España no sería España sin el castellano

Por Víctor Corcoba Herrero

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Los españoles somos así, mientras queremos que los americanos lean en latino, dentro de nuestra propia casa, la lengua castellana se usa de mal en peor. Es más, en algunas comunidades autónomas, se ha desterrado del mapa escolar y en otras se abusa con influencias de todo tipo. Ahora algún político parece haber caído  del guindo y considera que los libros, nuestra literatura clásica española, son la mejor carta de presentación que tenemos. Desde luego, yo creo que también, porque si fuese por los gestos políticos, andanzas y gestas de algunos vividores de la política, la promoción de España sería más nefasta que el cuento de la lechera.
Aparte de que nuestra lengua castellana encuentre dificultades en su propia familia, puesto que llegará el día en que algunos españoles la han olvidado, o digerido en mal estado, fruto de un entendimiento mezquino de cerrarse a conocerla y a usarla con el esplendor histórico que lleva consigo,  también la red de bibliotecas americanas es muy superior a la española. Aquí tenemos otro tipo de altares permisibles. El efecto ahí está. Se acrecienta la juventud (cada día más niños o menos jóvenes, que de todo hay en ese ¡ay! de dolor), atrapada por adicciones de consumo. 

Visto lo visto, me parece muy buena idea, lo que algunas asociaciones transmiten a los jóvenes: es hora de que pierdas el tiempo; estamos tan acostumbrados a sacar rendimiento de todo, que nuestra propuesta es “perder el tiempo” para ganar mucho. En este caso, la cita es de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios que andan enfrascados en diversos campos de trabajo, para que los jóvenes posean ocasión de compartir su tiempo libre con personas que tengan alguna dificultad, como puede ser la ocasionada por trastornos mentales, niños con necesidades especiales, transeúntes y toxicómanos, discapacitados y ancianos. Volviendo a la singular lengua castellana que, por si sola, es ya todo un patrimonio cultural que tendríamos que empezar a cuidar más en nuestro propio hábitat. La herencia del castellano lleva consigo un sistema de valores que no puede desarraigarse de la noche a la mañana. Nuestra lengua es la razón de ser, un sentimiento hispano que es todo un activo pedagógico con el que debemos sensibilizarnos. Nos abrazamos al mundo, pero el mundo también desea expresarse. Si fuésemos objetos como algunos del “poder” nos tratan hoy, carecería de sentido tener una lengua común que ha de avivarnos al entendimiento. Soy de los que pienso que un porcentaje de los que han votado “no” a la Constitución Europea, ha sido por un problema común del común lenguaje. Se ha desinformado más que informado. No se han advertido, ni penetrado, los mensajes en la ciudadanía. La comunicación inadecuada siempre genera incomprensiones y pocas confianzas. Estoy convencido, pues, de que si el mundo no es mundo sin palabras y el lenguaje no es lengua sin habla, tampoco España no sería España sin el castellano. Por ello, entiendo que da salud comprensiva mejorar la creación verbal para oírse y hallarse en una Europa que precisa un corazón poesía. Que se oiga el castellano en el mundo está bien, que se recite y encinte mejor todavía; un verbo que al llevarse a los labios humedece las pupilas, porque hasta el aire besa en español.

Víctor Corcoba Herrero

corcoba@telefonica.net

El autor vive en Granada (España) y envió este artículo especialmente a la página web www.sabado100.com.ar.

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