Encuentro nacional de catequistas

Se realizó en la ciudad de Santa Fe 15 de agosto de 2005. Se transcribe la homilia de monseñor Bernardini.

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«María se pone en camino hacia la región montañosa y llega presurosa a una ciudad» (Lc.1, 39)

Queridos amigos y amigas catequistas:

  ¡Qué deliciosa y qué fuente de enseñanza es la representación de la Virgen en esta actitud! Esta imagen de la Señora, de Maria, que va rápidamente por un camino intransitable, no puede dejar de fascinarnos. Aquellos pasos expresan conocimiento, decisión, coraje, alegría del anuncio: el anuncio del Cristo que lleva en su seno. Se tiene la representación plástica del Evangelizador... del alma colmada del Amor de Dios y deseosa de volcarlo a los demás.
  María lleva dentro de sí un misterio. Un misterio consumado en la profundidad de su ser y que ahora es celebrado abiertamente, en el camino de los hombres.
  El acontecimiento que se ha verificado dentro de Ella, se convierte en mensaje, noticia que se difunde. Al comienzo ninguno sabe nada. Todo se ha desarrollado en el silencio, en la oscuridad de una casa cualquiera, en el corazón de una joven como las otras. Ahora esta niña camina presurosa subiendo por un sendero montañoso.
  ¿Y quién la advierte? Imaginarse... ¡los poderosos están empeñados en sus complicados juegos políticos. Los doctos está inclinados sobre sus libros. Los representantes de la religión tienen cosas más importantes en las que pensar! La gente común está ocupada en sus cosas. En conclusión: el mundo va adelante como antes... ¡y sin embargo algo ha sucedido! ¡Aunque nadie se haya enterado! Pero aunque los grandes no hayan sido informados, aunque todo continúe funcionando, o no funcionando, como antes, Dios se ha hecho el Emmanuel, es decir el Dios con nosotros, porque aquella niña estuvo presente en el encuentro con EL. Dios vuelve a hablar de sí al mundo, porque María ha resarcido tantos rechazos con su sí decisivo.
  Por esto camina rápidamente. El suyo no es por cierto el paso de quien sigue un funeral. Es el paso de quien anuncia el nacimiento de "tiempos nuevos". Y ella no es espectadora, sino protagonista.
  María es verdaderamente aquélla que "espía la aurora"o mejor aquélla "que precede... que hace la aurora".
  Que linda esta imagen de Maria: llena de Dios y siempre entusiasta en hacer su voluntad. 
  Queridos y queridas Catequistas, su presencia aquí hoy quiere significar que también ustedes quieren hacerse portadores de la Palabra de Dios según las directivas del Concilio y con el mismo espíritu entusiasta de María.
  Y escuchen como el Concilio Vaticano II habla de ustedes Catequistas: "Digna de alabanza es también esa legión tan benemérita de la obra evangelizadora de los catequistas, así hombres como mujeres, que, llenos de espíritu apostólico, prestan con grandes sacrificios una ayuda singular e insustituible a la propagación de la fe y de la Iglesia.
  En nuestro tiempo,  en el cual el clero es insuficiente para la evangelización de tantas multitudes y para el ejercicio del ministerio pastoral, el oficio de los catequistas tiene una importancia extraordinaria... (Ad gentes 17).
  Como han escuchado el Concilio habla de su obra evangelizadora como de "una obra de importancia extraordinaria". ¿Por qué? Porque el mundo que los rodea... Su ciudad, su pueblo, el barrio en que viven, o sin más su misma familia, tiene una gran necesidad de Dios.
  Por otra parte, basta que miremos un poco a nuestro alrededor: ¿cómo son los habitantes del mundo en el que viven, en materia de fe y de  práctica cristiana?
  ¡"Nuestra Iglesia está llena durante las Misas"! Sí,  pero si uno solo de los grandes palacios que se elevan hoy en las ciudades se volcase en su Iglesia, eso sólo bastaría para colmarla.
