Elecciones en Argentina

El consenso electoral y los datos de la economía (turno gubernamental creciendo al 9% acumulativo anual) configuran el cumplimiento del objetivo inicial del discurso de Kirchner por “reconstruir un capitalismo normal”.

Por Julio C. Gambina

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(1. No hubo sorpresa en el resultado electoral. Todos los consultores y comentaristas confirmaban anticipadamente el triunfo del oficialismo y casi nadie arriesgaba un escenario de segunda vuelta. La fórmula ganadora asegura la continuidad del proyecto político inaugurado por Néstor Kirchner en mayo de 2003, aunque puede significar correcciones a definir en “mejora institucional” como dijo en campaña Cristina Fernández de Kirchner (CFK), en política internacional (el primer viaje presidencial se anuncia hacia EEUU), o económica (distribución del ingreso ó mayor concentración). Si entonces (2003) el consenso electoral fue del 22%, ahora se duplica llegando con CFK casi al 45% de los votos positivos, pues un dato no menor lo resalta el más elevado porcentaje de ausentismo (28%) en todo el proceso eleccionario desde 1983. Habla del desinterés creciente de una parte de la población que no espera nada del parlamentarismo y el sistema constitucional de democracia eleccionaria. Este consenso electoral y los datos de la economía (turno gubernamental creciendo al 9% acumulativo anual) configuran el cumplimiento del objetivo inicial del discurso de Kirchner por “reconstruir un capitalismo normal”, que podemos traducir como un sistema capitalista funcionando con consenso de una parte importante de la sociedad. Si Duhalde, presidente entre enero 2002 y mayo 2003, se propuso “restablecer el orden”, Néstor Kirchner lo estabilizó y “normalizó”, cerrando un ciclo de crisis evidente explicitado en la pueblada del 2001. La movilización y organización popular fue disputada por el kirchnerismo y una parte de ese fenómeno se incorporó directamente o en alianza con el gobierno, desafiando la reconfiguración de una iniciativa política alternativa sustentada en la organicidad del movimiento popular.

  1. En el trayecto político desde la crisis hasta la actualidad se verifica la crisis del régimen político en la Argentina, y se expresa en la débil expresión electoral de los partidos tradicionales, PJ y UCR. Al mismo tiempo, el triunfo del kirchnerismo se asienta en el peronismo, su aparato político supérstite y la burocracia en los gobiernos municipales y provinciales. En las 4 primeras fórmulas se encuentran integrantes de los dos partidos clásicos y en conjunto colectaron el 92% de los votos. Una incógnita lo constituye la futura configuración del sistema de partidos que hacen al régimen político. Kirchner anunció en varias oportunidades el propósito de instalar una fuerza política más allá del peronismo y por ello instaló una concertación con radicales disidentes, destacándose que en Mendoza, el vicepresidente electo no pudo asegurar la continuidad de su proyecto, lo que presenta debilidad política a la referencia radical en la convergencia presidencial. En la oposición el tema tampoco queda claro. Elisa Carrió (23%), con la mitad de los votos de CFK concentra la mayor visibilidad entre los opositores, producto de una coalición que la aleja de su origen en la UCR (primero) y del ARI (segundo) para articular una propuesta donde convergen sectores de la derecha y el establishment, con sectores del Partido Socialista. Roberto Lavagna (17%) quedó relegado a expresar la alianza entre sectores del radicalismo y el peronismo, sin una identidad política que augure perspectiva. Similar cosa puede decirse de Alberto Rodríguez Saá (8%) sostenido por sectores del peronismo. Resulta prematuro definir fácilmente el espectro resultante, que a priori parecía definirse en la sustitución del bipartidismo por nuevas coaliciones de centro con orientaciones a izquierda o derecha, siendo quizá el fenómeno más significativo del momento y con posibilidad de definir el escenario político en el futuro cercano. Ni el kirchnerismo o la coalición cívica pueden fungir como expresiones del nuevo equilibrio entre dos coaliciones más volcadas a derecha o izquierda, lo que anuncia continuidad a la variabilidad de las fidelidades políticas y la configuración de alianzas políticas para definir el curso de la evolución del sistema político, social y económico. Lo que queda claro es que más allá de ambas propuestas, no emerge una derecha explícita con posibilidades de disputar hegemonía política (4% entre varias fórmulas), aunque ambas coaliciones contienen en diverso grado expresiones de ese proyecto de derecha; y que la izquierda en sus diversas variantes (4%) confirma un papel testimonial en momentos eleccionarios. Una novedad pasa por la cuestión de género, verificado con dos mujeres encabezando las dos fórmulas que lograron la mayor cantidad de votos.

