El uso político de la Salud: la antipolítica no es la salida a la falta de ética pública

Por Santiago Gaspoz.- La ética al servicio de la política es posible y hoy más que nunca, necesaria. Plantear esto en un escenario lodoso (grieta de por medio) parece una quimera. No dejemos que suceda.

La confianza es un lujo invalorable en todos los tiempos, pero en la actualidad donde el desprestigio, la descalificación y la mentira de los que se sienten adversarios políticos son moneda corriente, cobra aún más valor y no puede ser negociable.

La confianza en los funcionarios y servidores públicos debe ser una regla y no la excepción. Lamentablemente por imperio de los hechos las buenas acciones suelen ser poco valoradas y llegan a círculos pequeños de la sociedad. En cambio, las acciones negativas e incorrectas suelen tener mayor difusión y traspasan todos los límites mediante la generalización y su consecuente naturalización. Esto constituye terreno fértil para la llamada antipolítica.

No parece acertado hacer propaganda con la salud y menos aún en un contexto de pandemia y crisis del sistema sanitario.

La planificación estratégica de la salud debe ser un claro objetivo de todo gobierno para garantizar el derecho equitativo e igualitario a la salud de toda la población.

Reflexionemos respecto a unas cuantas frases y aseveraciones sobre el coronavirus en plena pandemia, que quedan para el olvido en menos de un año:

“No creo que llegue a Argentina, Wuham está muy lejos”, decía el ex Ministro de Salud Ginéz González García, sobre el coronavirus.

“Hay que tomar agua caliente porque eso mata el virus en la boca”, se manifestaba entre tantos consejos desde el sentido común.

Sumado a las recomendaciones de beber hidróxido de cloro, alentadas por una conocida comunicadora televisiva, con las consecuentes muertes posteriores por intoxicación.

También son para analizar las frases desafortunadas y las múltiples galerías de fotos que coleccionan políticos y funcionarios:  con la cama nueva, con el respirador, con la vacuna, con el plasma, con el nuevo módulo UTI, entre otros.

La pandemia le agendó temas a los gobiernos (nacional, provincial y local) y estos no los problematizan como corresponde. En cambio, el cortoplacismo evidente impera en las distintas gestiones y al menos debería interpelarnos a leer la realidad de manera profunda. Las vacunas por ejemplo son un bien público y social, sin bandera.

Aquí cabe una pregunta: ¿el ambiente sanitario es propicio para la corrupción?

La salud es un derecho y por lo tanto todo aquello que la favorezca debe darse como una inversión.

En cambio, cuando la salud es considerada un servicio, existe como tal mientras se pueda pagar. En esa idea de salud como servicio es que la corrupción recala en múltiples formas; es decir que el sistema, la organización y las personas con doble estándar son las que facilitan que la salud y la corrupción estén presentes aunque invisibles.

La honestidad en el trabajo público, la transparencia -sostenida en el tiempo- nos exigen valores que -si no vienen dados-, requieren ser incorporados y aprendidos en la práctica de manera permanente.

El autor es médico generalista, ex coordinador de la Región 2 de Salud Nodo Rafaela, ex director Hospital “Dr. Jaime Ferré”, secretario adjunto PS Rafaela.

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