Escribano dejó la Subdirección del diario La Nación

Trabajó en la Redacción durante 50 años; seguirá en el directorio de la SA La Nación; “Queda un gran equipo”, dijo. Se trata de una trayectoria signada por el periodismo de calidad.

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Aplausos. Lágrimas. Lágrimas y aplausos. Toda la Redacción, de pie, despidiendo a José Claudio Escribano, que poco antes de las 20 dejaba la Redacción en su último día como subdirector del diario. Esa fue la imagen que anoche se registró en esta casa, en la que Escribano trabajó, hasta ayer, durante 50 años y un día. Genio y figura, poco antes le había dicho a su mujer, Rita Viglierchio: “Vamos, que la edición no se puede demorar”. Para los que trabajaban con él no es consuelo saber que seguirá en el diario, al conservar su lugar en el directorio de SA La Nación. “El Hombre” -el apodo/definición con que lo distinguen desde hace años sus periodistas- se va de la Redacción, a la que contribuyó extraordinariamente durante una trayectoria que abarca 17.892 ediciones. Poco amigo de las cosas fuera de cauce, Escribano tuvo una despedida a su medida: un sencillo acto en la Redacción, rodeado por todos los que día tras día hacían el diario con él. Estuvieron -además de su esposa y de sus hijos Ignacio, María Rita y María Cecilia, y de su secretaria de toda la vida, Ana María Layús- el presidente de la SA La Nación, Julio Saguier; el director del diario, Bartolomé Mitre; el secretario general de Redacción, Héctor D´Amico; la prosecretaria general, Ana D´Onofrio, y sus amigos y colaboradores de este diario Félix Luna, Mariano Grondona, Natalio Botana, José Ignacio López, Guillermo Jaim Etcheverry y Rafael Saralegui, entre otros.

Periodismo de calidad

Al despedirlo en nombre de la Redacción, D´Amico dijo que quienes acompañaron a Escribano saben que “nunca aceptó para sí ni para este diario ninguna otra opción que la del periodismo de calidad, basado en la honestidad, la precisión, la prosa clara, el buen gusto y la atención puesta siempre en los intereses y derechos de los lectores”. Al concluir señaló que esperaba, como todo el diario, que la tarea que ahora emprende en la más que centenaria hoja de Mitre “sea tan luminosa como la primera”. Escribano, ganándole un buen combate a la emoción, dijo después, al agradecer la despedida, que se iba tranquilo. “Queda una gran conducción, un gran equipo de editores y redactores, que pueden estar muy orgullosos: están haciendo el mejor diario que se haya hecho desde que yo llegué a La Nación, hace 50 años.” Lo escuchaban unas 300 personas -la Redacción en pleno y personal directivo y administrativo de todas las áreas de La Nación-, para quienes la ceremonia tenía el sabor de lo entrañable y de lo histórico, de lo familiar y lo institucional: el hombre que se estaba alejando representa, como pocos, la referencia ineludible del mejor espíritu del diario fundado por Mitre.

Sin techo

José Claudio Escribano -68 años, casado, cuatro hijos- llegó a La Nación cuando tenía 18 años y empezaba a vérselas con la carrera de Derecho en la Universidad de Buenos Aires. Cronista, jefe de la sección Política y Parlamentarias, corresponsal en América latina, editorialista, columnista político, secretario general de Redacción y subdirector, estaba claro que podía aplicársele a él, mejor que a nadie, la frase que tantas veces usó como aliento al hablar con cronistas jóvenes de buena madera: “Usted no tiene techo”. No lo tuvo. El hombre que ayer dio un paso al costado puede ser visto, desde luego, como eximio cronista, como gran conductor, como formador de legiones de periodistas, como agudo observador del devenir del país y del mundo. Pero cualquier crónica puntillosa sobre sus andares y saberes debe dar cuenta, además, de que tiene mucho de psicólogo, de médico (¿su sueño incumplido?), de persona que se lleva muy bien con los números, de hombre de la cultura. Al mismo tiempo es un hombre de la política (entendida como ciencia y como el arte del poder), es un lector empedernido, un viajero incansable, un embajador, un amante de la naturaleza y un conocedor de la historia.
“Tiene la cabeza de un hombre de Estado”, lo define alguien que trabajó más de 20 años con él. Por su despacho han desfilado (y lo seguirán haciendo, sin duda) presidentes, empresarios, banqueros, obispos, militares, escritores, músicos? Quizá también deportistas, a los que probablemente no conocía. Escribano ha dicho recientemente, muy convencido, que casi todo en la vida puede ser editado. Es decir, convenientemente presentado, mediante el arte y el oficio de transformar un par de brochazos gruesos en un buen cuadro. Esta vez, se ha equivocado. “Escribano deja la Redacción” es una noticia que no puede ser editada.

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 7 de marzo de 2006.

Estuvo en la ciudad de Rafaela en 2004 para dar una charla sobre periodismo, organizado por el Círculo de la Prensa de Rafaela.

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