Es posible cambiar el mundo

Isabel Guirao Piñeiro es una soñadora dispuesta a cambiar el mundo de las personas con discapacidad intelectual.

Por Víctor Corcoba Herrero (España)

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La virtud de la solidaridad va más allá de los bienes materiales. La granadina, Isabel Guirao Piñeiro, es un claro ejemplo de que es posible cambiar el mundo. Su experiencia, a través de la asociación almeriense de “A toda vela”, ha demostrado que el ocio es el espacio que mejor permite a personas con discapacidad interactuar y compartir experiencias con el resto de la sociedad. Ella ha mejorado la calidad de vida de estas personas, mediante un ocio digno, inclusivo y solidario. En una sociedad en donde lo que cuenta es la belleza física, la afirmación de sí mismo, la búsqueda del poder y de la primacía sobre los demás, las personas con discapacidad siguen llamando a la puerta de nuestro corazón.  A veces se proclaman sus derechos, pero no son consideradas o puestas en práctica las normas protectoras. Por desgracia, todavía el día a día de estas personas suele ser ignorado.

Un muestreo realizado por la organización de Isabel, al iniciar su andadura, mostraba un panorama desolador: el 92% de los jóvenes con discapacidad intelectual decía no tener amigos con los que compartir el tiempo libre (la mayoría no había celebrado su cumpleaños con personas diferentes a sus familiares), el 98% no poseía autonomía para ocupar y desplazarse por otros espacios comunitarios que no fueran su propio hogar y los centros asistenciales de los que participaban; el 85% no había dormido nunca fuera de su hogar; el 40% no había ido nunca al cine, el 20% no usaba el teléfono y un 25% estaba inmerso en procesos de aislamiento patológico, depresiones y fobias sociales.  

La solidaridad no es un movimiento benévolo del corazón o un buen sentimiento, la admirada Isabel, aparte de poner sonrisas y tesón en su quehacer, se entregó en cuerpo y alma mucho más allá de un mero “asistir”. Puso todo el interés en que se reconozca que estas personas no son un problema, que en todo caso el problema somos nosotros con nuestra indiferencia, y por ello promovió la creación de una red ciudadana de voluntarios y profesionales, bajo el fuerte símbolo de “A toda vela”, dispuestas a participar su ocio con personas que tuviesen alguna discapacidad. Ella ofrecía (y ofrece) otra atmósfera más comprometedora que las pasivas formas asistenciales que, en ocasiones, hasta pueden encubrir un intento, más o menos latente, de marginación. Ha logrado sensibilizar a la sociedad sobre la necesidad de adaptar sus espacios y actividades para que todo el mundo pueda participar, incluidos los discapacitados, y puso todo su convencimiento en que una sociedad participativa, que no excluye a nadie, es mucho más interesante, más humana; y, en consecuencia, más digna.

Los frutos han llegado ya de la mano de Ashoka, la primera asociación mundial de emprendedores sociales destacados, que acaba de seleccionar a cinco personas, entre las que se encuentra Isabel, con ideas innovadoras, trabajando para resolver algunos de los principales retos a los que se enfrenta nuestra sociedad. Ha tenido que superar un riguroso proceso de selección y, ahora, forma parte de una comunidad: la Red Mundial de Emprendedores Sociales de Ashoka. Una red que crece cada año y que actualmente integra a más de 1750 emprendedores. Dicha comunidad la conforman hombres y mujeres que, combinando una visión de cambio, como promueve Isabel con el mundo de los discapacitados intelectuales, nos muestran que otro mundo es posible. Un mundo con más y mejores oportunidades para estas personas discapacitadas, crecidas en humanidad; y tantas veces, cruelmente, consideradas como un castigo.

El 17 de enero de 1997, al grito de “soltando amarras”, comenzó la travesía de Isabel con el equipo de “A toda vela”. Hoy, diez años después, cerca de mil jóvenes con y sin discapacidad intelectual deciden cómo y con quién compartir su tiempo libre, tienen un plan de ocio en su comunidad y amigos con los que compartirlo. El próximo 17 de enero, a las 20 horas, el Salón de Plenos de la Diputación de Almería será testigo de un día inolvidable con la presentación de un libro que narra el camino recorrido por el mar de los sueños. Ya me gustaría que esta idea quijotesca de Isabel fuese copiada en otros lugares. Todos debiéramos tener presente, en nuestra agenda diaria, que la calidad de vida dentro de una comunidad se mide, en gran parte, por el compromiso en la asistencia a los más débiles y a los más necesitados, y por el respeto a su dignidad de hombres y mujeres.

El mundo de los derechos no puede ser sólo prerrogativa de los sanos. También es preciso ayudar a la persona discapacitada a participar, en la medida de sus posibilidades, en la vida de la sociedad, y a desarrollar todas sus potencialidades físicas, psíquicas y espirituales. Isabel ya percibe esta transformación de las personas con discapacidad en su entorno familiar y social. Ha conseguido que se reconozcan sus potencialidades, en lugar de centrarse únicamente en sus limitaciones, acabando con el pobre papel de ser meros receptores de servicios y caridad. No se puede jugar a la hipocresía. Una sociedad sólo puede afirmar que está fundada en el derecho y en la justicia si en ella se reconocen los derechos de los más débiles: el discapacitado no es persona de un modo diverso de los demás; por eso, al reconocer y promover su dignidad y sus derechos, reconocemos y promovemos la dignidad y los derechos nuestros y de cada uno de nosotros.

Víctor Corcoba Herrero corcoba@telefonica.net

El autor vive en Granada (España) y envió esta colaboración especialmente a www.sabado100.com.ar.

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