Herodes enceguecidos por el poder, el placer, o el consumismo salvaje. Frente a esta cultura de la muerte nuestra misión es promover el Evangelio de la Vida, Jesús mismo nos dice y nos invita a anunciarlo así a nuestros hermanos: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Nosotros queremos ser el pueblo de la vida y para la vida, como nuestro querido Papa Juan Pablo II nos invitaba a presentarnos. (Cf. Evangelium Vitae. 78) También con frecuencia –sea en las comunidades, sea en las instituciones– descubrimos que vivimos muchos desiertos, vemos en muchos hermanos una situación de desánimo y, en algunos casos, los dirigentes sufren por la poca participación de los hermanos. Señor, no nos dejes caer en la tentación del desánimo, la desesperanza, la pereza, y el internismo. El Cardenal Martini en un escrito dice: “Falta aquel entusiasmo de la fe que es contagioso y que ayudaría a llegar a ser cristianismo vivido, a aquellos que sólo son cristianos de nombre”. Y el Cardenal Danneels: “La Iglesia actual siente una apatía espiritual. Se trata de matar el tiempo con distracciones: “Divagar me da fuerza! Escuchar chismes, ver cosas malas, es una felicidad! Quisiera que cada día cambiaran las autoridades, modificaran las instituciones, hubiese nuevas leyes para obtener, mediante estos cambios, un cierto remedio a mi aburrimiento. Odio lo que dura; detesto si algo permanece en un mismo estado.” Esta es la acedía que tiene una hermana: la tristeza. La tristeza es frustración y agresividad: “Detesto lo que tengo y sueño con lo que no tengo”. La acedía produce una repugnancia hacia todo: estamos cansados de obrar bien. Y entonces recuerdo cuando en algunas reuniones se hablaba de “renovar las estructuras” y leo en el escrito del Cardenal Martini: “La diócesis crece y madura en la medida en que crecen y maduran sus hijos, sus comunidades, sus grupos o movimientos. Las estructures no se renuevan apartando las paredes, o quitándoles con el riesgo de volver a hacer otras más pesadas. Es el ser humano al que hay que rehacer, a la medida de la libertad de Cristo. Y si le renueva dejándolo, ordinariamente, en su puesto de trabajo, en su ambiente de vida. Para que pueda vivir y trabajar como hijo redimido.” Queridos hermanos, contagiemos la alegría espiritual de ser cristianos: “Jesucristo es nuestra Buena Noticia. Él mismo nos trae la novedad del Reino de Dios” (Navega mar adentro. 52). Somos discípulos y misioneros de Jesucristo cuando evangelizamos en medio de las actividades de cada día:”¡Que hermosos son los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación!” (Is. 52,7) Que este tiempo de adviento, sea un tiempo para seguir construyendo auténticas comunidades cristianas: “Es por medio de nuestra fe, esperanza y amor como Él quiere hacer brillar la luz continuamente en la noche del mundo” (Benedicto XVI). Solo así será creíble el Evangelio que queremos predicar.
