“Es un peligro que Kirchner haga la política del caudillo”

Lo afirma el chileno Arturo Valenzuela, que fue funcionario de Bill Clinton.

Por Jorge Elías

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Lo ideal sería la democracia según la concebía Abraham Lincoln: el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. En América latina, sin embargo, la democracia tiende a ser el gobierno de la mayoría del pueblo, por la mayoría del pueblo y para la mayoría del pueblo. La mayoría, legitimada por los votos o la popularidad del presidente de turno, no suele respetar a las minorías y, a veces, se empeña en cambiar las reglas de juego. Se empeña, en el léxico de Evo Morales y de Hugo Chávez, en “refundar” países.

En su diagnóstico, Arturo Valenzuela, subsecretario adjunto para Asuntos Interamericanos del Departamento de Estado durante el primer gobierno de Bill Clinton y asesor especial de la Casa Blanca para Asuntos de Seguridad Nacional y director del área del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional en el segundo, concluyó: “En esos casos no estamos hablando de una democracia, sino de una aberración”.

Con su habitual precisión, Valenzuela, nacido en Chile, dijo que “el proceso de consolidación de la democracia en América latina está haciéndose más largo de lo que mucha gente pensaba”.

Añadió que Néstor Kirchner es un político talentoso con una fuerte vocación de poder, pero sostuvo que es un riesgo que haga “la política del caudillo”.

También señaló que la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, se equivoca si piensa que debe distanciarse de los partidos políticos, y que su par bolivariano, Chávez, desvirtúa mucho el potencial del Mercosur.

Valenzuela, profesor de Ciencias Políticas y director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown, en Washington DC, disertó en un seminario organizado por la Fundación Red de Acción Política (RAP) en Córdoba.

Poco antes, en Buenos Aires, dijo en una entrevista: “Es un momento delicado y bastante complejo para toda la región. El poder democrático, generado por la autoridad ciudadana, no debe estar basado en personas: tiene que estar basado en las instituciones. Si se hace un estudio de las grandes transiciones a la democracia, el tema de fondo siempre ha sido cómo se crean las instituciones, el Estado de Derecho y la normativa que está por encima de las personas y del momento”.

-¿En qué fallamos?

-Hay una diferencia conceptual entre establecer la democracia y consolidarla. La consolidación de la democracia significa que las instituciones ya son autónomas. Que responden al poder político, pero dentro de ciertas reglas. Hay una tendencia a pensar que la democracia es de las mayorías. Es como tomar la declaración de Lincoln sobre la democracia, esa que dice que es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, y cambiarla por “el gobierno de la mayoría del pueblo, por la mayoría del pueblo y para la mayoría del pueblo”. Esa mayoría puede ser de un cincuenta por ciento, o más. Pero aunque haya una mayoría del cincuenta por ciento, la democracia debe ser un gobierno del pueblo en el que se generen instancias mayoritarias o de coalición para gobernar, pero en el cual la clave sea la protección de las minorías.

-¿Por eso el gobierno de los Estados Unidos, más allá de quién sea el presidente, insiste en el fortalecimiento de la democracia en América latina?

-A eso apuntamos cuando hablamos de institucionalidad. Hoy, una mayoría puede cambiar todas las reglas de juego. Lo hemos visto con presidentes que son reelegidos o con otros que llegan al poder con el 54 por ciento de los votos y dicen que con una asamblea constituyente van a cambiarlo todo o a refundar sus países. Es lo que pasa en Bolivia, una aberración de la democracia.

-Se podría decir lo mismo del presidente de Colombia, Alvaro Uribe, aunque sea aliado de los Estados Unidos: reformó la Constitución para ser reelegido.