  2. El proyecto del gobierno se consolidó en el marco de un sistema mundial del capitalismo en expansión y que favoreció, política económica local mediante, los datos macroeconómicos de la Argentina. Pese a la subsistencia de la problemática social (el desempleo se mantiene cercano al 10%, bajos salarios que no alcanzan para superar la línea de pobreza, precariedad laboral manifiesta en más del 40% de los trabajadores y un tercio de la población bajo la pobreza) la tendencia a la baja del nivel de esos guarismos en el punto más elevado luego de la devaluación de 2002, contribuyó a potenciar políticamente la bonanza económica que lubricó el consenso. Luego de las elecciones ganadas de medio tiempo (2005) se especuló con un tiempo para la redistribución progresiva del ingreso que no se materializó estructuralmente (reforma tributaria, financiera, productiva). La idea vuelve a ser puesta en cuestión y en duda, especialmente si se analiza el carácter del mensaje electoral y los escenarios elegidos para difundir las propuestas de la entonces candidata. El discurso se sustentó en la búsqueda de inversiones externas para sostener la perfomance de crecimiento económico y se privilegiaron reuniones en el exterior y el país con sectores del gran empresariado. Resaltó el mensaje “no es pecado ganar dinero”, objetivo principal del capital. Otra de las prioridades pareció ser la normalización de la inserción internacional del capitalismo local, tarea iniciada con el canje de deuda pública en cesación de pagos en mayo del 2005. El apoyo al nuevo titular del FMI pretende el restablecimiento de relaciones luego de las críticas proferidas por Néstor Kirchner al FMI (más allá del pago de unos 25.000 millones de dólares a ese y otros organismos internacionales) y la búsqueda de apoyo para la renegociación con el Club de París (6.500 millones de dólares) y con los acreedores de deuda pública que no aceptaron el canje del 2005 (26.500 millones de dólares entre capital e intereses). Asegurar el crecimiento económico y continuar la reinserción de la Argentina parece ser el eje del próximo gobierno y para ello se requiere frenar el potencial conflicto social. Esa es la razón para sostener la propuesta de un “Pacto Social” básicamente entre empresarios y trabajadores mediados por el Estado, que aspira a darle continuidad al acuerdo empresarial sindical para contener los precios durante los años 2006 y 2007. Es una aspiración para darle base social a un proyecto capitalista en el país. Entre las dudas a futuro aparece el alineamiento internacional, ya que junto al acercamiento con el FMI, avanza la creación del Banco del Sur donde Argentina y Venezuela son sus principales mentores. La diversidad de relaciones con el exterior, tal como el comercio y relaciones crecientes con Venezuela y las señales hacia EEUU, tal como la aprobación de la legislación antiterrorista, serán puestas en tensión en la nueva etapa.