2. El sentido del Adviento: dos prioridades pastorales. Por eso, precisamente, la Iglesia nos ofrece durante el Adviento: preparar la venida y esperar el nacimiento de Jesús, el Mesías prometido por Dios a la humanidad. Durante estos cuatro domingos se nos invita en modo muy especial a abrir nuestro corazón a la esperanza; a avivar el deseo de nuestra liberación definitiva de la esclavitud del pecado y de la muerte, lo cual logró Jesús, el Hijo de Dios encarnado, para todos. Las Lecturas de estos domingos nos insisten una y otra vez en lo que significa para los hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares la presencia del Hijo de Dios en medio de nosotros. Y cómo El nos trae bondad, sabiduría, paz, justicia, libertad, esperanza, alegría, amor, perdón y salvación. Como a los pastores que estaban cuidando sus rebaños (cf. Lc 2, 8-18), Dios sale a nuestro encuentro dónde menos lo esperamos. Y sale al encuentro de todos, especialmente de los más necesitados. Justamente a ellos –a los pobres, que aparecían poco por el Templo– Dios les comunica, en primer lugar, su mensaje de salvación. Y qué encuentran los pastores: “Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de que decían los pastores.” (Lc 2, 16-18). Aquí vemos algo sumamente importante: Dios confía en la fuerza que el amor genera en la familia, y por eso le confía a esta familia a su propia Hijo, que es la Vida misma. Comunión y vida, amor y protección, defensa y confianza son elementos que se entrelazan en la familia. Y sin familia, es muy difícil sostener, custodiar y proteger la vida humana. El Adviento, que trae al mundo a aquel que es la Vida, nos tiene que comprometer con una cultura de la vida, que tenga en cuenta la centralidad de la persona en la familia, con una especial atención por nuestros jóvenes: la evangelización de las familias y los jóvenes será una prioridad pastoral, según las distintas modalidades que adopten las comunidades parroquiales, los departamentos diocesanos, catequistas, los agentes pastorales, asociaciones, movimientos y colegios. Les propongo, como un primer paso, la búsqueda de una profunda reconciliación familiar para que nadie viva una Navidad en medio de conflictos o en la soledad. Asimismo, este tiempo, es un tiempo para redescubrir el valor de la oración en familia.
También nos dice el texto que: “María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.” (Lc 2,7). El albergue que los tendría que haber acogido, los expulsa, y los deja en la marginalidad de lo humano, en compañía de los animales. Del mismo modo, la sociedad contemporánea expulsa a muchos hermanos nuestros, dejándolos en una situación de marginalidad. Por esto, también el Adviento nos tiene que hacer recapacitar en nuestro compromiso para lograr una sociedad más humana y más fraterna: el testimonio cristiano del amor al prójimo, con nuestros hermanos pobres, débiles y sufrientes, también será una prioridad pastoral, con una mayor articulación y trabajo conjunto entre las comunidades parroquiales, CARITAS, las distintas pastorales vinculadas a la asistencia y promoción integral (social, de salud, penitenciaria, etc), las asociaciones y movimientos, las redes solidarias y los colegios, promoviendo un mayor conocimiento y testimonio de la doctrina social de la Iglesia. Les propongo, también como primer paso, que todos vivamos una Navidad Solidaria con nuestros hermanos excluidos y olvidados. La austeridad en la compra de regalos y pirotecnia, en las comidas y bebidas, nos posibilitará realizar a nivel personal, familiar y comunitario gestos concretos de amor con nuestros hermanos. También la visita a presos y enfermos. Como lo hicieron los reyes magos, esta será la mejor forma de adorar al Niño Jesús.