-Diría lo mismo de Uribe. En América latina hay una mayoría de gobiernos que podríamos llamar “de doble minoría”, con presidentes que tienen un apoyo mínimo y una minoría de legisladores en el Parlamento. Si tú miras a los quince presidentes que no han llegado al término de sus mandatos, entre ellos De la Rúa y Alfonsín, ves que casi todos salieron cuando perdieron su mayoría en el Parlamento. Hay otro patrón, en pocos países en este momento, como Colombia, la Argentina, Venezuela y Bolivia, en el que los presidentes, al ser mayoritarios, creen que pueden cambiar las reglas de juego en beneficio de su propia mayoría coyuntural.

-¿Cuál es la consecuencia cuando ocurre esto?

-Cuando eso puede ocurrir, cuando se puede decir que a la Corte Suprema no se la va a potenciar según el derecho, la tendencia va en contra de la consolidación de las instituciones.

-El patrón no responde a una corriente ideológica en particular…

-Fíjate que lo he conversado con el propio Uribe. Le planteé mi preocupación. No es un tema de gobiernos de derecha o de izquierda, sino de mayorías que son generadas alrededor de una figura. Max Weber, en su famoso estudio clásico sobre la autoridad política, habla de la autoridad racional-legal, de la autoridad tradicional, que es la del rey y está inspirada en Dios y en la historia, y de la carismática. De las tres formas de autoridad, la más frágil, dice Max Weber, es la carismática, porque se basa en la percepción que se tenga sobre el éxito del líder. Esa se derrumba fácilmente.

-¿Se puede gobernar sobre la base de encuestas?

-Eso es muy serio, porque a la larga no potencia las instituciones. Va en contra de la posibilidad de generar una competencia política sana. La clave para la consolidación de la democracia es una sana competitividad que dé la posibilidad de alternancia dentro de un marco que no permita que mayorías pasajeras cambien las reglas de juego. En América latina hablamos de gobiernos militares fracasados. Hablamos también de gobiernos mayoritarios que surgen, hasta cierto punto, por el fracaso de los primeros. La gente busca un mesías, lo que pasa a ser una contribución para profundizar el problema, en lugar de una solución. De ese modo se desinstitucionaliza más la democracia.

-¿Y los gobiernos de coalición?

-Donde hay tradición democrática, son mayoritarios, pero se atienen a las reglas de juego, como en Uruguay y en Chile.

-¿Qué ocurre cuando los “movimientos” se resisten a ser partidos?

-Largos períodos de autoritarismo no permitieron el desarrollo de partidos políticos que pudieran competir entre sí. En otros países, como Venezuela, dos partidos muy fuertes [la Acción Democrática y el Copei] hicieron acuerdos populares para consolidar la democracia. También sucedió en Colombia. Fueron soluciones para gobernar y preservar las instituciones. Después se repartieron la torta. Si a través del tiempo una concertación o una coalición de gobierno se distancia de la gente, corre el riesgo de desprestigiarse, de derrumbarse. En Venezuela, la coalición estaba basada en el “choreo” [sic] del petróleo.

-¿Y en Chile?

-Advierto que podría haber una crisis. En el cuarto gobierno de la Concertación, todo se hace con cincuenta personas. Los candidatos son nombrados por los líderes políticos y la democracia interna de los partidos es relativa.

-¿Es responsabilidad de Michelle Bachelet?

-Creo que ella tiene el diagnóstico acertado sobre el compromiso con la democracia, pero se equivoca si piensa que debe distanciarse de los partidos políticos. Uno trabaja con los partidos políticos y busca apoyo en la sociedad civil. Si tú no te basas en los partidos como elemento clave de la democracia, puedes llevarla a circunstancias carismáticas, antiinstitucionales. Por otro lado, los partidos se han distanciado de la población. Entonces, ¿cuál es la respuesta? Los gobiernos tienen que ser de partidos o de coaliciones, pero los partidos no mantienen una democracia interna ni permiten que el electorado elija a los representantes. No es buena señal que cinco o seis personas elijan a los candidatos.

-¿Néstor Kirchner encaja en la categoría de los presidentes carismáticos?