  Nosotros continuamos explicando la palabra de la oveja perdida y no advertimos cuánto cambió la situación con respecto a la presentada por Jesús: ¡no más las noventa y nueve ovejas en el redil y una afuera, sino: una oveja en el redil y noventa y nueve afuera!
  Lo peor es que el pastor, o quien por él, antes que ir a buscar las noventa y nueve perdidas, ¡pasa casi todo el tiempo custodiando la única que queda en el redil! Así, con frecuencia, la Evangelización actual de la Iglesia está casi por completo ocupada en alimentar, más aún, en superalimentar con Misas, sacramentos y predicaciones, a los pocos que van espontáneamente a la Iglesia. Pero ¿nos preocupamos verdaderamente por llevar la Misa y la Palabra de Dios fuera de la Iglesia, a las plazas o a las casas?
  Es cierto que estas "noventa y nueve" no son paganas; en general son bautizadas, pero sin ser cristianas; de hecho se puede estar registrado en algún libro de Bautismos, pero si no vivo de Cristo y no busco llevarlo a los otros, ¿qué cristianismo es el mío?
  Si al comienzo de las misiones se trataba de implantar comunidades de cristianos en un mundo de paganos, ahora se trata de crear comunidades de cristianos en medio de un mundo de bautizados; se trata de resucitar la fe y reavivar los Bautismos olvidados.
  A este importante compromiso de Evangelización, queridos y queridas catequistas, ¡el Señor los llama a todos ustedes!
 Un día el profeta Isaías oyó la voz del Señor que decía: ¿A quien mandaré y quién irá por nosotros? Y el profeta responde: "Aquí estoy, mándame a mí" (Is. 6,8).
  Aquel llamado continúa. Ahora es Jesús quien dice: ¿Quién quiere ir por mí a anunciar la salvación a mi pueblo?
  Bienaventurados aquellos que tienen el coraje y la generosidad de responder: ¡Aquí estoy, mándame a mí! Bienaventurados porque les espera una alegría nueva que hasta ahora jamás habían conocido. De los setenta y dos discípulos se dice que volvieron llenos de alegría diciendo: ¡Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre!
  ¡En realidad es la alegría que salpica la actitud de María!
   "...María llega rápidamente..."
  Y aquí se pone el ritmo de nuestra vida sea a nivel local como de Iglesia local.
  ¿Cuál es nuestro ritmo?
  ¿Es el ritmo uniforme, lento, de los complicados alineamientos, o es el ritmo vivaz de las anticipaciones?
  ¿Es el paso arrastrado de la costumbre, o el gozoso de la  sorpresa? ¿El redoble del funcionamiento, o la frescura de la intuición?
  ¿Nuestras relaciones con el mundo, tienen el signo de la profecía, del presentimiento o del resentimiento?
  Recordemos que el ritmo, el paso, dependen del mensaje que nos urge dentro nuestro. Si nuestro paso es el de una persona cansada, tímida, vacilante, no podemos ilusionarnos que los otros adviertan la belleza y la importancia del mensaje que comunicamos.
  Seremos interesantes sólo en la medida en que logremos ser verdaderos anticipadores, precursores.
  Concluyendo, también para nosotros nuestra misión sacerdotal es un misterio de acogida, de disponibilidad y de libertad. También nosotros somos criaturas que han dicho simplemente "sí".
  Pongámonos en camino como la Virgen, nuestra Señora del Buen Viaje, que se ha hecho también Señora del riesgo, aquélla que ha aceptado el riesgo del "sí".
  Recordemos que la paradoja fundamental de la vida del portador de la Palabra de Dios consiste en el hecho que "aferra el valor de la Palabra de Dios solamente después que la ha vivido".
 El sí, si brota de un terreno como el de la Virgen, es siempre decisivo. Para sí y para los otros. Es siempre milagroso. E sobretodo vive de las realidades de Dios.
  Pero es necesario ponerse en camino. Espiar la aurora y tal vez  anticiparla como ha hecho Maria, y jamás hacerse despertar por la aurora.
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