3. La situación eclesial: el tiempo de intensa evangelización y el camino hacia el Jubileo Diocesano. En nuestra Diócesis hemos trabajado en el espíritu de comunión y nos preparamos, con un tiempo de intensa evangelización a desarrollarse desde Pentecostés 2006, a celebrar los 50 años de nuestra Iglesia Diocesana lo cual sucederá en junio de 2007. En este sentido, hemos preparado un primer subsidio: -que invito a todas las comunidades a releerlo- “La Iglesia existe para evangelizar: aportes para la misión diocesana”, allí recordamos que “en primer lugar nos disponemos a contemplar a Cristo, el centro de nuestra fe. Así podremos comunicar la feliz noticia del amor de Dios que brilla en su Rostro…” (Navega mar adentro. 52) En este mismo espíritu de contemplar a Cristo como centro de nuestra fe, nos estamos preparando a vivir un gran acontecimiento eclesial que es la V° Conferencia del Episcopado Latinoamericano a celebrarse en Brasil, en mayo del 2007, bajo el lema propuesto por el Papa Benedicto XVI: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida”. Por eso, pedimos a todos los miembros y comunidades de la diócesis, asumir el lema que el Papa nos propone –“Discípulos y misioneros de Jesucristo”– en el contexto de la misión diocesana. A esta misión diocesana pedimos a todos que dediquen sus reuniones, reflexiones y actividades del año que comienza, integrándonos todos en esta propuesta pastoral de un tiempo de intensa evangelización. Con este objetivo, invito a todas las comunidades Diocesanas, en las medidas de sus características y posibilidades, a dos iniciativas complementarias y preparatorias del tiempo de intensa evangelización que comenzará en Pentecostés del próximo año: I. Trabajar hasta el tiempo de Pentecostés 2006 las fichas 0 a 3 del Documento de Participación de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM). Estas fichas de trabajo nos animan a centrarnos en Jesús (Ficha 0), contemplar la meta de nuestra existencia –humana y cristiana, personal y comunitaria– (Ficha 1), y ser conscientes de la gracia con la que Dios nos ha bendecido (Fichas 2-3). Trabajando estas fichas desde el principio del año, llegaremos bien dispuestos a la Solemnidad de Pentecostés. El documento de participación y las fichas pueden encontrarse en la página web: www.celam.org . Las restantes fichas podrán ser trabajadas durante el resto del año, teniendo en cuenta que el 15 de Noviembre del 2006, vence el plazo para presentar aportes al CELAM. Aunque luego de ese plazo también es de utilidad seguir trabajando con las fichas. Estos aportes serán recibidos por cada Parroquia de la Diócesis. Dada la riqueza que hemos comprobado en este material, y dado que se ajusta a los tiempos que habías pensado para nuestra misión diocesana –y viendo también que la Providencia nos lo ha puesto en las manos justamente ahora– proponemos a toda la diócesis trabajar con dedicación este material. Por otra parte, desde la diócesis propondremos un suplemento, que inculture y concretice este material latinoamericano, para centrarlo más específicamente en la misión diocesana. II. Presentar aportes al tiempo de intensa evangelización: Para que todos participemos en la preparación del tiempo de intensa evangelización, les pedimos que vayan pensando en lo siguiente: ¿qué entiende tu comunidad como un “tiempo de intensa evangelización”? ¿Qué significa realizar una misión diocesana?. ¿Cómo podemos ser discípulos y misioneros de Jesucristo en nuestras comunidades y en nuestros ambientes?. Con los aportes que vayan llegando –desde ahora y hasta Pascua del 2006– será elaborado un subsidio diocesano, que se presentará a la diócesis en Pentecostés. Los aportes deberán ser presentados por escrito en las Parroquias. Los aportes deberán ser enviados por mail a la siguiente dirección de correo electrónico: cpdlomas@yahoo.com.ar Pero todas estas herramientas serán inútiles, si nos falta lo que decíamos más arriba, con palabras del Cardenal Martini: “La diócesis crece y madura en la medida en que crecen y maduran sus hijos, sus comunidades, sus grupos o movimientos”. Por eso, lo más importante es que cada miembro de la comunidad diocesana ponga el entusiasmo de la fe, con alegría y esperanza, sirviendo con amor. Por otra parte –en este contexto del Adviento– también estamos haciendo memoria de los 40 años del Concilio Vaticano II y lo celebraremos juntos al Papa Benedicto XVI el 8 de diciembre en la Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción de Monte Grande. Ese día recordaremos también los 100 años de dicho templo. Que Dios nos conceda durante este Adviento una fe más convencida, más coherente y más misionera para que nosotros seamos mejores discípulos y misioneros de Jesucristo, y para que nuestros hermanos encuentren en Él la vida que tanto desean y buscan. Con afecto fraterno en Jesús y su Madre.

Mons. Agustín Radrizzani, obispo de Lomas de Zamora

Lomas de Zamora, 27 de noviembre de 2005, Primer Domingo de Adviento

Fuente: www.politicaydesarrollo.com.ar.

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