-Es un político talentoso que tiene una fuerte vocación de poder y que sabe manejarlo, pero el riesgo es que personalice la política, que haga la política del caudillo, y que con esa fuerza, no tanto de origen, sino de encuestas, quiera potenciar su gestión en virtud de la mayoría política y en desmedro de las instituciones democráticas. Dice que no va a completar la Corte Suprema porque podría generar una oposición desde el cuerpo judicial. En una democracia, una institución importante, autónoma e independiente del poder político, a la que le corresponde velar por el Estado de Derecho y por las instituciones, es, precisamente, el Poder Judicial. Esta instrumentalización tanto de los parlamentos como de la Corte altera la noción de check and balance [revisión y equilibrio].

-El discurso de Chávez ¿altera la noción del Mercosur?

-Desgraciadamente, el Mercosur estaba en crisis antes del ingreso de Venezuela. No hay capacidad de liderazgo. Si vas por un proyecto de integración, no vas a lograrlo protegiendo tu economía en forma autárquica. Tiene que haber concesiones importantes. Chávez desvirtúa mucho el potencial del Mercosur. Creo que es un revés para sus intereses. Es curioso que Brasil lo haya permitido. Le ha restado peso. No significa que Chávez esté ejerciendo el liderazgo, pero, al permitirle que proceda como lo ha hecho con la Comunidad Andina de Naciones, se dañó el proyecto de integración.

-Dicen que el Mercosur, si de Brasil y la Argentina se trata, era un matrimonio desavenido que tuvo un hijo para ver si resultaba un factor de unión…

-La psicología no resuelve el problema. Tú puedes agregar miembros a la familia o puedes no hacerlo, pero ¿cómo haces para arreglar los temas de fondo? Tienes un gran proyecto retórico, pero no se trata de un proyecto real.

-¿En qué medida contribuyó al desorden de América latina su escasa presencia en la agenda de prioridades de los Estados Unidos?

-Los Estados Unidos no ven a América latina con un enfoque estratégico. En este momento, la agenda internacional está dominada por Irak, Irán y Medio Oriente. Y hubo errores, sí, en el manejo de la Organización de Estados Americanos, de Venezuela, de la Argentina El descuido contribuyó a este desorden.

-¿Puede haber un cambio después de las elecciones legislativas de noviembre?

-No, no creo. Aun si los demócratas no ganan la mayoría y se quedan cortos, estaremos ante un presidente enormemente debilitado, que va a tener problemas con sus proyectos en los dos últimos años de gestión. Al no poder ser reelegido, los dirigentes de su partido se le van a hacer fuertes. Si los demócratas logran conseguir una cantidad importante en la Cámara baja, que ha sido tan férreamente republicana en estos años, se le va a hacer muy difícil a Bush.

-Muy difícil también se le va a hacer a Felipe Calderón, el presidente electo de México…

-Llegará a la presidencia con poco más del veinte por ciento de las preferencias. Un ochenta por ciento votó por otro candidato, o directamente no votó. No será un mandato fuerte. La clave es cómo gobernar. Va a tener que hacerlo con el estilo de la coalición o de la concertación.

-¿Andrés Manuel López Obrador se apropió de la democracia?

-El mensaje es: si yo no gané, no voy a jugar y voy a insistir en que me robaron las elecciones, aunque las instituciones digan otra cosa. A mí no me caben dudas de que el sistema electoral de México es profesional, de que el tribunal electoral es una instancia respetada y de que estas elecciones han sido revisadas conforme a derecho. Uno puede decir que hubo injerencia presidencial con propaganda política intencionada. Es válido. Fuimos cuatro personas en la misión electoral, Patricia Bullrich entre ellas. Nos reunimos con los jueces y nos dieron confianza. Es irresponsable decir que han sido corrompidos. Es peligroso, te diría…

Por Jorge Elías

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 13 de setiembre de 2006.

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