  3. El mapa político cambió y con clara hegemonía en la coyuntura del kirchnerismo, pero resaltan las dificultades para expresarlo en grandes ciudades como la capital del país (ganó Carrió), la Provincia de Córdoba (ganó Lavagna) y ciudades como Rosario, Mar del Plata y provincias como San Luis (ganó Rodríguez Saá) donde no pudo liderar la propuesta de CFK. Con 14 propuestas presidenciales, la mayoría coaliciones, queda expresada la diversidad y rearticulación del mapa político en el país. Existe un estallido de las identidades partidarias y una rearticulación de alianzas. Existe una gran variación de las opciones del electorado y al solo ejemplo puede mencionarse el 60% de votación obtenido por Macri en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en las elecciones de Junio pasado y la virtual desaparición electoral para presidente en el distrito (convengamos que Mauricio Macri no era candidato) y una limitada presencia para la elección legislativa. No resulta fácil calificar al electorado, reconociendo una importante volatilidad más asentada en valores que trasmiten las personas “candidatos” y las campañas de los medios de comunicación (empresas privadas con intereses económicos propios) que en el perfil ideológico y político de sus partidos o coaliciones. Argentina es parte de la dinámica social emergente en la región latinoamericana y constitutiva del fenómeno (pueblada del 2001) pero con limitaciones serias para definir una voluntad popular orientada hacia la izquierda, y menos aún para prematuras calificaciones hacia la derecha por algunos fenómenos, incluso de masas (movilizaciones Blumberg contra la inseguridad). La izquierda social y política (en sentido amplio) ganó visibilidad en las calles en la pueblada del 2001 y luego, pero no ha podido expresarlo en el plano electoral en las posteriores ocasiones (2003, 2005, 2007) en una sucesión descendente de su aceptación para insertarse en el régimen parlamentario, claro que con algunas excepciones, tal como Patricia Walsh legisladora en la Ciudad de Buenos Aires, Claudio Lozano y Miguel Bonasso como diputados nacionales porteños.

Queda un escenario abierto a futuro, con varios interrogantes. El primero apunta a la evolución del sistema mundial y su impacto en Argentina. La crisis de las hipotecas en EEUU no ha terminado y eso agrega incertidumbre para una economía que no termina de ser reconocida por el establishment global, que son los que aseguran inversiones para sostener la imagen de bonanza y crecimiento. Otro dato preocupante se presenta con el precio creciente del petróleo (92 dólares el barril) para una Argentina que puede empezar a ser importador del estratégico insumo en el próximo turno presidencial. La contrapartida de lo mencionado es la perspectiva de continuidad de precios internacionales favorables de las comodities producidas y exportadas por al Argentina. El segundo señala la conflictividad social por la distribución del ingreso y la riqueza; por la apropiación social de la bonanza de la economía en los últimos años. Una conflictividad que también se consigna en la constitución de sujetos que pretenden ser representación de sectores sociales. El gobierno pretenderá con su “pacto social” constituir su base social, pero existe una realidad de protesta sindical no reconocida por el Estado (defiende la existencia de una sola Central de Trabajadores) y que actúa por fuera de los protagonistas del pacto. Es una realidad que puede reconocerse también entre sectores pequeños y medianos del empresariado, el cooperativismo y formas no lucrativas de organización económica que no se sienten expresados por los sectores hegemónicos. Un tercer aspecto está dado por los desafíos políticos sistémicos de reconstituir la representación política en el sentido de bi coaliciones (en el mismo sentido que se expresa mundialmente) que reemplazan el bipartidismo existente en el ciclo político de los últimos años, y el lugar de la derecha y la izquierda. Más aún, un problema a discernir es la posibilidad de constituir alternativa política en la Argentina. En el marco de la situación latinoamericana, especialmente con los procesos que se viven en Venezuela, Bolivia y Ecuador, donde las reformas constitucionales pretenden otorgar nueva base de sustento político a proyectos transformadores, incluso socialistas en la propuesta bolivariana, en Argentina el tema sigue siendo una asignatura pendiente de la izquierda plural y diversa expresada por movimientos y partidos. El tema es de importancia por lo señalado al comienzo sobre el consenso político. El interrogante es cuánto puede durar el consenso. Recordemos en ese sentido, que en otras condiciones, Carlos Menem fue reelecto en 1995 y solo dos años después comenzó un proceso de resistencia popular que desembocó en la pueblada del 2001. No se trata de imaginar cuánto dura el consenso a CFK, sino de pensar en la dinámica y la iniciativa política para modificar la situación y correlación social de fuerzas. Si la organización y movilización popular pudo ser absorbida por la hegemonía política construida en este periodo, la pregunta apunta a pensar en las iniciativas a promover para generar un escenario favorable a las demandas del movimiento popular para resolver las acuciantes necesidades insatisfechas y la promoción de una sociedad para la liberación social.

Fuente: www.argenpress.info.

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